LECTURAS DEL JUEVES II DE FERIA DE NAVIDAD 5 DE ENERO (BLANCO)
"Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José".
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Jn 1, 1
En el principio y antes de todos los siglos Dios era la Palabra, y la Palabra se dignó nacer como Salvador del mundo.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que, con el nacimiento de tu Unigénito, diste comienzo a la obra
de la redención de tu pueblo, concede a tus siervos tan grande firmeza
en su fe, que puedan llegar, conducidos por él, hasta la prometida
recompensa de la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Estamos seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos.
De la primera carta del apóstol san Juan: 3, 11-21
Hermanos:
Éste es el mensaje que ustedes han oído desde el principio: que nos
amemos los unos a los otros, no como Caín, que era del demonio, y por
eso mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus propias obras eran
malas, mientras que las de su hermano eran buenas.
No
se sorprendan, hermanos, de que el mundo los odie. Nosotros estamos
seguros de haber pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros
hermanos.
El
que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un
homicida y bien saben ustedes que ningún homicida tiene la vida eterna.
Conocemos
lo que es el amor, en que Cristo dio su vida por nosotros. Así también
debemos nosotros dar la vida por nuestros hermanos. Si alguno, teniendo
con qué vivir, ve a su hermano pasar necesidad y, sin embargo, no lo
ayuda, ¿cómo habitará el amor de Dios en él?
Hijos
míos, no amemos solamente de palabra, amemos de verdad y con las obras.
En esto conoceremos que somos de la verdad, y delante de Dios
tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos
reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo
conoce. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos,
nuestra confianza en Dios es total.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 99
R/. Alabemos a Dios, todos los hombres.
Alabemos a Dios, todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y con júbilo entremos en su templo. R/.
Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. R/.
Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios entre himnos, alabando al Señor y bendiciéndolo. R/.
Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su misericordia y su fidelidad nunca se acaba. R/.
ACLAMACIÓN
R/. Aleluya, aleluya.
Un
día sagrado ha brillado para nosotros. Vengan, naciones, y adoren al
Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra. R/.
Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel.
Del santo Evangelio según san Juan: 1, 43-51
En
aquel tiempo, determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe,
le dijo: "Sígueme". Felipe era de Betsaida, la tierra de Andrés y de
Pedro.
Felipe
se encontró con Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret,
el hijo de José". Natanael replicó: "¿Acaso puede salir de Nazaret algo
bueno?" Felipe le contestó: "Ven y lo verás".
Cuando
Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: "Éste es un verdadero
israelita en el que no hay doblez". Natanael le preguntó: "¿De dónde me
conoces?" Jesús le respondió: "Antes de que Felipe te llamara, te vi
cuando estabas debajo de la higuera". Respondió Natanael:
"Maestro,
tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel". Jesús le contestó:
"Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores
cosas has de ver". Después añadió: "Yo les aseguro que verán el cielo
abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, nuestros dones, con los que se realizas tan glorioso
intercambio, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos
recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Navidad.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 3, 16)
Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Ver el cielo abierto
El pecado conduce a la muerte, no tanto porque se atraiga el castigo, sino, en primer lugar, porque es siempre, en mayor o menor medida, un atentado contra la vida; y, además, porque quien peca se aparta voluntariamente de su fuente. El amor, por el contrario, es una afirmación de la vida que nos pone en conexión con su origen. Si por el pecado nos hemos alejado de Dios, el misterio de la encarnación supone la reconciliación del hombre con Dios como una posibilidad siempre abierta. Creer no es cuestión sólo de aceptar ciertas verdades, sino que es pasar de la muerte a la vida, vivir de verdad y con obras en esa dinámica de reconciliación: con Dios, con los demás, consigo mismo. Con Dios, porque, tomando Él la iniciativa, nos ha dado su vida y ha dado su vida por nosotros; con los demás, porque nosotros mismos hemos de dar vida, dando la vida por los demás; y con nosotros mismos, porque, el amor es más grande que nuestra conciencia (del bien y del mal) y nos abre a una confianza plena, la confianza de los hijos.
El amor, signo distintivo de la verdadera vida en Cristo, es como una luz que ve los valores escondidos en la persona amada, y que una mirada desprovista de amor es incapaz de descubrir. Esto es lo que el Evangelio de hoy nos revela meridianamente. La dinámica del anuncio, inevitable para aquellos que han conocido a Cristo, choca con muchas y variadas dificultades; una de ellas son los prejuicios (regionales, nacionales, raciales, etc.). Natanael es un buen ejemplo de ello. Su cortante respuesta podría ser motivo suficiente para dejarlo de lado. Pero Jesús ve el corazón del hombre y descubre, tras la costra de los prejuicios, la verdad escondida de este “israelita auténtico”. Y es esa luz del amor, que no se desalienta ante la dificultad, la que opera el milagro del encuentro de fe. Cuando amamos de verdad, activa, pacientemente, el cielo se abre y entre éste y la tierra se establece una comunicación viva, como se abren los corazones humanos más duros, cuando el anuncio del evangelio va acompañado del testimonio del amor. Pero es que, ¿puede ser de otra manera? ¿Es que es, acaso, posible anunciar el misterio del amor sin amor (como mera doctrina), se puede dar testimonio de la luz sin esa luz que descubre la verdad profunda y positivade cada una de nosotras.
Ciudad Redonda
Jose.M Vegas