LECTURAS DEL LUNES I DE ADVIENTO 28 DE NOVIEMBRE (MORADO)
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Jr 31, 10; Is 35, 4
Escuchen,
pueblos, la palabra del Señor y anúncienla en todos los rincones de la
tierra: He aquí que vendrá nuestro salvador, ya no tengan miedo.
ORACIÓN COLECTA
Ayúdanos,
Señor Dios nuestro, a esperar ardorosamente la venida de tu Hijo, para
que cuando llegue y llame, nos encuentre esperándolo en la oración y
alegrándonos en su alabanza. Él, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
El vástago del Señor será magnífico y glorioso.
Del libro del profeta Isaías: 4, 2-6
Aquel
día, el vástago del Señor será magnífico y glorioso; el fruto del país
será orgullo y esplendor de los sobrevivientes de Israel.
A los restantes en Jerusalén, a todos los inscritos en ella para la vida, los llamaré santos.
Cuando
el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sión y haya limpiado
de sangre a Jerusalén con viento justiciero y abrasador, creará el
Señor, sobre todo lugar del monte Sión y sobre la asamblea, nube y humo
de día, y fuego llameante de noche. Y por encima, la gloria del Señor
será toldo y tienda contra el calor del día, abrigo y resguardo contra
el temporal y la lluvia.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 121
R/. Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
¡Qué
alegría sentí, cuando me dijeron: "Vayamos a la casa del Señor"! Y hoy
estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. R/.
A
ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a
Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. En ella están
los tribunales de justicia, en el palacio de David. R/.
Digan
de todo corazón: "Jerusalén, que haya paz entre aquellos que te aman,
que haya paz dentro de tus murallas y que reine la paz en cada casa".
R/.
Por
el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: "La paz esté contigo". Y
por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes. R/.
ACLAMACIÓN Cfr. Sal 79, 4
R/. Aleluya, aleluya.
Señor y Dios nuestro, ven a salvarnos; míranos con bondad y estaremos a salvo. R/.
Muchos vendrán de oriente y occidente al Reino de los cielos.
Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 5-11
En
aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial
romano y le dijo: "Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama,
paralítico, y sufre mucho". Él le contestó: "Voy a curarlo".
Pero
el oficial le replicó: "Señor, yo no soy digno de que entres en mi
casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo
también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le
digo a uno: ‘ye, él va; al otro: `¡Ven!’, y viene; a mi criado: `¡Haz
esto!’, y lo hace".
Al
oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: "Yo
les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les
aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con
Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, estos dones que te ofrecemos, tomados de los mismos bienes que
nos has dado, y haz que los que nos das en el tiempo presente para
aumento de nuestra fe, se convierta para nosotros en prenda de redención
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I/A o IIB de Adviento.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 105, 4-5; Is 38, 3
Ven Señor, a visitarnos con tu paz, para que nos alegremos delante de ti, de todo corazón.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Hemos entrado en el tiempo del Adviento para prepararnos al Nacimiento del Señor. No dejemos pasar en vacío este tiempo de bendición, que tanto bien nos puede hacer.
La palabra Adviento hace referencia a la llegada en carne humana de nuestro Salvador y a su venida al final de los tiempos. Entre estas dos venidas se desarrolla el tiempo de la Iglesia como un constante Adviento de Jesucristo por medio de la acción del Espíritu Santo: llega el Señor a sus fieles a través de su Palabra, se hace presente a su Iglesia para actuar en sus sacramentos, toca a nuestras puertas como hermano necesitado que invoca nuestra solidaridad.
El Señor, pues, vino, viene y vendrá; y la Iglesia en la liturgia nos invita a cultivar las dimensiones morales de vigilancia y acogida ante estas ocasiones de encuentro con Jesús. Las expresiones de «Venga a nosotros tu reino» o «Ven, Señor Jesús», han de ser dichas con mayor énfasis y conciencia en este tiempo de gozosa expectación.
En este lunes escuchamos al profeta Isaías que nos habla de paz y nos dice: “De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”. Mirando lo que está pasando continuamente ahora en el mundo nos quedamos desconcertados porque vemos qué lejos estamos los humanos de los deseos de nuestro Padre Dios. Y si no hay paz es imposible la vida.
El hombre que pide ayuda a Jesús en el evangelio es un extranjero muy mal visto en Israel en aquella época porque representaba a los romanos que tenían bajo su dominio la tierra de Israel. Jesús se queda admirado ante la confianza que pone este soldado en su poder sanador y exclama: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Esta admiración de Jesús ante las palabras del centurión es el reconocimiento del bien, la verdad y la fe presentes en todos los pueblos y son fuente y principio de salvación.
Hoy día el Papa Francisco, siguiendo el ejemplo de Jesús, busca por todos los medios el diálogo con todas las personas y con todas las religiones para alcanzar el bien supremo de la paz para el mundo.
Lector amigo, le invito a preparar con toda ilusión la fiesta de Navidad para que haya un poquito más de paz en el mundo. Sabemos bien que lo que uno prepara con anticipación se disfruta más. Y estas semanas del Adviento justamente tienen ese fin: animar nuestro corazón, fortalecer nuestro espíritu a nivel personal y familiar para que el bien venza siempre al mal. Con el salmo de hoy decimos:
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Que la paz del Señor esté siempre con nosotros.
Carlos Latorre
Misionero claretiano
Ciudad Redonda