Misal del dia de hoy Sabado 8 de Octubre 2016 y Comentario al Evangelio

LECTURAS DEL SÁBADO XXVII DEL T. ORDINARIO 8 DE OCTUBRE (VERDE O BLANCO)


"Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".


clip_image001




ANTÍFONA DE ENTRADA

Dichosa eres tú, santísima Virgen María y digna de toda alabanza, porque de ti brotó el sol de justicia, Jesucristo, nuestro Señor, por quien fuimos salvados y redimidos.

ORACIÓN COLECTA

Concédenos, Dios todopoderoso, que tus fieles que se alegran de estar bajo la protección de la santísima Virgen María, nos veamos libres, por su piadosa intercesión, de todos los males aquí en la tierra y merezcamos llegar a los gozos eternos en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Todos ustedes son hijos de Dios por la fe.

clip_image002
De la carta del apóstol san Pablo a los gálatas: 3, 22-29

Hermanos: Si la ley dada por medio de Moisés fuera capaz de dar la vida, su cumplimiento bastaría para hacer justos a los hombres. Pero, en realidad, la ley escrita aprisionó a todos bajo el pecado para que, por medio de la fe en Jesucristo, los creyentes pudieran recibir los bienes prometidos.

Antes de que llegara la etapa de la fe, estábamos presos y bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que estaba a punto de manifestarse. De modo que la ley se hizo cargo de nosotros, como si fuéramos niños, para conducirnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe. Pero una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sujetos a la ley.

Así pues, todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 104

clip_image003
R/. El Señor nunca olvida sus promesas.

Entonen en su honor himnos y cantos; celebren sus portentos. Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca. R/.

Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. Recuerden los prodigios que él ha hecho, sus portentos y oráculos. R/.

Descendientes de Abraham, su servidor; estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos. R/.

ACLAMACIÓN  Lc 11, 28

clip_image004




R/. Aleluya, aleluya.

Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica, dice el Señor. R/.

Dichosa la mujer que te llevó en su seno. – Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios.

clip_image005Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: "¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!" Pero Jesús le respondió: "Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Mira, Señor, las oraciones y las ofrendas que tus fieles te presentan al conmemorar a santa María, Madre de Dios; haz que te sean agradables y nos alcancen el auxilio de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Santa María Virgen

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Lc 1, 48

El Señor puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Reanimados por el sacramento de salvación, humildemente te pedimos, Señor, que quienes celebramos con veneración la memoria de la santísima Virgen María, Madre de Dios, merezcamos experimentar continuamente el fruto de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.


https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica 

Jesús no tenía miedo de alzar la voz para responder a cualquiera. Como diría un amigo mío, para “poner los puntos sobre las íes.” Estoy seguro de que a Jesús no le disgustó escuchar aquella voz que salió dentre la gente que le escuchaba alabando a su madre y, por ende, al hijo. Estoy seguro de que el que lo dijo quiso expresar una alabanza. Traducido al español más castizo, lo que dijo aquella persona fue algo así como “¡Viva la madre que te parió!” Cualquiera se llenaría de orgullo de lo que es una alabanza para su madre y para uno mismo. 
      Quiero pensar que Jesús no se enfadó en absoluto. Pero aprovechó la ocasión para dejar claro que en el contexto del reino, estas cosas cambian bastante. Porque Jesús estaba hablando del reino, invitando a los que le escuchaban a entrar en una nueva dinámica de vida y de relación con Dios y con los demás hombres y mujeres. En el reino Dios es nuestro padre y los demás son hermanos y hermanas. Es un cambio fundamental. Es un cambio que rompe todas las distancias que hemos ido creando a lo largo de la historia. Porque los que éramos uno sólo nos hemos ido convirtiendo en muchos diferentes y separados, lejanos y enemigos. Porque, con el paso de los siglos, el otro ha ido dejando de ser hermano para convertirse en competidor, enemigo, amenaza potencial, peligro. Por eso las fronteras, las puertas, las cerraduras, los muros, los guardas de seguridad, y tantas otras cosas que hemos ido creando fruto de nuestro miedo. 
      Jesús tiene claro que su madre es dichosa no por la relación de sangre que tiene con Jesús sino porque ha entrado en esa dinámica del reino, porque ha escuchado la palabra de Dios y la pone en práctica en su vida diaria. Y eso implica abrir la casa y el corazón a todos los hermanos y hermanas, en definitiva, a todos sin excepción, porque todos somos hermanos y hermanas. Ahí está la verdadera felicidad.
      Pablo, en la primera lectura, recoge la esencia y la consecuencia de esta palabra de Jesús. Antes de conocer a Jesús estábamos prisioneros. Pero una vez que hemos conocido a Jesús, nos hemos dado cuenta de la más profunda verdad de nuestra existencia: que somos hijos de Dios, hijos e hijas de su amor, que nos ha creado con todo su cariño. Y que nadie escapa de esa condición. Por más que nos empeñemos en hacer distinciones entre blancos y negros, ricos y pobres, buenos y malos, hombres y mujeres. No hay distinción que valga. Todos somos hijos en el Hijo. 
      Así que conviene que vayamos empezando a pensar como ciudadanos del reino y herederos de la promesa, que desechemos los prejuicios, que derribemos los muros y fronteras, que miremos a los demás como hermanos y hermanas, que abramos las manos y que las usemos para saludarnos y abrazarnos y ayudarnos y cuidarnos y nunca, nunca jamás, para golpearnos.