LECTURAS DEL DOMINGO XXVII DEL T. ORDINARIO 2 DE OCTUBRE (VERDE)
Cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’ .
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Est 4, 17
En
tu voluntad, Señor, está puesto el universo, y no hay quien pueda
resistirse a ella. Tú hiciste todo, el cielo y la tierra, y todo lo que
está bajo el firmamento; tú eres Señor del universo.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que en la superabundancia de tu amor sobrepasas
los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama sobre
nosotros tu misericordia para que libres nuestra conciencia de toda
inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por
nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
El justo vivirá por su fe.
Del libro del profeta Habacuc: 1, 2-3; 2, 2-4
¿Hasta
cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a
gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me
dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay
más que asaltos y violencias, y surgen rebeliones y desórdenes.
El
Señor me respondió y me dijo: "Escribe la visión que te he manifestado,
ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. Es todavía
una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará; si se
tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin
remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 94
R/. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias. R/.
Vengan,
y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; él es nuestro pastor y
nosotros, sus ovejas. R/.
Hagámosle
caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de
la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque
habían visto mis obras". R/.
No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 1, 6-8. 13-14
Querido
hermano: Te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando
te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de
temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación.
No
te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te
avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte
conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por
la fuerza de Dios. Conforma tu predicación a la sólida doctrina que
recibiste de mí acerca de la fe y el amor que tienen su fundamento en
Cristo Jesús. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que
habita en nosotros.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN 1 P 1, 25
R/. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios permanece para siempre. Y ésa es la palabra que se les ha anunciado. R/.
¡Si ustedes tuvieran fe…!
Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 5-10
En
aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El
Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una
semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: Arráncale de
raíz y plántate en el mar’, y los obedecería.
¿Quién
de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los
rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra en seguida y
ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a
servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’?
¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste
cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido
todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos
hecho lo que teníamos que hacer’ ".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Elevemos,
hermanos, nuestra plegaria al Señor con aquella confianza filial que el
Espíritu Santo suscita en nuestros corazones, y digamos: Te rogamos,
Señor.
Para
que la Iglesia, mediante la santidad de sus fieles y el celo de sus
ministros, anuncie a todos los hombres y realice en todos los pueblos la
salvación de Dios, roguemos al Señor.
Para
que el Señor ayude a los gobernantes, a fin de que se logre en todas
las naciones la paz, el desarrollo, el progreso y la libertad religiosa,
roguemos al Señor.
Para
que las naciones que sufren a causa de las guerras vean alejarse de sus
pueblos las crueldades, la violencia, la destrucción y las lágrimas,
roguemos al Señor.
Para
que el Señor ilumine los ojos de nuestro corazón, a fin de que sepamos
descubrir la esperanza de gloria a la que nos ha llamado, roguemos al
Señor.
Señor,
Dios todopoderoso, dispuesto siempre a escuchar las oraciones de los
que tienen fe como un grano de mostaza, danos un corazón humilde, de tal
forma que, después de haber contribuido con nuestro esfuerzo al
crecimiento de tu reino, reconozcamos que sólo hemos hecho lo que
teníamos que hacer y proclamemos con humildad las maravillas de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, el sacrificio que tú mismo nos mandaste ofrecer, y, por estos
sagrados misterios, que celebramos en cumplimiento de nuestro servicio,
dígnate llevar a cabo en nosotros la santificación que proviene de tu
redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lm 3, 25
Bueno es el Señor con los que en él confían, con aquellos que lo buscan.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
omnipotente, saciados con este alimento y bebida celestiales,
concédenos ser transformados en aquel a quien hemos recibido en este
sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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El tema del evangelio de hoy es delicado e importante, se trata de la
fe de los apóstoles. Conscientes de la debilidad de su fe, le piden al
Señor: “Auméntanos la fe”. La respuesta y la comparación de Jesús con el
granito de mostaza, algo insignificante, pequeño, si se refiere a
ellos, es que la cosa no está muy allá: “Si tuvierais fe como un granito
de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el
mar. Y os obedecería”. Parecen quedar mal, aquellos que son los testigos
primeros de nuestra fe.
No es cuestión de falsa humildad, este es el tema central de nuestra
vida cristiana, que los apóstoles tuvieron que ir descubriendo durante
un proceso. Hoy como ayer, un seguimiento de Jesús no basado en una
experiencia de Dios, es difícil que lleve a ser cristiano y un
cristianismo no basado en la experiencia personal y comunitaria de la
fe, es como dice el Evangelio: “edificar una casa sobre arena”.
El ser cristiano no es una prueba ni corta ni sencilla, no es una
carrera de cien o mil metros, es una carrera larga y difícil, es un
maratón.Si tenemos en cuenta que: lo que predomina en nuestro tiempo, es no haber tenido ninguna experiencia religiosa, no haber sido afectados, ni menos transformados, por algo que pueda ser denominado Dios. Este déficit en nuestros días es mucho mayor, ya que vivimos en una sociedad privatizada, individualista, consumista, con falta de valores, plural, laicista… que hace que el tema religioso, siendo en algunos una aspiración o deseo, (muchos participan de la religiosidad popular, bautizan, comulgan, se casan, entierran…), no se traduzca en una fe y menos en una participación en la estructura eclesial.
La experiencia de Dios es un encuentro, es decir, una forma de vida y de situarse ante la realidad y ante el Evangelio que agarra a la persona de manera afectiva y efectiva, en este sentido la experiencia es mucho más que la vivencia. Por lo tanto no es una conquista nuestra, nos transforma, nos da un corazón nuevo, es un camino no una meta, se realiza en el mundo, es vivida en la Iglesia. De ahí, que hacer experiencia de Dios, supone dejarse transformar en los pensamientos, sentimientos y afectos por Él. Dios está presente en el mundo, en la historia, en la Iglesia, en los acontecimientos de las personas. “En Él vivimos, nos movemos y existimos” decía San Pablo en el famoso Areópago de Atenas.
Esta experiencia de Dios se verifica, encarnándonos en la realidad como Jesús, optando por los pobres, en el compromiso y la lucha por la justicia. Entre los pobres y la experiencia de Dios existe un aire de familia, lo que nos lleva en palabras de Ignacio Ellacuría a: “hacerse cargo de la realidad, cargar con la realidad y encargarse de ella a través de un compromiso político”.
Pero para hacer esta experiencia, tiene que haber persona. Una persona con capacidad de interpretar y vivir la propia vida desde dentro, inquieto, que explore la existencia, que no se conforme con las respuestas prefabricadas, que esté en búsqueda, que se plantee interrogantes, que sea solidario, que no esté dominado por los intereses, que tenga capacidad de admiración, que crea en lo pequeño, capaz del silencio, soñador de utopías… yo suelo decir: que tenga imaginación para entender lo simbólico.
Tiene que hacer oración y celebrar la Eucaristía, si quiere mantener y cultivar la experiencia de Dios. “La oración es a la fe lo que la respiración es a la vida “(Romano Guardini). Sin capacidad de leer el Evangelio y desde él hacer una lectura creyente de la vida, de presentar a Dios lo que nos acontece, en la Eucaristía, de escuchar y seguir el ejemplo de Jesús “Haced esto en memoria mía”, no se puede vivir una vida cristiana. Teniendo en cuenta también a los grandes testigos que son los modelos para vivir el Evangelio: entre ellos los apóstoles que en el texto piden que se le aumente la fe y los santos.
Y todo esto vivirlo en comunidad, la carencia de una comunidad, fácilmente concluye con el comienzo de un camino sin retorno, hacia la perdida de la fe. La comunidad nos invita siempre a la revisión de nuestra vida, a contar con la ayuda de otras personas, a estar acompañados y acompañar, a vivir fuera y dentro, a celebrar juntos nuestra fe. Hoy más que nunca, parece claro que la fe no se puede vivir en solitario, fuera suele hacer frio, como Jesús, necesitamos la comunidad aunque sea de doce, el cristianismo es una opción comunitaria.
Y, “Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”, casi nada. Por eso para llevarlo a cabo “sin tirar la toalla” no basta con haber escuchado “los ladridos de otros”; es necesario haber “visto la liebre”, por eso os cuento una historia que nos puede servir para la reflexión de este día.