Misal del dia hoy domingo 14 de Agosto 2016 y Comentario al Evangelio

LECTURAS DEL DOMINGO XX DEL T. ORDINARIO 14 DE AGOSTO (VERDE)


He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!


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RESPUESTAS DE FE S.D.A.

SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE PRESBÍTERO

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 83, 10-11

Dios, protector nuestro, mira el rostro de tu Ungido. Un solo día en tu casa es más valioso, que mil días en cualquier otra parte.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde en nuestros corazones el anhelo de amarte, para que, amándote en todo y sobre todo, consigamos tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Tomaron a Jeremías y lo echaron en un pozo.

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Del libro del profeta Jeremías: 38, 4-6. 8-10

Durante el sitio de Jerusalén, los jefes que tenían prisionero a Jeremías dijeron al rey: "Hay que matar a este hombre, porque las cosas que dice desmoralizan a los guerreros que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo. Es evidente que no busca el bienestar del pueblo, sino su perdición".

Respondió el rey Sedecías: "Lo tienen ya en sus manos y el rey no puede nada contra ustedes". Entonces ellos tomaron a Jeremías y, descolgándolo con cuerdas, lo echaron en el pozo del príncipe Melquías, situado en el patio de la prisión. En el pozo no había agua, sino lodo, y Jeremías quedó hundido en el lodo. Ebed-Mélek, el etíope, oficial de palacio, fue a ver al rey y le dijo: "Señor, está mal hecho lo que estos hombres hicieron con Jeremías, arrojándolo al pozo, donde va a morir de hambre". Entonces el rey ordenó a Ebed-Mélek: "Toma treinta hombres contigo y saca del pozo a Jeremías, antes de que muera".

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 39

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R/. Señor, date prisa en ayudarme.

Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. R/.

Del charco cenagoso y la fosa mortal me puso a salvo; puso firmes mis pies sobre la roca y aseguró mis pasos. R/.

Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos se conmovieron al ver estoy confiaron también en el Señor. R/.

A mí, tu siervo, pobre y desdichado, no me dejes, Señor, en el olvido. Tú eres quien me ayuda y quien me salva; no te tardes, Dios mío. R/.

Corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.

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De la carta a los hebreos: 12, 1-4

Hermanos: Rodeados, como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Él, en vista del gozo que se le proponía, aceptó la cruz, sin temer su ignominia, y por eso está sentado a la derecha del trono de Dios.

Mediten, pues, en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo, porque todavía no han llegado a derramar su sangre en la lucha contra el pecado.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN  Jn 10, 27

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R/. Aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. R/.

No he venido a traer la paz, sino la división.

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Del santo Evangelio según san Lucas: 12, 49-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!

¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Unidos a Jesucristo, presentemos nuestras plegarias al Padre, por la Iglesia y por toda la humanidad.

Después de cada petición diremos: Padre misericordioso,
escúchanos.

Por la Iglesia en el mundo entero, especialmente en donde es perseguida. Oremos.

Por los catequistas y todos los agentes de pastoral. Oremos.

Por las autoridades civiles y sus colaboradores. Oremos.

Por todos los que trabajan y luchan por la justicia y por la dignidad de los pobres. Oremos.

Por los enfermos graves, por todos aquellos que ven cercana la muerte. Oremos.

Por nosotros, reunidos en esta iglesia para celebrar el domingo, día del Señor. Oremos.

Escucha, Padre, nuestra oración, y danos tu Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, nuestros dones, con los que se realiza tan glorioso intercambio, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 129, 7

Con el Señor viene la misericordia, y la abundancia de su redención.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Unidos a Cristo por este sacramento, suplicamos humildemente, Señor, tu misericordia, para que, hechos semejantes a él aquí en la tierra, merezcamos gozar de su compañía en el cielo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


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El Evangelio divide

Hoy sí que tengo que darle razón a Jesús. “¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? No, sino división. ….. “el padre contra el hijo y el hijo contra el padre”. También la fidelidad a la fe puede convertirse en un motivo de división. El primero en ser víctima de esas divisiones fue el mismo Jesús. Por algo aquel viejo Simeón cuando lo tomó en sus brazos grito: “Este está puesto como signo de contradicción”.
Es cierto que el Evangelio divide, claro que divide. Si uno le es fiel siempre va encontrar incomprensiones en su camino y hasta es posible que rupturas.

Pero ¿seré yo el único? ¿Acaso hoy mismo no marginamos del grupo al creyente que quiere ser fiel a su bautismo, al Evangelio? Lo llaman “aguafiestas” o incluso se ríen de él que “todavía sigue creyendo en esas antiguallas”.
El Evangelio divide.
Cuando el cristianismo o sus comunidades no viven la novedad del Evangelio sino que se han convertido en un agregado más de la sociedad, con quien conviven pacíficamente, en buen entendimiento, sin oponerse a las estructuras que crean en la sociedad un estado de injusticia, de hambre, de violación de los derechos humanos, de violencia sobre los débiles, de cercamiento a las libertades, de adoración a los líderes… no tienen problemas.
El gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús se vaya apagando. ¿Para qué sirve una Iglesia de cristianos instalados cómodamente en la vida, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los que sufren, cada vez más incapaces de atraer, dar luz u ofrecer calor?

Recordemos las palabras de J. B. Metz: “Los cristianos en Europa nos enfrentamos al desafio más grave: Decidirnos entre una ‘religión burguesa’ o un ‘cristianismo de seguimiento. Optar por este último es apuntarse al conflicto doloroso. Porque seguir a Jesús no significa huir hacia un pasado ya muerto, sino tratar de vivir hoy con el espíritu que le animó a él. Esto entraña inexorablemente complicaciones en la vida.
El seguimiento de Jesús implica casi siempre caminar “contra corriente” en actitud de rebeldía y ruptura frente a costumbres, modas, corrientes de opinión, que no concuerdan con el espíritu del evangelio. Y eso exige no solamente resistirse a dejarse domesticar por una sociedad superficial y consumista, sino saber contradecir a los propios amigos y familiares cuando nos invitan a seguir caminos contrarios al evangelio. Esto constituye al cristiano en hereje social. Por eso, seguir a Jesús implica también estar dispuesto a la conflictividad y a la cruz, a compartir su suerte, aceptar libremente el riesgo de una vida crucificada como la suya sabiendo que nos espera la resurrección. Escribe Bernanos: “Cristo nos pidió que fuéramos sal de la tierra, no azúcar, y menos sacarina. Y no digáis que la sal escuece. Lo sé. El día que no escozamos al mundo y empecemos a caerle simpáticos será porque hemos empezado a dejar de ser cristianos”.

Un esposo cristiano-practicante reprochaba a su mujer muy sensibilizada y generosa con la causa de los pobres: “¿Quieres solucionar tú sola el problema de la pobreza, o qué?”. Ella le replicó: “¿Cuánto gastas tú en los bares y en tabaco? Eso mismo tengo derecho yo a gastar. Pero prefiero gastarlo dándoselo a los pobres. ¿Es que no tengo derecho?”. Le dejó sin palabra para siempre.
“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29), responde Pedro al Sanedrín que le quiere amordazar.
Hay que obedecer a Dios antes que al miedo, antes que a los criterios mundanos, antes que a las presiones de los familiares y amigos interesados y cómodos. Naturalmente que la vida es compleja y que hay que discernir la opción que se ha de tomar en cada caso, pero la consigna de Jesús es intangible.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Jesús nos da la paz o la guerra? Las dos cosas al mismo tiempo. Seguirle fielmente supone provocar la guerra y perder de alguna forma la paz con el propio entorno pagano y egoísta. Supone perder una falsa paz, una paz superficial; pero supone ganar otra paz, la de Jesús. Él ha dicho: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; pero no como la da el mundo”.