LECTURAS DEL DOMINGO XIX DEL T. ORDINARIO 7 DE AGOSTO (VERDE)
Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 73, 20. 19. 22. 23
Acuérdate,
Señor, de tu alianza; no olvides por más tiempo la suerte de tus
pobres. Levántate, Señor, a defender tu causa; no olvides las voces de
los que te buscan.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, a quien, enseñados por el Espíritu Santo,
invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nuestros corazones el
espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en
posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor
Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Castigaste a nuestros adversarios y a tus elegidos nos cubriste de gloria.
Del libro de la Sabiduría: 18, 6-9
La
noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a
nuestros padres, para que se confortaran al reconocer la firmeza de las
promesas en que habían creído.
Tu
pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de
sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros
adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos.
Por
eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus
casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos
los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. Y ya
desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 32
R/. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Que
los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo. Feliz la
nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que eligió por suyo.
R/.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen yen su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. R/.
En
el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro
amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos
confiado. R/.
Esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
De la carta a los hebreos: 11, 1-2. 8-19
Hermanos:
La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de
conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros
mayores.
Por
su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba,
partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe,
vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña,
como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él.
Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios.
Por
su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo
concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa;
y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa
como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Todos
ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos,
pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron
que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a
entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran
añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de
volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del
cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les
tenía preparada una ciudad.
Por
su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar
a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había
dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre.
Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a
los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un
símbolo profético.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Mt 24, 42. 44
R/. Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre. R/.
También ustedes estén preparados.
Del santo Evangelio según san Lucas: 12, 32-48
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío,
porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den
limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el
cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni
carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón.
Estén
listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes
a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda,
para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su
señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la
túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a
medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.
Fíjense
en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el
ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete
en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en
que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre".
Entonces
Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o
por todos?" El Señor le respondió: "Supongan que un administrador,
puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de
repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y
prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra
cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo
lo que tiene. Pero si este siervo piensa: ‘Mi amo tardará en llegar’ y
empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a
embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su
amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a
los hombres desleales.
El
siervo que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni
hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla,
haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le da,
se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho
más".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos,
hermanos, a nuestro Señor Jesucristo, para que, acordándose de su
promesa, escuche la oración de los que nos hemos reunido en su nombre.
Digamos: escúchanos, Señor.
Por la paz que desciende del cielo, por la unión de las Iglesias y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.
Por
los que trabajan por el bien de los pobres, por los que ayudan a los
ancianos y por los que cuidan a niños y desvalidos, roguemos al Señor.
Por
los que están abatidos o sometidos a una prueba, por los que están en
peligro, por el retorno de los extraviados y por la libertad de los
encarcelados,roguemos al Señor.
Por
los que en este momento están orando con nosotros, por los que han
pedido nuestras oraciones y por el reposo eterno de nuestros hermanos
difuntos,roguemos al Señor.
Escucha,
Señor, nuestras oraciones y haz que los corazones de tus fieles se
inflamen en la fe que impulsó a nuestro padre Abraham a vivir como
extranjero en la tierra que le prometiste, y que también esperemos el
regreso de tu Hijo, como el criado a quien el Señor encuentra en vela,
en el momento de su llegada, para que podamos así ser acogidos por
Cristo en el banquete eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe
benignamente, Señor, los dones de tu Iglesia, y, al concederle en tu
misericordia que te los pueda ofrecer, haces al mismo tiempo que se
conviertan en sacramento de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 147, 12. 14
Alaba, Jerusalén, al Señor, porque te alimenta con lo mejor de su trigo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La
comunión de tus sacramentos que hemos recibido, Señor, nos salven y nos
confirmen en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Comentario al Evangelio de hoy domingo, 7 de agosto de 2016
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
“Dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. El Reino es una posesión, es de ellos, el Padre se lo ha dado, por eso no hay temor, no hay miedo. Si el Reino es de ellos, nuestro, la consecuencia es lógica, lo que hay que hacer, es: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”.
El Reino no se puede confundir, con la acumulación de bienes materiales, pues sería tan débil, que sucumbiría tanto a la codicia ajena, a los ladrones, como a la polilla. El Reino pide hacer justicia con los pobres: vended vuestros bienes, dad limosna. Pero a su vez nos supera, no se puede controlar, por eso: estad vigilantes, con las lámparas encendidas, no sabemos ni el día ni la hora. Es “todavía no” y “ya con urgencia”, la tarea que tenemos que hacer es irrenunciable y centro de la propuesta cristiana.
Pedro pregunta: “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”. Sólo somos administradores, no poseedores de los bienes y del Reino, sino servidores. Como diría Oscar Romero: “Somos los sirvientes en espera del Señor que ha de venir. ¡Ojalá no lo olvidara nadie!, ni aquellos que se han sentido dueños del mundo, porque tienen en sus manos los poderes. También ellos, son los criados del Señor que ha de venir. Y el evangelio termina terriblemente: aquel al que se le ha dado más, mayores responsabilidades, será juzgado con mayor severidad, aquel que pudo hacer feliz al mundo con sus bienes, y solamente vivió de sus egoísmos. Están soñando. Vendrá el día, los despertará; y se encontrarán frente al dueño de las cosas, al dueño de los pueblos, frente al Señor de la historia”.
Nuestro mundo está mal administrado, los bienes de la tierra están en manos de unos pocos, podríamos señalar a los culpables, pero de alguna manera estamos todos implicados. Es claro, que los que poseen los bienes de la tierra, destinados por Dios para todos, (la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), nos habla del destino universal de los bienes), no reparten “su ración a sus horas” y se olvidan de que el amo ha de venir. Por eso: “empiezan a pegarle a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse”, a ensañarse en ocasiones, con los más pobres.
Se nos ha dado el Reino, sabiendo que: “Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”. Cerrar los ojos a la realidad no es muy cristiano, es preciso denunciar, se nos exige, trabajar por construir un mundo mejor, más justo, más fraterno y en paz, eso es hacer presente el Reino. Para eso, tendremos que recorrer caminos de conversión personal y comunitaria, denunciar y oponerse con nuestra vida, acción y palabra, a cuanto contradice al hombre y su dignidad, al plan de Dios sobre la vida y la convivencia humana.
La primera lectura del libro de la Sabiduría nos recuerda: “Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues en una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti”. Dios ha puesto su Reino y sus bienes en nuestras manos, para que lleguen a todos en justicia y caridad. Dichoso el administrador fiel, a quién su Señor encuentre en vela: “os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. Estemos atentos y tengamos claro, que: “donde este nuestro tesoro allí también estará nuestro corazón”. ¿Será nuestro tesoro, nuestra vocación, nuestra posesión…: El Reino?
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
“Dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. El Reino es una posesión, es de ellos, el Padre se lo ha dado, por eso no hay temor, no hay miedo. Si el Reino es de ellos, nuestro, la consecuencia es lógica, lo que hay que hacer, es: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”.
El Reino no se puede confundir, con la acumulación de bienes materiales, pues sería tan débil, que sucumbiría tanto a la codicia ajena, a los ladrones, como a la polilla. El Reino pide hacer justicia con los pobres: vended vuestros bienes, dad limosna. Pero a su vez nos supera, no se puede controlar, por eso: estad vigilantes, con las lámparas encendidas, no sabemos ni el día ni la hora. Es “todavía no” y “ya con urgencia”, la tarea que tenemos que hacer es irrenunciable y centro de la propuesta cristiana.
Pedro pregunta: “Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?”. Sólo somos administradores, no poseedores de los bienes y del Reino, sino servidores. Como diría Oscar Romero: “Somos los sirvientes en espera del Señor que ha de venir. ¡Ojalá no lo olvidara nadie!, ni aquellos que se han sentido dueños del mundo, porque tienen en sus manos los poderes. También ellos, son los criados del Señor que ha de venir. Y el evangelio termina terriblemente: aquel al que se le ha dado más, mayores responsabilidades, será juzgado con mayor severidad, aquel que pudo hacer feliz al mundo con sus bienes, y solamente vivió de sus egoísmos. Están soñando. Vendrá el día, los despertará; y se encontrarán frente al dueño de las cosas, al dueño de los pueblos, frente al Señor de la historia”.
Nuestro mundo está mal administrado, los bienes de la tierra están en manos de unos pocos, podríamos señalar a los culpables, pero de alguna manera estamos todos implicados. Es claro, que los que poseen los bienes de la tierra, destinados por Dios para todos, (la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), nos habla del destino universal de los bienes), no reparten “su ración a sus horas” y se olvidan de que el amo ha de venir. Por eso: “empiezan a pegarle a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse”, a ensañarse en ocasiones, con los más pobres.
Se nos ha dado el Reino, sabiendo que: “Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”. Cerrar los ojos a la realidad no es muy cristiano, es preciso denunciar, se nos exige, trabajar por construir un mundo mejor, más justo, más fraterno y en paz, eso es hacer presente el Reino. Para eso, tendremos que recorrer caminos de conversión personal y comunitaria, denunciar y oponerse con nuestra vida, acción y palabra, a cuanto contradice al hombre y su dignidad, al plan de Dios sobre la vida y la convivencia humana.
La primera lectura del libro de la Sabiduría nos recuerda: “Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues en una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti”. Dios ha puesto su Reino y sus bienes en nuestras manos, para que lleguen a todos en justicia y caridad. Dichoso el administrador fiel, a quién su Señor encuentre en vela: “os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. Estemos atentos y tengamos claro, que: “donde este nuestro tesoro allí también estará nuestro corazón”. ¿Será nuestro tesoro, nuestra vocación, nuestra posesión…: El Reino?