LECTURAS DEL SÁBADO XVIII DEL T. ORDINARIO 6 DE AGOSTO LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (BLANCO)
De la nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo".
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Mt 17, 5
Apareció
el Espíritu Santo en una nube luminosa y se oyó la voz del Padre
celestial que decía: Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas
mis complacencias; escúchenlo.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que en la Transfiguración gloriosa de tu Unigénito
fortaleciste nuestra fe con el testimonio de los profetas y nos dejaste
entrever la gloria que nos espera, como hijos tuyos, concédenos escuchar
siempre la voz de tu Hijo amado, para llegar a ser coherederos de su
gloria. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Nosotros escuchamos esta voz venida del cielo.
Hermanos:
Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro
Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia,
sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En
efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del
Padre resonó sobre él, diciendo: "Éste es mi Hijo amado, en quien yo me
complazco". Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras
estábamos con el Señor en el monte santo.
Tenemos
también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón
ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta
que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones
de ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 96
R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina
el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero.
Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la
justicia y el derecho. R/.
Los
montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra. Los
cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R/.
Tú, Señor altísimo, estás muy por encima de la tierra y mucho más en alto que los dioses. R/.
ACLAMACIÓN Mt 17, 5
R/. Aleluya, aleluya.
Éste es mi Hijo muy amado, dice el Señor, en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo. R/.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto.
Del santo Evangelio según san Lucas: 9, 28-36
En
aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y
subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de
aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De
pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de
esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba
en Jerusalén.
Pedro
y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron
la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se
retiraban, Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, sería bueno que nos
quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para
Moisés y otra para Elías", sin saber lo que decía.
No
había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y
ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube
salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo".
Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, las ofrendas que te presentamos en la gloriosa Transfiguración
de tu Unigénito, y límpianos de las manchas del pecado con el resplandor
de tu luz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno, por Jesucristo, Señor nuestro.
Porque
él reveló su gloria ante los testigos que había elegido, y revistió su
cuerpo, semejante al de todos los hombres, de un extraordinario
esplendor, para apartar del corazón de sus discípulos el escándalo de la
cruz, y manifestar que se cumpliría en la totalidad del cuerpo de la
Iglesia lo que brilló admirablemente en él mismo, su cabeza. Por eso,
con todos los ángeles, te alabamos por siempre en la tierra, aclamándote
sin cesar: Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Jn 3, 2
Cuando se manifieste el Señor, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy sábado, 6 de agosto de 2016
Fernando Torres cmf
La vida se va haciendo en el camino. Y a lo largo del camino hay momentos muy diferentes. Hace años tuve la oportunidad de hacer el Camino de Santiago, esa peregrinación que recorre toda Europa hasta llegar a Santiago de Compostela en el extremo oeste de España. Hice el camino solo. Mejor habría que decir que lo empecé solo porque a lo largo del camino me fui encontrando con gente muy diversa. De todo pelaje y condición.
El camino fue una oportunidad, como la vida, de irnos conociendo unos a otros. Los que empezamos como unos perfectos desconocidos nos fuimos conociendo poco a poco. Una era la forma de conocernos a lo largo del camino, caminando, en el esfuerzo de las cuestas y en el relajo de los descensos, bajo el sol ardiente o bajo la luz del amanecer. Pero había otros momentos en que se compartía con mucha facilidad. Era el momento de las paradas. Al finalizar el día, al encontrarnos en el refugio, duchados, limpios y un poco descansados de los sudores del día. Era fácil que en aquellos surgiese la conversación donde los peregrinos hablábamos de nosotros mismos, de nuestras vidas. Aparecía allí sin dificultad lo que llevábamos en el corazón al hacer el Camino.
Me imagino este momento de la transfiguración como un alto en el camino de Jesús y del grupo de sus seguidores. Algo les había atraído en aquel hombre que les había llevado a dejarlo todo para seguirle. Por el camino se habían ido conociendo entre ellos. Habían visto a Jesús actuar, acercarse a los pobres y enfermos, hablar a todos del reino de Dios. Se habían ido conociendo entre ellos también. Habían ido haciendo poco a poco comunidad, grupo, familia de los que eran ajenos unos a otros.
En aquel camino tuvo que haber muchas paradas, muchas jornadas que tuvieron su momento del final del día, de descanso, de conversación tranquila. Allí se iban desgranando los sueños, las esperanzas y los deseos de cada uno. Allí también estaba Jesús hablando, compartiendo, dándose a conocer, hablando de su Padre y del Reino, no como el que enseña sino como el que comparte lo que es. Y los discípulos iban descubriendo a quien estaban realmente siguiendo. Poco a poco, como pasan casi todas las cosas en la vida.
Seguro que aquello de “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas” lo dijeron más de una vez. Porque muchas veces, en esos diálogos se tiene la sensación de que el tiempo se para y de que se está ya en el mismo cielo.
Pero la vida sigue. La Transfiguración pasó y hubo que volver al camino. La vida no se queda en palabras. Hay cuestas que subir, hay cruces que cargar, hay personas a las que amar y por las que dar la vida. El Reino está siempre más allá. Y en ese más allá es donde nos espera la plenitud. ¡Ánimo! El camino sigue y Jesús nos invita a seguir caminando con él