LECTURAS DEL MIÉRCOLES XVII DEL T. ORDINARIO 27 DE JULIO (VERDE)
El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 66, 2-3
Que
Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga, vuelva sus ojos a
nosotros, para que conozcamos en la tierra tus caminos y los pueblos tu
obra salvadora.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad, mira la abundancia de tu mies y dígnate
enviarle trabajadores, para que tu Evangelio sea anunciado a toda
creatura y tu pueblo, congregado por la palabra de vida y sostenido con
la fuerza de los sacramentos, avance por el camino de la salvación y de
la caridad. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
¿Por qué mi dolor no acaba nunca? – Si te vuelves a mí, seguirás a mi servicio.
¡Ay
de mí, madre mía! ¿Por qué me engendraste para que fuera objeto de
pleitos y discordias en todo el país? A nadie debo dinero, ni me lo
deben a mí, y sin embargo, todos me maldicen.
Siempre
que oí tus palabras, Señor, las acepté con gusto; tus palabras eran mi
gozo y la alegría de mi corazón, porque yo defendía tu causa, Señor,
Dios de los ejércitos.
No
me senté a reír con los que se divertían; forzado por tu mano, me
sentaba aparte, porque me habías contagiado con tu propia ira. ¿Por qué
mi dolor no acaba nunca y mi herida se ha vuelto incurable? ¿Acaso te
has convertido para mí, Señor, en espejismo de aguas que no existen?
Entonces
el Señor me respondió: "Si te vuelves a mí, yo haré que cambies de
actitud, y seguirás a mi servicio; si separas el metal precioso de la
escoria, seguirás siendo mi profeta. Ellos cambiarán de actitud para
contigo y no tú para con ellos. Yo te convertiré frente a este pueblo en
una poderosa muralla de bronce: lucharán contra ti, pero no podrán
contigo, porque yo estaré a tu lado para librarte y defenderte, dice el
Señor. Te libraré de las manos de los perversos, te rescataré de las
manos de los poderosos".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 58
R/. Me alegraré, Señor, por tu bondad.
Dios
mío, líbrame de mis enemigos, protégeme de mis agresores; líbrame de
los que hacen injusticias, sálvame de los hombres sanguinarios. R/.
Mira
cómo se conjuran contra mí los poderosos y esperan el momento de
matarme. Sin embargo, Señor, en mí no hay crimen ni pecado; sin culpa
mía, avanzan contra mí para atacarme. R/.
En
ti, Señor, tendré fijos los ojos, porque tú eres mi fuerza y mi
refugio. El Dios de mi amor vendrá en mi ayuda y me hará ver la derrota
de mis enemigos. R/.
Yo
celebraré tu poder y desde la mañana me alegraré por tu bondad, porque
has sido mi defensa y mi refugio en el día de la tribulación. R/.
ACLAMACIÓN Jn 15, 15
A ustedes los llamo amigos, dice el Señor, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. R/.
El que encuentra un tesoro en un campo, vende cuanto tiene y compra aquel campo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 44-46
En
aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se
parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a
esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel
campo.
El
Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas
que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la
compra".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira,
Señor, el rostro de tu Ungido, que se entregó a sí mismo en redención
por todos, para que, por él, tu nombre sea glorificado en todas las
naciones, y en todo lugar se ofrezca un único sacrificio a tu majestad,
desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Mt 28, 20
Enseñen
a todos los pueblos a cumplir lo que les he mandado, dice el Señor. Yo
estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
rogamos, Señor, que, alimentados con el don de nuestra redención, este
auxilio de salvación eterna afiance siempre nuestra fe en la verdad. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Comentario al Evangelio de hoy
Todo lo que tenemos
Las palabras de Jesús ponen a prueba lo que verdaderamente vale para mí,
para cada uno de nosotros. ¿Por qué tesoro vendería todo lo que tengo
para comprarlo? ¿A qué estoy dispuesto a renunciar para adquirir lo que,
para mí, vale más que todo lo que tengo? Este “todo lo que tiene” es,
tal vez, la expresión decisiva de las sencillas pero radicales parábolas
del tesoro escondido y de la perla preciosa, símbolos del Reino de los
Cielos. Carece de importancia que ese “todo” sea mucho o poco, lo que
importa es que representa toda mi hacienda, el fruto de mi esfuerzo o el
patrimonio recibido de la familia, es mi pasado y mi futuro, lo que me
da sentido, pero también seguridad. ¿Por qué clase de bien estaría yo,
realmente, a vender (y perder) “todo” con tal de ganar ese otro que,
evidentemente ha de ser muy superior a lo que dejo? ¿Es, realmente, para
mí es bien el Reino de Dios, el Evangelio de Cristo, su persona, el
camino arriesgado e incierto de su seguimiento?Muchas personas, incluso muchos cristianos, estarían dispuestos a venderlo todo por una Bonoloto o un Euromillones, de esos que producen vértigo cuando escuchas la cifra. Otros, tal vez, lo darían todo de buena gana por alcanzar fama, poder, éxito social… También los enamorados pasan una fase de semilocura, en la que estarían dispuestos a cualquier cosa, con tal de ganar el favor de la persona amada.
Jesús nos pone hoy ante la encrucijada, nos llama a examinar lo que de verdad nos motiva en la vida, y nos pregunta si ese objeto de supremo valor, el único por el que realmente merece venderlo, perderlo, arriesgarlo todo, es para cada uno de nosotros el Evangelio, el Reino de Dios, el seguimiento al que nos está llamando. Es bueno que nos hagamos la pregunta y que sintamos el vértigo de la duda, pues hay otros bienes que brillan más a primera vista (el tesoro está escondido, no lo olvidemos), mientras que lo que Jesús nos propone, nos alegra, pero también nos complica la vida (como a Jeremías); y es bueno que, antes de responder, volvamos la vista a ese “todo”, poco o mucho, que poseemos, que debemos estar dispuestos a vender, para adquirir el tesoro que nos propone, la perla preciosa que nos enriquece y nos salva.