LECTURAS DEL MARTES XVII DEL T. ORDINARIO 26 DE JULIO SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA PADRES DE LA INMACULADA VIRGEN MARÍA (BLANCO)
Los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 44, 1.25
Alabemos a san Joaquín y a santa Ana, porque en su descendencia el Señor Dios ha bendecido a todos los pueblos.
ORACIÓN COLECTA
Señor,
Dios de nuestros padres, que concediste a los santos Joaquín y Ana la
singular gracia de que naciera de ellos la Madre de tu Hijo encarnado,
concédenos, por las súplicas de ambos, que alcancemos la salvación
prometida a tu pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Acuérdate, Señor, de tu alianza con nosotros y no la quebrantes.
Del libro del profeta Jeremías: 14, 17-22
Que
mis ojos lloren sin cesar de día y de noche, porque la capital de mi
pueblo está afligida por un gran desastre, por una herida gravísima. Si
salgo al campo, encuentro gente muerta por la espada; si entro en la
ciudad, hallo gente que se muere de hambre. Hasta los profetas y los
sacerdotes andan errantes por el país y no saben qué hacer.
¿Acaso
has rechazado, Señor, a Judá? ¿O te has cansado ya de Sión? ¿Por qué
nos has herido tan gravemente, que ya no tenemos remedio? Esperábamos
tranquilidad y sólo hay perturbación; esperábamos la curación y sólo
encontramos miedo. Reconocemos, Señor, nuestras maldades y las culpas de
nuestros padres; hemos pecado contra ti. Por ser tú quién eres, no nos
rechaces; no deshonres el trono de tu gloria. Acuérdate, Señor, de tu
alianza con nosotros y no la quebrantes. ¿Acaso los ídolos de los
paganos pueden hacer llover? ¿Acaso los cielos, por sí solos, pueden
darnos la lluvia? Tú solo, Señor y Dios nuestro, haces todas estas
cosas, por eso en ti tenemos puesta nuestra esperanza.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 78
R/. Socórrenos, Señor, y te alabaremos.
No
recuerdes, Señor, contra nosotros, las culpas de nuestros padres. Que
tu amor venga pronto a socorrernos, porque estamos totalmente abatidos.
R/.
Para
que sepan quién eres, socórrenos, Dios y salvador nuestro. Por el honor
de tu nombre, sálvanos y perdona nuestros pecados. R/.
Que
lleguen hasta ti los gemidos del cautivo; con tu brazo poderoso salva a
los condenados a muerte. Y nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre y de generación en generación te alabaremos.
R/.
ACLAMACIÓN Jn 8, 12
R/. Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R/.
Así como recogen la cizaña y la queman, así será el fin del mundo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 36-43
En
aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces
se le acercaron sus discípulos y le dijeron: "Explícanos la parábola de
la cizaña sembrada en el campo".
Jesús
les contestó: "El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la
cizaña son los partidarios del demonio; el enemigo que la siembra es del
demonio; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores
son los ángeles.
Y
así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin
del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen
de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los
malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la
desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de
su Padre. El que tenga oídos, que oiga".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, los dones que te presentamos y concede que merezcamos participar
de la misma bendición que prometiste a Abraham y a su descendencia. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Obtendrán la bendición de Dios, y Dios, su salvador, les hará justicia.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
nuestro, que quisiste que tu Unigénito naciera del linaje de los
hombres, para que los hombres, por un admirable misterio, renacieran de
ti, te rogamos que, por tu bondad, santifiques con el espíritu de
adopción a quienes alimentaste con el pan de los hijos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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Comentario al Evangelio de hoy
La familiaridad de Dios
Para
los espíritus críticos, esta sería una fiesta (litúrgicamente, una
Memoria obligatoria) innecesaria, puesto que se basa, no en datos
bíblicos, sino en tradiciones apócrifas y en visiones hagiográficas sin
suficiente fundamento histórico. Sin embargo, el sentido de esta
celebración que recuerda a los padres de la Virgen María, aparte de
hacer homenaje a la Tradición de la Iglesia, que es una fuente verdadera
de nuestra fe, quiere afirmar el realismo de la encarnación del Verbo
de Dios, su verdadera inserción en la historia humana. Y, para ello, es
preciso afirmar también la plena humanidad de María, a la que, en
ocasiones, tendemos a considerar un ser tan angelical y celestial, que
se encuentra fuera de nuestra humana concreción. Jesús nació de una
mujer (Gal 4, 4), que fue hija a su vez de unos padres humanos. Aunque
no podamos saber con certeza científica sus nombres, ni detalles de su
vida, por ejemplo, si llegaron a conocer a Jesús, sabemos con certeza
que existieron, que tuvieron rostro y nombre, y que, en su hija, María,
contemplaron ya la aurora de la salvación. El Dios que se ha revelado
como un Dios familia, un Dios Padre que se hace visible en el Hijo,
quiere transmitirnos ese Espíritu de familiaridad (el Espíritu del Amor,
el Espíritu Santo), para vivir en familiaridad con nosotros.Al celebrar la memoria de los padres de María, Madre de Jesús, somos invitados a elevar un canto de acción de gracias y alabanza, porque, en verdad, somos dichosos, más afortunados que los antiguos patriarcas y profetas, porque a nosotros se nos ha dado contemplar el cumplimiento de las antiguas promesas, aquello que ellos anhelaron y esperaron, y que nosotros hemos recibido como un don inmerecido. La alabanza y la acción de gracias, el sentirnos dichosos por lo que hemos visto y oído, por lo que vemos y oímos cada día (la alegría del Evangelio, la alegría del amor), ¿no deberá traducirse en una forma de vida que sigue encarnando y haciendo visible la cercanía y familiaridad de Dios entre los hombres?
Cordialmente,
José M. Vegas cmf