LECTURAS DEL LUNES XVII DEL T. ORDINARIO 25 DE JULIO SANTIAGO APÓSTOL (ROJO)
"Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino".
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Mt 4, 18. 21
Caminando
Jesús por la ribera del mar de Galilea, vio a Santiago y a su hermano
Juan, hijos de Zebedeo, que estaban remendando sus redes, y los llamó.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que consagraste las primicias de la predicación
apostólica con la sangre del apóstol Santiago, concede a tu Iglesia
quedar fortalecida por su martirio y amparada siempre con su protección.
Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Llevamos siempre la muerte de Jesús en nuestro cuerpo.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 4, 7-15
Hermanos:
Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta
fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos. Por
eso sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman
las preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos,
pero no desamparados; derribados, pero no vencidos. Llevamos siempre y
por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este
mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús. Nuestra vida es un
continuo estar expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo
que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes, la vida.
Y
como poseemos el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de
la Escritura: Creo, por eso hablo, también nosotros creemos y por eso
hablamos, sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también
a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado con ustedes. Y todo esto
es para bien de ustedes de manera que, al extenderse la gracia a más y
más personas, se multiplique la acción de gracias para gloria de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 125
R/. Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Cuando
el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no
cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
R/.
Aun
los mismos paganos con asombro decían: "¡Grandes cosas ha hecho por
ellos el Señor!" Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su
pueblo el Señor. R/.
Como
cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra
suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran
con dolor. R/.
Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R/.
ACLAMACIÓN Cfr. Jn 15, 16
R/. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su fruto permanezca. R/.
Beberán mi cáliz.
Del santo Evangelio según san Mateo: 20, 20-28
En
aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto
con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué
deseas?" Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se
sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino". Pero
Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz
que yo he de beber?" Ellos contestaron: "Sí podemos". Y él les dijo:
"Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no
me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".
Al
oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos
hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya saben que los jefes de
los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así
entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que
los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el
Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la
vida por la redención de todos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Purifícanos,
Señor, con el bautismo salvador de la pasión de tu Hijo, para que, en
la fiesta de Santiago, el primer Apóstol que participó en el cáliz
redentor de Cristo, podamos ofrecerte un sacrificio agradable a ti. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I o II de los Apóstoles.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Bebieron el cáliz del Señor y llegaron a ser amigos de Dios.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Por
intercesión del apóstol Santiago, en cuya festividad hemos recibido con
alegría tus santos sacramentos, concédenos, Señor, tu protección y tu
ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne.
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Comentario al Evangelio de hoy
El trono y la cruz
A
propósito de la solemnidad de Santiago Apóstol suele suscitarse en
España la polémica de si debería ser fiesta nacional, de si la ofrenda
al Apóstol deberían realizarla (como es tradición) las autoridades
civiles y políticas, o si, por el contrario, dado el carácter no
confesional del Estado (que algunos interpretan de manera extrema como
laicismo radical) deben separarse por completo esos ámbitos. Sin negar
la oportunidad, incluso la necesidad de tales debates, es inevitable
descubrir en ellos el resabio de la presencia de la fe cristiana en la
sociedad como una forma de poder. Y, aunque los cristianos debemos
aspirar a evangelizar la sociedad y conformarla con los valores
cristianos, por considerarlos esenciales para el bien humano en su
plenitud (que no otra cosa significa la salvación), Jesús no avala una
forma de influencia basada en el poder (social, político, económico),
que siempre comporta algún gado de violencia y opresión, sino que nos
exhorta al humilde servicio. Es desde abajo, desde donde debemos
evangelizar.La Palabra de Dios ilumina con claridad el itinerario de Santiago (y de los otros Apóstoles) que va de una inicial ambición de poder, censurada por Cristo, a una forma de servicio que le lleva precisamente a enfrentarse a esos poderes a los que aspiraba, y que llega a la entrega de la propia vida en testimonio del Evangelio. Esta Palabra nos dice que la tentación de extender el evangelio por la vía del poder es, en cierto modo, natural, por eso los Apóstoles la sienten también con fuerza, y los cristianos de todos los tiempos seguimos sintiéndola. Pero la amonestación por parte de Cristo y el testimonio de Pedro y Juan, y el posterior martirio de Santiago, nos enseñan que es posible convertirse, aprender, acoger y seguir el camino propuesto por Cristo, el camino del servicio, hasta la entrega de la propia vida como supremo testimonio cristiano.
Ese valiente testimonio de Pedro y Juan, de palabra, ante el Sanedrín, y de Santiago con su sangre, nos indican, además, que hemos de vencer otra tentación frecuente: la de la excesiva prudencia para evitarnos problemas y persecuciones. Tal vez si Pedro y Juan hubieran sido más “prudentes”, menos osados, en su testimonio ante el Sanedrín, se hubiera podido evitar el martirio de Santiago, que tan escuetamente se narra en la primera lectura. Tal vez, pero es probable también que sin esa “imprudencia”, sin esa claridad en las palabras, sin ese valor de obedecer a Dios sin plegarse a las presiones de los poderes humanos, el evangelio no hubiera llegado a nosotros y se hubiera convertido en una secta marginal del judaísmo. “Creí y por eso hablé”, afirma Pablo, citando el salmo 115. El creyente de verdad no puede callar, aunque ello comporte riesgos. Pero en el seguimiento de Cristo comprendemos que hay derrotas que son victorias, muertes que son fuente de vida, que aunque nos aprieten, apuren, acosen o derriben, no somos aplastados, desesperados, abandonados o rematados, porque en nosotros actúa la muerte de Cristo, y así se manifiesta también en nuestras vasijas de barro la fuerza extraordinaria de Dios, en nuestros cuerpos mortales, la vida nueva del Resucitado.
Así, pues, si queremos celebrar de verdad al Apóstol Santiago, al margen que se celebre civilmente de una forma u otra, lo que tenemos que hacer es ponernos al servicio de nuestros hermanos y anunciar la alegría del Evangelio sin miedo, con claridad, sin excesos de prudencia, asumiendo los riesgos que, en ocasiones, esto comporta, dispuestos, como Santiago, a derramar nuestra sangre como supremo testimonio de la Verdad.
Cordialmente,
José M. Vegas cmf