Misal del dia de hoy Sabado 25 de Junio 2016 y Comentario al Evangelio

LECTURAS DEL SÁBADO XII DEL T. ORDINARIO 25 DE JUNIO (VERDE)


Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande.


clip_image002




ANTÍFONA DE ENTRADA

Dichosa eres tú, santísima Virgen María y digna de toda alabanza, porque de ti brotó el sol de justicia, Jesucristo, nuestro Señor, por quien fuimos salvados y redimidos.

ORACIÓN COLECTA

Concédenos, Dios todopoderoso, que tus fieles que se alegran de estar bajo la protección de la santísima Virgen María, nos veamos libres, por su piadosa intercesión, de todos los males aquí en la tierra y merezcamos llegar a los gozos eternos en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Jerusalén, clama al Señor con toda el alma.

clip_image003
Del libro de las Lamentaciones: 2, 2. 10-14. 18-19

El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; en su furor ha destruido las fortalezas de Judá; ha echado por tierra y deshonrado al rey y a sus príncipes.

En el suelo están sentados, en silencio, los ancianos de Sión; se han echado ceniza en la cabeza y se han vestido de sayal. Humillan su cabeza hasta la tierra las doncellas de Jerusalén.

Mis ojos se consumen de tanto llorar y el dolor me quema las entrañas; la bilis me amarga la boca por el desastre de mi pueblo, al ver que los niños y lactantes desfallecen en las plazas de la ciudad.

Los niños les preguntan a sus madres: "¿Dónde hay pan?" Y caen sin fuerzas, como heridos, en las plazas de la ciudad, y expiran en brazos de sus madres. ¿Con quién podré compararte, Jerusalén? ¿Con quién te podré asemejar? ¿O qué palabras te podré decir para consolarte, virgen, hija de Sión? Inmensa como el mar es tu desgracia.

¿Quién podrá curarte? Tus profetas te engañaron con sus visiones falsas e insensatas. No te hicieron ver tus pecados para evitarte así el cautiverio, y sólo te anunciaron falsedades e ilusiones. Clama, pues, al Señor con toda el alma; gime, Jerusalén; deja correr a torrentes tus lágrimas de día y de noche; no te concedas descanso; que no dejen de llorar las niñas de tus ojos. Levántate y dama al Señor durante toda la noche; derrama como agua tu corazón en la presencia de Dios; alza tus manos hacia él y ruega por la vida de tus pequeñuelos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 73

clip_image004
R/. No te olvides, Señor, de nosotros.

¿Por qué, Dios nuestro, nos has abandonado y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño? Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión, donde pusiste tu morada. R/.

Ven a ver estas ruinas interminables: el enemigo ha arrasado todo el santuario; rugieron los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus estandartes. R/.

Parecía que se abrían paso a hachazos en medio de la maleza. Con martillos y mazos destrozaron todas las puertas; prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron tu morada. R/.

Acuérdate de tu alianza, Señor, pues todo el país está lleno de violencia. Que el humilde no salga defraudado, y los pobres y afligidos alaben tu nombre. R/.

ACLAMACIÓN  Cfr. Lc 2, 19

clip_image005






R/. Aleluya, aleluya.

Dichosa la Virgen María, que guardaba la palabra de Dios y la meditaba en su corazón. R/.

Muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos.


clip_image006
Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 5-17

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: "Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho". Él le contestó: "Voy a curarlo".

Pero el oficial le replicó: "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘ve, él va; al otro: ¡Ven!’, y viene; a mi criado: ¡Haz esto!’, y lo hace".

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: "Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación".

Jesús le dijo al oficial romano: "Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído". Y en aquel momento se curó el criado.

Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirles.

Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. El expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: El hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Mira, Señor, las oraciones y las ofrendas que tus fieles te presentan al conmemorar a santa María, Madre de Dios; haz que te sean agradables y nos alcancen el auxilio de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Santa María Virgen.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Lc 1, 48

El Señor puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Reanimados por el sacramento de salvación, humildemente te pedimos, Señor, que quienes celebramos con veneración la memoria de la santísima Virgen María, Madre de Dios, merezcamos experimentar continuamente el fruto de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.



https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica


 

Comentario al Evangelio de hoy

Fernando Torres cmf

      Estamos en el año de la misericordia. Y la misericordia no es más que una forma de llamar al contenido central del Evangelio: el testimonio vivo, en Jesús, del amor con que Dios nos ama. A veces me ha dado la impresión de que se ha pretendido centrar el año en “confesarse”. Como si el sacramento de la reconciliación fuese casi la exclusiva manera práctica de vivir la misericordia. O de experimentar la misericordia de Dios. Es empobrecer algo que es mucho más grande. 
      El texto evangélico de este sábado nos muestra a un Jesús que se preocupa del bienestar de los que están con él y de los que se va encontrando en su caminar. Da lo mismo que sea un centurión romano –uno de los opresores, un oficial del ejército de ocupación–. Da lo mismo que sea su suegra que tiene fiebre. Da lo mismo que sean los muchos endemoniados que llevan a su presencia como última esperanza de salud. 
      En cualquier caso, Jesús se acerca a ellos, dialoga con ellos de tú a tú. Va más allá. El gesto de coger la mano de la suegra de Pedro es conmovedor. ¿Quién no ha tenido la experiencia de acercarse a una persona que sufre e, incapaz de decir una palabra, simplemente le ha tomado de la mano como un gesto de cercanía, de afecto, de apoyo? Dar la mano así es romper la distancia física, sentirse solidario. En el momento de dar la mano no pasa de Jesús a la mujer una fuerza misteriosa ni mágica. Pasa –lo que es mucho más valioso– el amor, el cariño y el afecto. Pero también hay algo que pasa en la otra dirección: de la mujer a Jesús pasa el dolor y el sufrimiento, la pena y la injusticia del que sufre. Cuando Jesús nos toca es Dios mismo quien nos toca. Es Dios mismo quien se deja tocar por nuestro dolor. En Jesús, sentimos la presencia misericordiosa de Dios que se acerca a nosotros, que no habla pero nos coge de la mano y nos acompaña en nuestro dolor. ¿Qué más queremos?
      Todos estos gestos de Evangelio de hoy son gestos de cercanía, de cariño. Nos hablan de Dios a gritos. Nos dicen como es el Abbá de Jesús, como es nuestro Dios. Como dice la frase con que termina el Evangelio: “El tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.” ¿Qué mejor expresión queremos de la misericordia de Dios?
      Ahora nos toca a nosotros ser los testigos de esa misericordia de Dios en nuestro mundo, aquí y ahora. Para eso, tenemos que hacer como Jesús: estar cerca, escuchar mucho, dialogar, tocar sin miedo –y tocar no se puede hacer a distancia, ni física ni de ningún otro tipo– y dejar que nos llegue a nosotros el dolor, el sufrimiento del otro. Sólo así podremos testimoniar el amor-misericordia de Dios.