LECTURAS DEL MARTES X DEL T. ORDINARIO 7 DE JUNIO (VERDE)
Ustedes son la sal de la tierra. Ustedes son la luz del mundo.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Lc 4, 18
El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los
pobres la buena nueva, para sanar a los contritos de corazón y perdonar
a los que se arrepienten.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que constituiste a tu Hijo único Sumo y Eterno Sacerdote, concede
que aquellos a quienes él eligió como ministros y dispensadores de tus
sacramentos, sean hallados fieles en el cumplimiento del ministerio
recibido. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
La tinaja de harina no se vació, según las palabras que dijo el Señor por medio de Elías.
Del primer libro de los Reyes: 17, 7-16
Al
cabo de algún tiempo, el torrente donde el profeta Elías estaba
escondido se secó, porque no había llovido en la región. Entonces el
Señor le dijo a Elías: "Anda y vete a Sarepta de Sidón y quédate ahí,
pues le he ordenado a una viuda de esa ciudad que te dé de comer".
El
profeta Elías se levantó y se puso en camino hacia Sarepta. Al llegar a
la puerta de la ciudad, encontró allí a una viuda que recogía leña. La
llamó y le dijo: "Tráeme, por favor, un poco de agua para beber". Cuando
ella se alejaba, el profeta le gritó: "Por favor, tráeme también un
poco de pan". Ella le respondió: "Te juro por el Señor, tu Dios, que no
me queda ni un pedazo de pan; tan sólo me queda un puñado de harina en
la tinaja y un poco de aceite en la vasija. Ya ves que estaba recogiendo
unos cuantos leños. Voy a preparar un pan para mí y para mi hijo. Nos
lo comeremos y luego moriremos".
Elías
le dijo: "No temas. Anda y prepáralo como has dicho; pero primero haz
un panecillo para mí y tráemelo. Después lo harás para ti y para tu
hijo, porque así dice el Señor de Israel: ‘La tinaja de harina no se
vaciará, la vasija de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor
envíe la lluvia sobre la tierra’ ". Entonces ella se fue, hizo lo que
el profeta le había dicho y comieron él, ella y el niño. Y tal como
había dicho el Señor por medio de Elías, a partir de ese momento ni la
tinaja de harina se vació, ni la vasija de aceite se agotó.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 4
R/. Señor, no te alejes de nosotros.
Tú
que conoces lo justo de mi causa, Señor, responde a mi clamor. Tú que
me has sacado con bien de mis angustias, apiádate y escucha mi oración.
R/.
Y
ustedes, humanos, ¿hasta cuándo ultrajarán mi honor? ¿Hasta cuándo
amarán lo que es engaño y se irán tras lo falso con ardor? R/.
Admirable
en bondad ha sido el Señor para conmigo y siempre que lo invoco me ha
escuchado, por eso en él confío. Así que tiemblen y no pequen; mediten
en silencio en su lecho. R/.
¿Quién
nos hará dichosos, dicen muchos, si has querido, Señor, darnos la
espalda? En cambio a mí, Señor, me has alegrado más que con trigo y vino
en abundancia. R/.
ACLAMACIÓN Mt 5, 16
Que
brille la luz de ustedes ante los hombres, dice el Señor, para que
viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que
está en los cielos. R/.
Ustedes son la luz del mundo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 13-16
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes son la sal de la
tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor?
Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida
en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde
debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero para que alumbre
a todos los de la casa.
Que
de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que
viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que
está en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor
Dios, que has querido que los sacerdotes estén al servicio de tu santo
altar y de tu pueblo, concédeles, por la fuerza de este sacrificio, que
su ministerio te sea siempre grato y dé frutos permanentes en tu
Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 17, 17-18
Padre
santo, santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú
me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy
José M. Vegas cmf
Queridos hermanos,Ser bienaventurado (bendito, beato, feliz) es un don que reciben los que aceptan a Cristo, porque es en él en quien las Bienaventuranzas se encarnan y se hacen realidad. Y esta bienaventuranza no puede no reflejarse en el modo de pensar, de actuar, de vivir de los que la han recibido. Por eso, Jesús no se dirige hoy a nosotros en condicional: lo que podríamos llegar a ser si cumplimos ciertas condiciones; sino que, después de habernos declarado felices (“bienaventurados vosotros…”), Jesús nos dice lo que ya somos: sal y luz. La sal da sabor, resalta lo bueno de lo que sazona, pero además ayuda a conservarlo. Ser sal de la tierra significa mejorar la calidad de la vida, aumentarla, darle plenitud. La luz nos permite ver, descubrir la belleza que nos rodea, pero también no perder el camino, orientarnos, acercarnos a la meta de nuestra vida. Ser luz del mundo significa ayudar a descubrir el sentido verdadero de la realidad toda, iluminar los valores que salvan nuestra vida, hacer al Dios Padre de Jesucristo visible en nuestro mundo.
Pero, como todo en la vida cristiana, el don por el que ya somos sal y luz no es algo automático, sino que conlleva una responsabilidad, la de cuidarlo y acrecentarlo para que cumpla la misión para la que se nos ha dado. Si lo acogemos de manera descuidada, desagradecida, rutinaria, sin dejar que penetre nuestro ser, acabará perdiendo su eficacia. De ahí la advertencia de Jesús sobre la sal que se vuelve sosa o la luz que se esconde.
De hecho, la fe y la vida cristiana son de por sí difusivos. Por eso ha elegido Jesús esas imágenes: la sal y la luz actúan sobre otras realidades distintas de ellas. Los cristianos no podemos no compartir lo que hemos recibido: no podemos vivir para nosotros mismos, sino para los demás, compartiendo nuestra fe, con el testimonio de la palabra y de las buenas obras.
De nuevo vemos el anticipo de la vida evangélica en el profeta Elías, que denuncia el pecado de su propio pueblo (sal que ha perdido el sabor, luz apagada por la idolatría), pero no duda en favorecer a una pobre viuda de un pueblo pagano, capaz de compartir generosamente con él lo poco que tiene. En la denuncia a su pueblo, se nos recuerda la responsabilidad que conlleva la fe. En la gracia que recibe la viuda de Sarepta, su subraya su carácter de don, y también que el bien y la salvación no conocen fronteras.