LECTURAS DEL MARTES XI DEL T. ORDINARIO 14 DE JUNIO (VERDE)
Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.
ANTÍFONA DE ENTRADA Jr 29, 11. 12. 14
Yo
tengo designios de paz, no de aflicción, dice el Señor. Ustedes me
invocarán y yo los escucharé y los libraré de la esclavitud donde quiera
que se encuentren.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos,
Señor, Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio porque la
profunda y verdadera alegría está en servirte siempre a ti, autor de
todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Has hecho pecar a Israel.
Del primer libro de los Reyes: 21, 17-29
Después
de la muerte de Nabot, el Señor le dirigió la palabra al profeta Elías y
le dijo: "Levántate y ve al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive
en Samaria. Se encuentra en la viña de Nabot, a donde ha ido para
apropiársela. Dile lo siguiente: ‘Esto dice el Señor: así que, además de
asesinar, estás robando?’ Dile también: `Por eso, dice el Señor, en el
mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, los perros
lamerán también tu propia sangre’ ".
Ajab
le dijo a Elías: "¿Has vuelto a encontrarme, enemigo mío?" Le respondió
Elías: "Sí, te he vuelto a encontrar. ‘Porque te has prestado para
hacer el mal ante mis ojos, dice el Señor, yo mismo voy a castigarte:
voy a barrer a tu posteridad y a exterminar en Israel a todo varón de tu
casa, libre o esclavo. Haré con tu casa lo que hice con la de Jeroboam,
hijo de Nebat, y con la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi
cólera y has hecho pecar a Israel. A los hijos de Ajab que mueran en la
ciudad, los devorarán los perros; y a los que mueran en el campo, se
los comerán los buitres’. También contra Jezabel ha hablado el Señor y
ha dicho: ‘Los perros devorarán a Jezabel en el campo de Yezrael’ ". (Y
es que en realidad no hubo otro que se prestara tanto como Ajab para
hacer el mal ante los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel.
Su proceder fue abominable, porque adoró a los ídolos que habían hecho
los amorreos, a quienes el Señor expulsó del país para dárselo a los
hijos de Israel).
Cuando
Ajab oyó estas palabras, desgarró sus vestiduras, se puso un vestido de
sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba cabizbajo.
Entonces el Señor le habló al profeta Elías y le dijo: "¿Has visto cómo
se ha humillado Ajab en mi presencia? Por eso, no lo castigaré a él
durante su vida, pero en vida de su hijo castigaré a su casa".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 50
R/. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Por
tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis
ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
R/.
Puesto
que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra
ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo. R/.
Aleja
de tu vista mis maldades y olvídate de todos mis pecados. Líbrame de la
sangre, Dios, salvador mío, y aclamará mi lengua tu justicia. R/.
ACLAMACIÓN Jn 13, 34
R/.Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/.
Amen a sus enemigos.
Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 43-48
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído ustedes que se
dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo:
Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los
que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre
celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda
su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque,
si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen
eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué
hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues,
sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, que estas ofrendas que ponemos bajo tu mirada, nos obtengan la
gracia de vivir entregados a tu servicio y nos alcancen, en recompensa,
la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mc 11, 23-24
Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Al
recibir, Señor, el don de estos sagrados misterios, te suplicamos
humildemente que lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya, nos
aproveche para crecer en nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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Hay que reconocer que Jesús sabía apretar las clavijas allá donde más se necesitaba. Porque nosotros somos muchas veces, demasiadas, maestros en el arte de disimular, en el arte del cumplimiento (cumplo y miento a la vez), en decir que sí pero que hasta cierto punto, en esforzarnos pero no llegar a poner toda la carne en el asador.
Eso nos pasa con el asunto del amor. Todos sabemos que el mandamiento principal de los cristianos es amar. Sin más. Amar por encima de todas las cosas. Amar sin medida. Amar a todos. Sin excepción. Pero también sabemos que eso no es fácil, que es más fácil decirlo que hacerlo. Porque el amor es mucho más que ese sentimiento que nos hace sentirnos bien a nosotros mismos. El amor de que habla Jesús es el que hace realmente bien a los demás. Y eso conlleva muchas veces esfuerzo, compromiso, dolor. Exige vencernos a nosotros mismos. Exige darlo todo. Exige dar la vida por la vida de los otros.
Y ahí entran nuestros frenos, nuestras excusas. De todo tipo. Porque para poner excusas no tenemos precio. Nos gusta decir que perdonamos a todos pero que “no olvidamos”. Nos gusta decir que hay que ser “hermanos pero no primos.” Y muchas más frases y excusas que nos sirven para evadirnos del esfuerzo que supone amar con el que amor que Jesús nos pide: amar hasta dar la vida por los demás.
Por eso, hay que leer muchas veces este Evangelio de hoy. Jesús –me lo imagino con una cierta sonrisa irónica mientras que decía estas palabras– nos dice que ya está bien de engañarnos a nosotros mismos. Nos dice que sabemos de sobra lo que es el amor que nos pide. Y que ya está bien de poner excusas. Porque el reino sólo construye con el cemento que une a las personas hasta formar la gran familia de Dios. Y ese cemento no es otro que el amor. Y el perdón y la misericordia y la tolerancia y la comprensión, que no dejan de ser formas de amar. Sólo así lograremos que los que formamos la humanidad nos demos cuenta de que no hay nada que nos separe y que nos une lo más grande: que todos somos hijos e hijas de Dios. Sin excepción.
Comentario al Evangelio de hoy
Fernando Torres cmf
Hay que reconocer que Jesús sabía apretar las clavijas allá donde más se necesitaba. Porque nosotros somos muchas veces, demasiadas, maestros en el arte de disimular, en el arte del cumplimiento (cumplo y miento a la vez), en decir que sí pero que hasta cierto punto, en esforzarnos pero no llegar a poner toda la carne en el asador.
Eso nos pasa con el asunto del amor. Todos sabemos que el mandamiento principal de los cristianos es amar. Sin más. Amar por encima de todas las cosas. Amar sin medida. Amar a todos. Sin excepción. Pero también sabemos que eso no es fácil, que es más fácil decirlo que hacerlo. Porque el amor es mucho más que ese sentimiento que nos hace sentirnos bien a nosotros mismos. El amor de que habla Jesús es el que hace realmente bien a los demás. Y eso conlleva muchas veces esfuerzo, compromiso, dolor. Exige vencernos a nosotros mismos. Exige darlo todo. Exige dar la vida por la vida de los otros.
Y ahí entran nuestros frenos, nuestras excusas. De todo tipo. Porque para poner excusas no tenemos precio. Nos gusta decir que perdonamos a todos pero que “no olvidamos”. Nos gusta decir que hay que ser “hermanos pero no primos.” Y muchas más frases y excusas que nos sirven para evadirnos del esfuerzo que supone amar con el que amor que Jesús nos pide: amar hasta dar la vida por los demás.
Por eso, hay que leer muchas veces este Evangelio de hoy. Jesús –me lo imagino con una cierta sonrisa irónica mientras que decía estas palabras– nos dice que ya está bien de engañarnos a nosotros mismos. Nos dice que sabemos de sobra lo que es el amor que nos pide. Y que ya está bien de poner excusas. Porque el reino sólo construye con el cemento que une a las personas hasta formar la gran familia de Dios. Y ese cemento no es otro que el amor. Y el perdón y la misericordia y la tolerancia y la comprensión, que no dejan de ser formas de amar. Sólo así lograremos que los que formamos la humanidad nos demos cuenta de que no hay nada que nos separe y que nos une lo más grande: que todos somos hijos e hijas de Dios. Sin excepción.