LECTURAS DEL LUNES XI DEL T. ORDINARIO 13 DE JUNIO SAN ANTONIO DE PADUA PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA (BLANCO)
Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 36, 30-31
La
boca del justo proclama la sabiduría, y su lengua manifiesta lo que es
verdadero. Porque la ley de su Dios está en su corazón.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que en san Antonio de Padua diste a tu pueblo un
predicador insigne y un intercesor en sus necesidades, concédenos que,
con su ayuda y siguiendo sus ejemplos de vida cristiana, experimentemos
tu auxilio en toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Apedrearon a Nabot hasta que murió.
Del primer libro de los Reyes: 21, 1-16
Nabot
de Yezrael tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaria, y
Ajab le dijo a Nabot: "Dame tu viña para plantar ahí una huerta, ya que
está pegada a mi casa; yo te doy por ella una viña mejor o si prefieres,
te pago con dinero". Nabot le respondió a Ajab: "Dios me libre de darte
la herencia de mis padres". Ajab se fue a su casa, triste y enfurecido,
porque Nabot le había dicho: "No te daré la herencia de mis padres". Se
acostó en su cama, se volvió de cara a la pared y no quiso comer.
Entonces se le acercó su esposa, Jezabel, y le dijo: "¿Por qué estás de
mal humor y no quieres comer?" El respondió: "Es que hablé con Nabot de
Yezrael y le dije que me vendiera su viña o que, si prefería, yo se la
cambiaría por otra mejor; pero él me respondió que no me daría su viña".
Su
esposa Jezabel, le dijo: "¿No que tú eres el rey poderoso que manda en
Israel? Levántate, come y alégrate. Yo te daré la viña de Nabot".
Entonces ella escribió unas cartas en nombre de Ajab, las selló con el
sello del rey y las envió a los ancianos y hombres principales de la
ciudad en que vivía Nabot. Las cartas decían: "Promulguen un ayuno,
convoquen una asamblea y sienten a Nabot en primera fila. Pongan frente a
él a dos malvados que lo acusen, diciendo: ‘Ha maldecido a Dios y al
rey’. Luego lo sacan fuera de la ciudad y lo apedrean hasta que muera".
Los
habitantes de la ciudad, los ancianos y los hombres principales que
vivían cerca de Nabot, hicieron lo que Jezabel les había mandado, de
acuerdo con lo escrito en las cartas que les había remitido. Promulgaron
un ayuno y en la asamblea sentaron a Nabot en primera fila. Llegaron
los dos malvados, se sentaron frente a él y lo acusaron delante del
pueblo, diciendo: "Nabot ha maldecido a Dios y al rey". Luego lo sacaron
fuera de la ciudad y lo apedrearon hasta que murió. En seguida le
mandaron avisar a Jezabel que Nabot había muerto apedreado.
Cuando
Jezabel supo que Nabot había muerto apedreado, le dijo a Ajab: "Ve a
tomar posesión de la viña de Nabot de Yezrael, que no quiso vendértela,
pues Nabot ya no vive: ha muerto". Apenas oyó Ajab que Nabot había
muerto, fue a tomar posesión de la viña de Nabot de Yezrael.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 5
R/. Señor, atiende a mis gemidos.
Señor, oye mi voz, atiende a mis gemidos, haz caso de mis súplicas, rey y Dios mío. R/.
Pues tú no eres un Dios al que pudiera la maldad agradarle, ni el malvado es tu huésped ni ante ti puede estar el arrogante. R/.
Al malhechor detestas y destruyes, Señor, al embustero; aborreces al hombre sanguinario y a quien es traicionero. R/.
ACLAMACIÓN Sal 118, 105
R/. Aleluya, aleluya.
Tus palabras, Señor, son una antorcha para mis pasos y una luz en mi sendero. R/.
Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 38-42
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído que se dijo: Ojo
por ojo, diente por diente. Pero yo les digo que no hagan resistencia al
hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale
también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte
la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil
pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al
que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que
te agrade, Dios nuestro, el sacrificio que alegres te presentamos en la
fiesta de san Antonio de Padua, por cuyas enseñanzas te alabamos y nos
entregamos enteramente a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 1, 2-3
El que día y noche medita la ley del Señor, al debido tiempo dará su fruto.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy
Fernando Torres cmf
San Antonio de Padua, el santo del que hoy hacemos memoria, es grande en el reino de los cielos. No fue un gran profesor de teología en alguna universidad. No fue conde ni duque ni rey. No fue papa ni obispo. No pasó de ser un sencillo franciscano: un predicador itinerante que allá donde fue, difundió la Palabra de Dios y animó a los que les escuchaban a convertirse.
Nació en Lisboa y pero las aventuras de la vida y su deseo de predicar el Evangelio le terminó llevando a los franciscanos pasando por Marruecos. Desarrolló la mayor parte de su ministerio en Italia. Y murió en Padua. Para él no existieron las fronteras. El Evangelio era para todos y, como buen hijo de san Francisco de Asís, a quien conoció personalmente cuando participó en el “capítulo de las esteras”, predicó la palabra a todos y en todas partes.
Dejo huella entre quienes lo escucharon. La primera biografía que se escribió por un autor casi contemporáneo dice que, cuando predicaba, “reconducía a la paz fraterna a los desavenidos, hacía restituir lo sustraído con la usura y la violencia, liberaba a las prostitutas de su torpe mercado, y disuadía a ladrones famosos por sus fechorías de meter las manos en las cosas ajenas.” Además, inducía al arrepentimiento a sus oyentes de tal manera que inducía a muchos a confesar sus pecados de modo que “no bastaban para oírles ni los religiosos, ni otros sacerdotes, que en no pequeña cantidad lo acompañaban.”
Hoy sigue siendo uno de los santos más populares, quizá, porque en la conciencia del pueblo cristiano queda la memoria de aquel hombre que sabía hablar con la Palabra de Dios y llegar al corazón de sus oyentes. Sabía comunicar el amor y la misericordia de Dios. ¡Qué más se puede pedir a un cristiano! Ser testigo con su vida y con su palabra del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesús.
Hacer memoria de san Antonio nos debe animar a ser también nosotros testigos del amor de Dios. Quizá no tengamos el donde la palabra, de la predicación que él tenía. Pero para predicar no siempre hace falta hablar. Lo que siempre hace falta es ser testigos con nuestra forma de comportarnos del amor con que Dios nos ama a todos y especialmente a los más necesitados, pobres y abandonados. Cada vez que hacemos algo en favor de uno de esos pequeños, dejamos bien alta la bandera del Evangelio y hacemos visible el amor de Dios.