LECTURAS DEL MIÉRCOLES VII DE PASCUA 11 DE MAYO (BLANCO)
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 46, 2
Pueblos todos, aplaudan y aclamen a Dios con gritos de júbilo. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Dios
misericordioso, concede benignamente a tu Iglesia que, congregada por
el Espíritu Santo, te sirva con todo su corazón y permanezca con
sinceridad en comunión fraterna. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Ahora los dejo en manos de Dios, que puede hacerlos crecer y alcanzar la herencia prometida.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 20, 28-38
En
aquellos días, Pablo dijo a los presbíteros de la comunidad cristiana
de Éfeso: "Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los
constituyó pastores el Espíritu Santo, para apacentar a la Iglesia que
Dios adquirió con la sangre de su Hijo.
Yo
sé que después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos
rapaces, que no tendrán piedad del rebaño y sé que, de entre ustedes
mismos, surgirán hombres que predicarán doctrinas perversas y
arrastrarán a los fieles detrás de sí. Por eso estén alerta. Acuérdense
que durante tres años, ni de día ni de noche he dejado de aconsejar, con
lágrimas en los ojos, a cada uno de ustedes.
Ahora
los encomiendo a Dios y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza
para que todos los consagrados a Dios crezcan en el espíritu y alcancen
la herencia prometida. Yo no he codiciado ni el oro ni la plata ni la
ropa de nadie. Bien saben que cuanto he necesitado para mí y para mis
compañeros, lo he ganado con mis manos. Siempre he mostrado que hay que
trabajar así, para ayudar como se debe a los necesitados, recordando las
palabras del Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’ ".
Dicho
esto, se arrodilló para orar con todos ellos. Todos se pusieron a
llorar y abrazaban y besaban a Pablo, afligidos, sobre todo, porque les
había dicho que no lo volverían a ver. Y todos lo acompañaron hasta el
barco.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 67
R/. Reyes de la tierra, canten al Señor. Aleluya.
Señor,
despliega tu poder, reafirma lo que has hecho por nosotros, desde
Jerusalén, desde tu templo, a donde vienen los reyes con sus dones. R/.
Cántenle
al Señor, reyes de la tierra, denle gloria al Señor que recorre los
cielos seculares, y que dice con voz como de trueno: "Glorifiquen a
Dios". R/.
Sobre Israel su majestad se extiende y su poder, sobre las nubes. Bendito sea nuestro Dios. R/.
ACLAMACIÓN Cfr. Jn 17, 17
R/. Aleluya, aleluya.
Tu palabra, Señor, es la verdad; santifícanos en la verdad. R/.
Padre, que ellos sean uno, como nosotros.
Del santo Evangelio según san Juan: 17, 11-19
En
aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: "Padre santo,
cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como
nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me
diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que
tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero
ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para
que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu
palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco
soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres
del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos
en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al
mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por
ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, el sacrificio que tú mismo nos mandaste ofrecer, y, por estos
sagrados misterios, que celebramos en cumplimiento de nuestro servicio,
dígnate llevar a cabo en nosotros la santificación que proviene de tu
redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Pascua o de la Ascensión.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 15, 26-27
Cuando
venga el Abogado que yo les enviaré, el Espíritu de la verdad que
procede del Padre, dará testimonio de mí, dice el Señor, y también
ustedes darán testimonio. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Comentario al Evangelio de hoy
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmfCONSAGRADOS EN LA VERDAD
Jesús comienza su oración dirigiéndose al «Padre Santo». Una invocación con la que recuerda y subraya que su origen está en el Dios trascendente, «fuera» o
diferente del mundo y de sus criterios. Y también ese Padre Santo es su
destino definitivo. Fue el Padre quien le envió al mundo para
salvarlo, y a tal fin, Jesús mismo fue «santificado», es decir,
que recibió el Espíritu del Amor (recordemos su Bautismo en el Jordán, y
también nuestro propio bautismo), que le hizo sentirse en todo momento
como «hijo amado del Padre». Así Jesús queda «santificado»
o consagrado a Dios, para poder llevar a cabo la misión encomendada:
hacer presente en el mundo el Amor de Dios, y transformarlo todo con los
criterios, y los deseos de Dios, ese proyecto que llamamos «Reino». Así también él será «santificador», como su Padre.
Cuando decimos que algo (o alguien) es «santo»,
estamos diciendo que pertenece al ámbito de Dios, que Dios se hace allí
presente de alguna forma, que a través de ello encontramos a Dios.
Jesús es el «Santo» por excelencia, porque él es la presencia y la
revelación de Dios en nuestro mundo, que llegará a su punto culminante
en la «hora» de la su muerte y resurrección.
Entonces se mostrará lo que significa que Dios es Amor, que Dios es
Vida, que Dios Salva... y también sabremos cuál es la plenitud y el
destino del hombre, al ser totalmente santificado. Es lo que aquí se
llama «la Verdad».
Por eso, cuando Jesús ora pidiendo al Padre Santo que los
suyos sean consagrados en la verdad, está pidiendo por una parte que
entren en nosotros, hasta el fondo, transformándonos, los valores y
criterios del Evangelio y haciéndonos evangelizadores... Pero también
está rogando que haya una profunda intimidad personal, una comunión
plena con el propio Jesús, que es la Verdad. A eso se refiere la
plegaria de Jesús: «guárdalos del mal»
Dicho con otras palabras: perteneceremos a Dios, seremos santos y
santificadores, mantendremos en nosotros los criterios y valores de
Dios... en la medida en que mantengamos la comunión, el amor de Dios en
nosotros (precisamente ese amor es el Espíritu). Como dice el propio
Jesús: Tu «palabra» es verdad (el Evangelio), pero también tu «Palabra» (Jesucristo) es verdad.
Así entendemos ese deseo de Jesús: «Que sean uno».
La intimidad-unidad de Jesús con el Padre Santo le ha resguardado,
apoyado y guiado en su tarea en el mundo. Y los que somos enviados por
Jesús y en su nombre, sólo saldremos adelante en nuestra misión si
mantenemos la unidad con el Padre y el Hijo en el Espíritu... y ¡también
la unidad entre nosotros!. Porque nuestra comunión-unidad «revela»,
testimonia y ofrece la comunión con el Dios Salvador, con el Dios Amor.
Palabras densas,
profundas, gozosas... que más que pensar mucho... son una llamada a
contemplarlas, a orarlas, saborearlas despacio, y descubrirlas como
claves de nuestro caminar cristiano. Para que ninguno de nosotros «se
pierda».