LECTURAS DEL JUEVES VII DE PASCUA 12 DE MAYO (BLANCO)
Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria.
ANTÍFONA DE ENTRADA Heb 4, 16
Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar su misericordia y su auxilio oportuno. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Que
tu Espíritu, Señor, nos infunda vigorosamente aquellos dones
espirituales que nos permitan comprender lo que te agrada y que, por
gracia tuya, nos hagan más dóciles a tu voluntad. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Tendrás que dar testimonio de mí en Roma.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 22, 30; 23, 6-11
En
aquellos días, el comandante, queriendo saber con exactitud de qué
acusaban a Pablo los judíos, mandó que le quitaran las cadenas, convocó a
los sumos sacerdotes y a todo el sanedrín, y llevando consigo a Pablo,
lo hizo comparecer ante ellos.
Como
Pablo sabía que una parte del sanedrín era de saduceos y otra de
fariseos, exclamó: "Hermanos: Yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me
quieren juzgar porque espero la resurrección de los muertos".
Apenas
dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, que
ocasionó la división de la asamblea. (Porque los saduceos niegan la otra
vida, sea de ángeles o de espíritus resucitados; mientras que los
fariseos admiten ambas cosas).
Estalló
luego una terrible gritería y algunos escribas del partido de los
fariseos, se pusieron de pie y declararon enérgicamente: "Nosotros no
encontramos ningún delito en este hombre. ¿Quién puede decirnos que no
le ha hablado un espíritu o un ángel?"
El
alboroto llegó a tal grado, que el comandante, temiendo que hicieran
pedazos a Pablo, mandó traer a la guarnición para sacarlo de allí y
llevárselo al cuartel. En la noche siguiente se le apareció el Señor a
Pablo y le dijo: "Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has
dado testimonio de mí, así también tendrás que darlo en Roma".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 15
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme,
Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi
Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está
en sus manos. R/.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por
eso se me alegran el corazón y el alma, y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la
corrupción. R/.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R/.
ACLAMACIÓN Jn 17, 21
R/. Aleluya, aleluya.
Que
todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de
que el mundo crea que tú me has enviado, dice el Señor. R/.
Que su unidad sea perfecta.
En
aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: "Padre, no sólo
te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí
por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y
yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea
que tú me has enviado.
Yo
les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros
somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y
así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a
mí.
Padre,
quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado,
para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado
desde antes de la creación del mundo.
Padre
justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han
conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo
seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y
yo también en ellos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, por tu piedad, estos dones y al recibir en oblación este
sacrificio espiritual, conviértenos para ti en una perenne ofrenda. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Pascua o de la Ascensión.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 16, 7
Yo les aseguro, dice el Señor: Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Comentario al Evangelio de hoy
UNIDOS PARA QUE EL MUNDO CREA
Decir «amor», decir «unidos»
y decir «para siempre» vienen a ser tres maneras de decur lo mismo.
Bien lo saben los que se casan (da igual la manera que elijan para
comprometerse). Y bien lo saben también muchos que, al despedirse, (para
un tiempo largo, o para siempre) suelen decir cosas como: llevaos bien,
no discutáis ni os peleéis, ayudaos, reuníos cuando podáis...
Por eso es lógica -y tremendamente humana- la oración y los deseos finales de Jesús: «Que sean uno, como nosotros somos uno».
Si Dios es Amor, eslógico hablar de su unidad. Si Jesús es el Testigo
del Amor del Padre, y ha amado tanto a los que están con él, es lógico
que no quiera separarse de ellos, y que pida al Padre que también ellos
(y los que creerán por medio de ellos) experimenten el mismo amor que a
él le ha sostenido, enviado, acompañado, guiado... y que mostrará que es
más fuerte que la muerte (Pascua). Y si los discípulos son
destinatarios del amor de Dios, han conocido su Nombre (Padre-Amor), y Jesús ha orado pidiendo que «el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos»...
es totalmente lógico que ellos sean uno, y se amen, y amen también al
mundo al que son enviados. Es una «consecuencia» que hace creíble la
verdad de su testimonio como mensajeros. Por eso San Lucas dice de las
primeras comunidades que tenían un solo corazón y una sola alma. Y Tertuliano dice que los paganos, viéndoles, exclamaban: «Mirad cómo se aman».
Las tres culturas que
rodeaban a Jesús en su tiempo, eran excluyentes. Para los judíos, la
salvación de Dios era exclusivamente para los que cumplían la Ley y
estaban circuncidados. Todos los demás eran paganos. Los griegos
despreciaban a los que tenían sabiduría, y los romanos, por su parte,
diferenciaban muy bien quién tenía la «ciudadanía romana» y quién no.
Pero también antes y después de Jesús podemos comprobar como las
religiones, los grupos de cualquier identidad, los sistemas políticos,
las empresas, las etnias, etc... se han afirmado a base de excluir a
«los otros». Se trata de absorberlos, silenciarlos, ningunearlos,
anularlos, manejarlos, someterlos... Y todo esto es siempre fuente de
conflictos y de violencias.
Jesús, en cambio, que quiere la paz, la fraternidad, la
comunión entre los hombres, opta abiertamente por la «inclusión», la
unión, el amor... teniendo como modelo su propia experiencia de
comunión. No tiene inconveniente en reconocer: «El Padre es más grande que yo», «Él me ha enviado», hago su voluntad...
Sin que esto suponga perder su libertad, ni su identidad como Hijo. La
Unidad de Dios es a la vez Trinidad de amor y fuente de Vida.
La Escritura, ya desde
el Adán y Eva, Caín y Abel y la Torre de Babel en adelante..., hasta
Judas, Ananías y Safira, e incluso Pedro y Pablo... nos va describiendo
las causas que provocan división y alejamiento de los hombres entre sí y
con Dios: el querer ser como dioses y tener la exclusiva de la verdad,
del bien y del mal, la envidia, las ansias de poder, los intereses
políticos y económicos, el desoír la voz de la conciencia, el deseo de
autoafirmación y de prestigio, el querer controlarlo todo y a todos...
En fin, esas cosas que el Cuarto Evangelista llama «Príncipe de este
mundo» y que Jesús ha derrotado en la Cruz.
El camino de la unidad y de
la comunión, el camino de la integración no excluyente ni destructiva,
está lleno de obstáculos. El «yo» egoísta es capaz de destruir cualquier
«Nosotros» posible. La unidad que Jesús quiere para nosotros y para
todos los hombres nunca será el resultado de imponernos a base de leyes o
autoridad, de ejércitos y fuerza, de pactos de cualquier tipo donde
algunos se vean obligados a hacer renuncias importantes...
Decía San Agustín: «En las cosas necesarias debe reinar la unidad; en otros temas, la libertad; y siempre la caridad, o sea, el amor». Podríamos
hacer aquí una lista de esas «cosas necesarias» (que podrían casi
resumirse en «todo lo que defienda la dignidad de la persona y los
derechos humanos»).
Creo creo que es mejor que, por hoy, nos quedemos en hacer
nuestra la oración de Jesús en este Evangelio de hoy y en todo el
capítulo 17 de Juan, a la vez que intentamos detectar en nosotros las
actitudes y pecados que producen fracturas, agresividad y divisiones, y
nos ponemos a trabajar por la unidad tal como Jesús nos ha propuesto. De
otro modo, ¿cómo van a creer en Dios y en Jesús su enviado? Acabaremos
siendo otra ideología más que fractura las relaciones humanas.