LECTURAS DEL MARTES VII DE PASCUA 10 DE MAYO (BLANCO)
La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.
ANTÍFONA DE ENTRADA Ap 1, 17-18
Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo para siempre. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Te
pedimos, Dios omnipotente y misericordioso, que venga a nosotros el
Espíritu Santo, que se digne habitar en nuestros corazones y nos
perfeccione como templos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Quiero llegar al fin de mi carrera y cumplir el encargo que recibí del Señor Jesús.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 20, 17-27
En
aquellos días, hallándose Pablo en Mileto, mandó llamar a los
presbíteros de la comunidad cristiana de Éfeso. Cuando se presentaron,
les dijo: "Bien saben cómo me he comportado entre ustedes, desde el
primer día en que puse el pie en Asia: he servido al Señor con toda
humildad, en medio de penas y tribulaciones, que han venido sobre mí por
las asechanzas de los judíos. También saben que no he escatimado nada
que fuera útil para anunciarles el Evangelio, para enseñarles
públicamente y en las casas, y para exhortar con todo empeño a judíos y
griegos a que se arrepientan delante de Dios y crean en nuestro Señor
Jesucristo.
Ahora
me dirijo a Jerusalén, encadenado en el espíritu, sin saber qué
sucederá allá. Sólo sé que el Espíritu Santo en cada ciudad me anuncia
que me aguardan cárceles y tribulaciones. Pero la vida, para mí, no vale
nada. Lo que me importa es llegar al fin de mi carrera y cumplir el
encargo que recibí del Señor Jesús: anunciar el Evangelio de la gracia
de Dios.
Por
lo pronto sé que ninguno de ustedes, a quienes he predicado el Reino de
Dios, volverá a verme. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la
suerte de nadie, porque no les he ocultado nada y les he revelado en su
totalidad el plan de Dios".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 67
A
tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y
habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres.
R/.
Bendito
sea el Señor, día tras día, que nos lleve en sus alas y nos salve.
Nuestro Dios es un Dios de salvación porque puede librarnos de la
muerte. R/.
ACLAMACIÓN Jn 14, 16
R/. Aleluya, aleluya.
Yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, dice el Señor. R/.
Padre, glorifica a tu Hijo.
En
aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: "Padre, ha
llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te
glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la
vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te
conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has
enviado.
Yo
te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me
encomendaste. Ahora, Padre, glorificame en ti con la gloria que tenía,
antes de que el mundo existiera.
He
manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me
diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y
ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he
comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora
reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado.
Te
pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me
diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo
he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a
ti; pero ellos se quedan en el mundo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, las súplicas de tus fieles junto con estas ofrendas que te
presentamos, para que, lo que celebramos con devoción, nos lleve a
alcanzar la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Pascua o de la Ascensión.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 20, 28
El
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, dice el Señor, los
instruirá en todo y les recordará lo que yo les he dicho. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Al
recibir, Señor, el don de estos sagrados misterios, te suplicamos
humildemente que lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya, nos
aproveche para crecer en nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Puede utilizarse la fórmula de bendición sobre el pueblo.
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Comentario al Evangelio de hoy
AL LLEGAR LA HORA
Dos despedidas nos ofrecen hoy
las lecturas: Pablo y Jesús. Ambos, rodeados de discípulos-compañeros.
Son conscientes de que se les acaba el tiempo, que llega su «hora». Y hacen un balance general de lo que ha sido su vida.
Entre nosotros no es frecuente plantearnos estas cosas.
Primero porque no pocas veces no vemos llegar esa hora, y nos sorprende
ocupados en vivir las cosas de cada día. Es verdad que empezar a vivir
es empezar a morir... y que nuestra vida tiene punto final, aunque
desconozcamos cuántas serán las páginas escritas. En algunas ocasiones
quizá la intuimos, o nos lo dicen abiertamente los profesionales de la
salud... pero como tantas veces provoca angustia, preferimos dejarlo
para otro momento...
Sin embargo, aunque sea calladamente, cuando la enfermedad
avanza, o los años van siendo muchos, es normal hacer balance de lo
vivido, y prepararse interiormente para el desenlace más o menos lejano.
Como a Pablo y a Jesús, nos gustaría en los últimos momentos, vernos
acompañados y rodeados de las personas que han sido más importantes en
nuestro recorrido vital, y poder dirigirles unas palabras pensadas y
apropiadas.
También puede ocurrir que tengamos la ocasión de acompañar y ayudar a algunos hermanos en sus últimos momentos.
En todo caso, no se trata sólo del momento final, sino de
vivir con sentido cada día, para que nuestra vida haya merecido la pena.
Las palabras de Pablo y Jesús nos ayudan.
+ Pablo puede decir al
final de su vida que ha servido al Señor con toda humildad, en las penas
y pruebas que ha ido encontrando por el camino. Por más que para
nosotros Pablo sea «san» Pablo, fue un personaje controvertido, con
mucho carácter, tuvo sus más y sus menos tanto con sus compañeros de
misión, como con los apóstoles de la Iglesia de Jerusalem, como con las
comunidades que fue acompañando. Tenía un carácter fuerte, como fuertes
eran sus convicciones. No era «perfecto». Sin embargo, quizá
curiosamente para lo que cabría esperar, no pide perdón, ni disculpas,
ni hay arrepentimiento en estos momentos. Al menos aquí no los
menciona. Lo importante para él ha sido ser «testigo del Evangelio», dar
razón de lo que ha sido el centro de su vida: ser «testigo del Evangelio de la gracia» o «el plan de Dios». En esto coincide con Jesús: «les he dado a conocer tu nombre» o también «las palabras que Tú me diste».
He aquí un punto central para valorar nuestra vida: es el Dios de la
gracia, el Dios de la misericordia... el que nos acompaña y hacia el que
vamos. Con toda seguridad, los dos encuentran la fuerza que necesitan
al reconocer que es un Dios Salvador el que lo tiene todo en sus manos.
Por eso, a ninguno de los dos les importa retener su vida, sino
ofrecerla hasta el final.
+ En segundo lugar,
fijándonos esta vez en Jesús, su constante conciencia de que ha salido
del Padre y al Padre vuelve. Y pendiente del Padre ha vivido cada hora.
Tantas veces lo repite a lo largo del Evangelio. Esa es también la
verdad de nuestra vida. Jesús les explica que la vida eterna es que
conozcan al Padre y al Hijo. Un conocer, que en toda la Biblia y también
en este Evangelio, no hace referencia a tener «ideas» sobre Dios, ni
acumular conocimientos. Significa tener, participar de una profunda
experiencia de intimidad con el Padre y el Hijo. Bello e inmejorable
destino. Y eso supone también lo que Jesús pide al Padre: ser
glorificado es ser llevado a la plenitud y a la total comunión. En la
glorificación es donde el Padre muestra todo el poder de su Amor, donde
se revela plenamente.
+ Por último: Para
Jesús, los suyos, los que le ha dado el Padre, son muy importantes. Y no
quiere separarse de ellos. Por eso los encomienda al Padre, ruega por
ellos, y quiere que compartan con él su gloria. Si en vida se esforzó en
enseñarles a ser «uno con él»,
esa unión no la romperá la muerte. Pero, mientras sigan en el mundo,
quiere que el Padre esté con ellos y los cuide. Una oración de Jesús que
es también por cada uno de nosotros. Una oración que nosotros podemos
hacer por los nuestros siempre. Que al final todos nos encontremos en
la intimidad de Dios, llevados a la plenitud, participando de su gloria,
de su amor.
Que vivamos así nuestra vida, y sean estos nuestros sentimientos y oraciones en el momento final. Amén.
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf