Misal del dia de hoy Domingo 8 de Mayo 2016 y Comentario al Evangelio

LECTURAS DEL DOMINGO DE LA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR 8 DE MAYO (BLANCO)


Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


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MISA DE LA VIGILIA

Esta Misa se dice en la tarde del día que precede a la solemnidad, ya sea antes o después de las primeras Vísperas de la Ascensión.

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 67, 33. 35

Canten a Dios, reinos de la tierra, toquen para el Señor, que asciende sobre los cielos; su majestad y su poder resplandecen sobre las nubes. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Dios eterno, cuyo Hijo subió hoy al cielo en presencia de sus Apóstoles, te pedimos nos concedas que él, de acuerdo a su promesa, permanezca siempre con nosotros en la tierra, y nos permita vivir con él en el cielo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

En la celebración de la Misa de la Vigilia se utiliza el mismo formulario de lecturas que en la Misa del día de la Ascensión del Señor, tal como aparecen más adelante.

Se dice Credo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Dios nuestro, cuyo Unigénito, nuestro mediador, vive para siempre y está sentado a tu derecha para interceder por nosotros, concédenos acercarnos llenos de confianza al trono de la gracia y obtener así tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I o II de la Ascensión.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Hb 10, 12

Cristo ofreció un solo sacrificio por el pecado, y se sentó para siempre a la derecha de Dios. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te pedimos, Señor, que los dones que hemos recibido de tu altar, enciendan en nuestros corazones el deseo de la patria celeste, para que, siguiendo las huellas de nuestro Salvador, tendamos siempre a la meta a donde nos ha precedido. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne

MISA DEL DÍA

ANTÍFONA DE ENTRADA Hch 1, 11

Hombres de Galilea, ¿qué hacen allí parados mirando al cielo? Ese mismo Jesús, que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto marcharse. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Te rogamos nos concedas, Dios todopoderoso, que al reafirmar, en este día, nuestra fe en la ascensión a los cielos de tu Unigénito, nuestro Redentor, nosotros vivamos también con nuestros pensamientos puestos en las cosas celestiales. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Se fue elevando a la vista de sus apóstoles.

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Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 1, 1-11


En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.

Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: "No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo".

Los ahí reunidos le preguntaban: "Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?" Jesús les contestó: "A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra".

Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse".

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


Del salmo 46

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R/. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.

Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo. R/.

Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos. R/.

Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo. R/.

Cristo entró en el cielo mismo.

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De la carta a los hebreos: 9, 24-28; 10, 19-23

Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.

En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo aguardan y en él tienen puesta su esperanza.

Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.

Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.


ACLAMACIÓN Mt 28, 19. 20

clip_image005R/. Aleluya, aleluya.

Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, dice el Señor, y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. R/.

Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.

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Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 46-53

En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo:

“Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto.

Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.

Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo.

Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios.

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Oremos a Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera.

Después de cada petición diremos: Jesús resucitado, escúchanos.

Para que Cristo, desde su trono de gloria, venga en ayuda de su Iglesia que lucha en medio de las dificultades del mundo. Oremos.

Para que los gobernantes de las naciones busquen sinceramente el bien de todos los ciudadanos y hagan posible que en el mundo haya paz y bienestar para todos. Oremos.

Para que las mamás mexicanas sean buenas evangelizadoras y educadoras en la fe y el amor a Dios y a nuestro prójimo. Oremos.

Para que los periodistas y todos los que trabajan en los medios de comunicación se esfuercen siempre al servicio de la verdad y de la concordia. Oremos.

Para que nuestra celebración de la Eucaristía sea un encuentro vivo e intenso con el Señor resucitado. Oremos.

Escucha, Jesús resucitado, nuestra oración, y envíanos tu Espíritu para que nos acompañe siempre, a toda la Iglesia, y a toda la humanidad. Tú que, glorificado a la derecha de Dios, vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Al ofrecerte, Señor, este sacrificio en la gloriosa festividad de la ascensión, concédenos que por este santo intercambio, nos elevemos también nosotros a las cosas del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I o II de la Ascensión

Si se usa el Canon Romano, se dice Reunidos en comunión propio. En las otras Plegarias eucarísticas también se dicen las partes propias para esta Misa.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 28, 20

Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que nos permites participar en la tierra de los misterios divinos, concede que nuestro fervor cristiano nos oriente hacia el cielo, donde ya nuestra naturaleza humana está contigo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne


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Comentario al Evangelio de hoy

Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Tocar el cielo, ascender, es una aspiración de todo ser humano. La verdad es que no sabemos muy bien que añade la fiesta de la Ascensión a la Resurrección. Incluso en su relato los evangelistas no se ponen de acuerdo y alguno ni lo cuenta, por ejemplo San Juan. La intención no parece ser contar un hecho científico o algo histórico, lo que quiere trasmitirnos es algo más profundo que intenta tocar el misterio de la vida y que hace referencia a la fe. Es la capacidad de trascenderse de toda persona, lo que se nos presenta aquí.
Ascender no es lo mismo que trepar, la mayoría de nuestros padres lo expresaban con aquello de: “que mis hijos sean más que yo”, pero no falta quien lo entiende como pasar por encima de todos o crecer menguando a los demás. Ascender es bajar, increíble paradoja, que nos invita a ser servidores, a entregarnos, a defender la vida de los más pequeños, a ser personas para los demás, y eso es crecer. Es esto lo que permite al hombre ser distinto y superar la pesadez de una vida anclada en la tierra y en el fango, es lo que le permite mirar al cielo, volar (recuerden el mito de Ícaro).
La Ascensión completa la Resurrección, Jesús culmina su proceso, viene del Padre y vuelve al Padre, viene del amor y vuelve al amor, nos muestra el camino del Hombre Nuevo, para llegar un día al Reino. Esto es lo que estamos llamados a ser, hombres plenos, que teniendo los pies en la tierra, siendo solidarios como decía el Concilio Vaticano II: “Con los gozos y esperanzas de la humanidad, con sus angustias y tristezas” (G S nº1), son capaces de soñar, de marchar a una nueva manera de vivir. A completar aquello para lo que fuimos creados, ser imágenes de Dios, en esta peregrinación que consiste en volver a la casa del Padre, ir más allá de nuestra carne (recordar el Juicio Final en este año de la Misericordia)y trascenderse.  
La marcha del Señor a la gloria pone la tarea del Reino en manos de sus discípulos, de toda la Comunidad, sujetos de la misión de Cristo. Tendremos que contar con la presencia del Espíritu, como dice la primera lectura: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”. Es el momento de anunciar el sueño, de decir hasta los confines del mundo, que cada hombre es capaz de dar sentido a su vida y existencia, de juntarse en una mesa común en la que se pueda vivir la fraternidad y la justicia.
No es cuestión de quedarse “plantados mirando al cielo”, es también tiempo de estar atentos a los clamores que ascienden hasta el cielo desde la tierra, en los gritos y angustias de muchas personas que extienden sus manos a lo alto, implorando salvación. La conclusión es clara: la razón de ser de la Iglesia y de nuestras comunidades en el mundo, no es otra que proclamar el Reino de Dios a todos los hombres y pueblos. Parece sencillo, pero no consiste sólo en buenas palabras, sino confirmar la Palabra con los signos que la acompañan, hacer presente con palabras y hechos la realidad del Reino.
En la Ascensión descubrimos la culminación de la vida humana, la total transformación de nuestra condición de hombres, para abrirnos a la luz de la trascendencia. Sintetiza de alguna manera todo el evangelio, Jesús vuelve a Dios, mientras los creyentes nos disponemos a seguir su mismo camino, su Espíritu nos guía y anima en esta lucha a toda la comunidad cristiana a continuar la obra iniciada. Dice la lectura de los Hechos: “Juan bautizó con agua, dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo”, aprendamos de Juan a decrecer para que Él crezca y de tantas personas que olvidándose de sí, se entregan a los demás y a este hermoso proyecto que es el reinado de Dios y la gloria del ser humano.
Para subir, antes hemos tenido que bajar: “que él nos de la sabiduría y la revelación para conocerlo, ilumine los ojos de nuestros corazones, para comprender la esperanza a la que nos llama, la riqueza de su gloria y su extraordinaria grandeza”, nos dice la segunda lectura a los Efesios. Pues que así sea.
Por si os sirve os añado estos versos de León Felipe
La Ascensión
Aquí vino
y se fue.
Vino..., nos marcó nuestra tarea
y se fue.
Tal vez detrás de aquella nube
hay alguien que trabaja
lo mismo que nosotros,
y tal vez las estrellas
no son más que ventanas encendidas
de una fábrica
donde Dios tiene que repartir
una labor también.
Aquí vino
y se fue.
Vino..., llenó nuestra caja de caudales
con millones de siglos y de siglos,
nos dejó unas herramientas...
y se fue.
El, que lo sabe todo,
sabe que estando solos,
sin dioses que nos miren,
trabajamos mejor.
Detrás de ti no hay nadie. Nadie.
Ni un maestro, ni un amo, ni un patrón.
Pero tuyo es el tiempo.
El tiempo y esa gubia
con que Dios comenzó la creación.
(León Felipe)