LECTURAS DEL MIÉRCOLES II DE PASCUA 6 DE ABRIL (BLANCO)
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único…
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 17, 50; 21, 23
Te alabaré, Señor, ante las naciones y anunciaré tu nombre a mis hermanos. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Al
conmemorar cada año los misterios por los que devolviste a la
naturaleza humana su dignidad original y le infundiste la esperanza de
la resurrección, te suplicamos, Señor, confiadamente, que en tu
clemencia, nos concedas recibir con perpetuo amor lo que conmemoramos
llenos de fe. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Los hombres que habían metido en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 5, 17-26
En
aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido, que eran los
saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron aprehender y
los metieron en la cárcel. Pero durante la noche, un ángel del Señor les
abrió las puertas, los sacó de ahí y les dijo: "Vayan al templo y
pónganse a enseñar al pueblo todo lo referente a esta nueva vida". Para
obedecer la orden, se fueron de madrugada al templo y ahí se pusieron a
enseñar.
Cuando
llegó el sumo sacerdote con los de su partido convocaron al sanedrín,
es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y mandaron traer de
la cárcel a los presos. Al llegar los guardias a la cárcel, no los
hallaron y regresaron a informar: "Encontramos la cárcel bien cerrada y a
los centinelas en sus puestos, pero al abrir no encontramos a nadie
adentro".
Al
oír estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los sumos
sacerdotes se quedaron sin saber qué pensar; pero en ese momento llegó
uno y les dijo: "Los hombres que habían metido en la cárcel están en el
templo, enseñando al pueblo".
Entonces
el jefe de la guardia, con sus hombres, trajo a los apóstoles, pero sin
violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 33
Bendeciré
al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento
orgulloso del Señor que se alegre su pueblo al escucharlo. R/.
Proclamemos
la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al
Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/.
Confía
en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque
el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus
angustias. R/.
Junto
a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se
refugia en él. R/.
ACLAMACIÓN Jn 3, 16
R/. Aleluya, aleluya.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que el que crea en él, tenga vida eterna. R/.
Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.
"Tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se
salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree
ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La
causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los
hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para
que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a
la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están
hechas según Dios".
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios
nuestro, que por el santo valor de este sacrificio nos hiciste
participar de tu misma y gloriosa vida divina, concédenos que, así como
hemos conocido tu verdad, de igual manera vivamos de acuerdo con ella.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-V de Pascua
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 15, 16. 19
Yo los elegí del mundo, dice el Señor, y los destiné para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Comentario al Evangelio de hoy
José Luis Latorre, cmf
Queridos/as amigos/as:
¡Aleluya, Cristo ha resucitado! Estamos viviendo este tiempo de Pascua con mucha alegría y esperanza. La Palabra de Dios que escuchamos en estos días nos invita a entrar en este Misterio Pascual e irlo haciendo realidad en nuestra vida personal.
Hoy escuchamos: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Esta frase es el momento cenit de todo el diálogo de Jesús con Nicodemo, es la piedra angular del Evangelio de Juan, es la expresión suprema de la revelación cristiana. El amor del Padre a la humanidad es la razón más profunda de toda la historia de la Salvación. Y este amor se expresa en la entrega de su único Hijo.
En Jesús Dios Padre nos hace una oferta de vida. Aceptar a Jesús en la fe es tener vida; rechazarle es estar en la muerte; creer en Jesús es vivir en la luz; no creer en Jesús es vivir en las tinieblas. No hay término medio: o vivimos o morimos; o estamos en la luz o en las tinieblas. Como me decían unos niños de 9 y 10 años: “cuando vivimos en la amistad con Jesús, somos felices, la vida es bella, el mundo es bueno y nos gusta hacer el bien; cuando estamos lejos de Jesús estamos tristes por dentro, tenemos miedo porque hay encima de nosotros como una losa grande que puede caer y matarnos, y nos gusta hacer el mal a los demás”. Dios no envió a Jesús ni para juzgar ni para condenar. Cada persona se juzga o se condena a si misma al aceptar o rechazar a Jesús. Jesús es la “piedra” de levantarse o de caer según sea nuestra actitud ante Él.
El sufrimiento y la marginación en que viven millones de personas evidencian lo lejos que estamos de vivir en el amor y la luz que Dios nos ofrece en Jesús. Ante esta realidad los cristianos tenemos que hacer como los Apóstoles (1ª lectura): anunciar a Jesús Resucitado aunque nos difamen, persigan, encarcelen y nos maten, conscientes también de que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, y seguros de que cuando Dios quiere que algo vaya adelante toda oposición humana es ridícula. El pesimismo, la apatía, la indiferencia, la cobardía, el miedo no dicen bien con el cristiano. Las dificultades del momento presente no son ninguna excusa para dejar de anunciar a Jesucristo. Cuando uno está convencido de algo, no hay nada que se le resista ni que le haga detenerse o volver atrás. ¡Cuándo ha sido fácil anunciar el Evangelio! Siempre se han cumplido las palabras de Simeón: “este niño… será un signo de contradicción” (Lc 2, 33).
¡Aleluya, Cristo ha resucitado! Estamos viviendo este tiempo de Pascua con mucha alegría y esperanza. La Palabra de Dios que escuchamos en estos días nos invita a entrar en este Misterio Pascual e irlo haciendo realidad en nuestra vida personal.
Hoy escuchamos: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Esta frase es el momento cenit de todo el diálogo de Jesús con Nicodemo, es la piedra angular del Evangelio de Juan, es la expresión suprema de la revelación cristiana. El amor del Padre a la humanidad es la razón más profunda de toda la historia de la Salvación. Y este amor se expresa en la entrega de su único Hijo.
En Jesús Dios Padre nos hace una oferta de vida. Aceptar a Jesús en la fe es tener vida; rechazarle es estar en la muerte; creer en Jesús es vivir en la luz; no creer en Jesús es vivir en las tinieblas. No hay término medio: o vivimos o morimos; o estamos en la luz o en las tinieblas. Como me decían unos niños de 9 y 10 años: “cuando vivimos en la amistad con Jesús, somos felices, la vida es bella, el mundo es bueno y nos gusta hacer el bien; cuando estamos lejos de Jesús estamos tristes por dentro, tenemos miedo porque hay encima de nosotros como una losa grande que puede caer y matarnos, y nos gusta hacer el mal a los demás”. Dios no envió a Jesús ni para juzgar ni para condenar. Cada persona se juzga o se condena a si misma al aceptar o rechazar a Jesús. Jesús es la “piedra” de levantarse o de caer según sea nuestra actitud ante Él.
El sufrimiento y la marginación en que viven millones de personas evidencian lo lejos que estamos de vivir en el amor y la luz que Dios nos ofrece en Jesús. Ante esta realidad los cristianos tenemos que hacer como los Apóstoles (1ª lectura): anunciar a Jesús Resucitado aunque nos difamen, persigan, encarcelen y nos maten, conscientes también de que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, y seguros de que cuando Dios quiere que algo vaya adelante toda oposición humana es ridícula. El pesimismo, la apatía, la indiferencia, la cobardía, el miedo no dicen bien con el cristiano. Las dificultades del momento presente no son ninguna excusa para dejar de anunciar a Jesucristo. Cuando uno está convencido de algo, no hay nada que se le resista ni que le haga detenerse o volver atrás. ¡Cuándo ha sido fácil anunciar el Evangelio! Siempre se han cumplido las palabras de Simeón: “este niño… será un signo de contradicción” (Lc 2, 33).