Misal del dia de hoy Martes 26 de Abril 2016 y Comentario al Evangelio

LECTURAS DEL MARTES V DE PASCUA 26 DE ABRIL (BLANCO)


La paz les dejo, mi paz les doy.


clip_image001



ANTÍFONA DE ENTRADA Ap 19, 5; 12, 10

Alaben a nuestro Dios todos cuantos lo temen, pequeños y grandes, porque ha llegado ya la salvación, el poder y el reinado de su Cristo. Aleluya.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que por la resurrección de tu Hijo nos rescatas para la vida eterna, concede a tu pueblo perseverar en la fe y la esperanza, para que no dudemos que se han de cumplir las promesas que tú hiciste y nos has dado a conocer. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Contaban a la comunidad cristiana lo que había hecho Dios por medio de ellos.

clip_image002
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 14, 19-28

En aquellos días, llegaron a Listra, procedentes de Antioquía y de Iconio, unos judíos, que se ganaron a la multitud y apedrearon a Pablo; lo dieron por muerto y lo arrastraron fuera de la ciudad. Cuando lo rodearon los discípulos, Pablo se levantó y regresó a la ciudad. Pero al día siguiente, salió con Bernabé hacia Derbe.

Después de predicar el Evangelio y de hacer muchos discípulos en aquella ciudad, volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, y ahí animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad designaban presbíteros, y con oraciones y ayunos los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron luego Pisidia y llegaron a Panfilia; predicaron en Perge y llegaron a Atalía. De allí se embarcaron para Antioquía, de donde habían salido, con la gracia de Dios, para la misión que acababan de cumplir.

Al llegar, reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe. Ahí se quedaron bastante tiempo con los discípulos.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 144

clip_image003
R/. Bendigamos al Señor eternamente. Aleluya.

Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas. R/.

Que muestren a los hombres tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino. Tu reino, Señor, es para siempre y tu imperio, para todas las generaciones. R/.

Que mis labios alaben al Señor, que todos los seres lo bendigan ahora y para siempre. R/.

ACLAMACIÓN  Cfr. Lc 24, 46. 26

clip_image004



R/. Aleluya, aleluya.

Cristo tenía que morir y resucitar de entre los muertos, para entrar así en su gloria. R/.

Les doy mi paz.

clip_image005
Del santo Evangelio según san Juan: 14, 27-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: `Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado".

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I- V de Pascua

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Rm 6, 8

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica


Comentario al Evangelio de hoy


“Dijo Jesús a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo”. (Jn 14,27-31)

Hoy hablamos mucho de la paz, y la paz no llega.
Escuchamos más el ruido de la guerra que los abrazos de reconciliación.
Tal vez se deba que a buscamos la paz por los caminos por donde no suele caminar la paz.
Durante años hemos hablado de “guerra fría”, por más que cada día la calentábamos armándonos cada día más.
Existe la paz del miedo a las armas.
Existe la paz del silencio de no querer plantear los problemas.
Existe la paz del silencio, para no despertar aquello que puede enfrentarnos.
Pero esa no es la paz verdadera, sino la guerra agazapada y a la espera de cualquier movimiento.

Por eso Jesús nos deja otra paz. La suya.
La paz fruto del amor.
La paz fruto de la fraternidad.
La paz fruto de la mutua comprensión.
La paz fruto de la justicia.
La paz fruto de la solidaridad.
La paz fruto de la generosidad.
La paz fruto del respeto para con el otro.
La paz fruto de la valoración del otro.
La paz fruto del diálogo en la mutua escucha y respeto.
La paz fruto de compartir los mismos sentimientos de Jesús.
La paz fruto del perdón.
La paz fruto de corazones sin resentimiento.
La paz fruto de corazones sin egoísmo.

Es la paz con nosotros mismos.
Es la paz con los que están a nuestro lado.
Es la paz que ve a la humanidad como “familia humana”.
Es la paz que ve en cada hombre y mujer a un hermano.

Y es una paz que no nos la deja simplemente como un regalo o un programa.
Es la paz que él mismo quiere construir a nuestro lado.
Por eso dice que se va, “pero vuelve a nuestro lado”.
Por tanto es la paz que estamos llamados a construir y vivir juntamente con él.
No es solo la paz que él nos deja.
Es la paz que él quiere construir en nosotros y con nosotros.
Es la paz fruto del amor: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Sentimos el gozo y la alegría del regreso de Jesús al Padre.
Pero sentimos también el gozo y la alegría de que “vuelva a nuestro lado” y no nos deje solos.

Con él podremos vivir esa paz que recitamos en la conocida oración de San Francisco:
“Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde haya odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , como se recibe;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la Vida Eterna.


“Dijo Jesús a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo”. (Jn 14,27-31)
Hoy hablamos mucho de la paz, y la paz no llega.
Escuchamos más el ruido de la guerra que los abrazos de reconciliación.
Tal vez se deba que a buscamos la paz por los caminos por donde no suele caminar la paz.
Durante años hemos hablado de “guerra fría”, por más que cada día la calentábamos armándonos cada día más.
Existe la paz del miedo a las armas.
Existe la paz del silencio de no querer plantear los problemas.
Existe la paz del silencio, para no despertar aquello que puede enfrentarnos.
Pero esa no es la paz verdadera, sino la guerra agazapada y a la espera de cualquier movimiento.
Por eso Jesús nos deja otra paz. La suya.
La paz fruto del amor.
La paz fruto de la fraternidad.
La paz fruto de la mutua comprensión.
La paz fruto de la justicia.
La paz fruto de la solidaridad.
La paz fruto de la generosidad.
La paz fruto del respeto para con el otro.
La paz fruto de la valoración del otro.
La paz fruto del diálogo en la mutua escucha y respeto.
La paz fruto de compartir los mismos sentimientos de Jesús.
La paz fruto del perdón.
La paz fruto de corazones sin resentimiento.
La paz fruto de corazones sin egoísmo.
Es la paz con nosotros mismos.
Es la paz con los que están a nuestro lado.
Es la paz que ve a la humanidad como “familia humana”.
Es la paz que ve en cada hombre y mujer a un hermano.
Y es una paz que no nos la deja simplemente como un regalo o un programa.
Es la paz que él mismo quiere construir a nuestro lado.
Por eso dice que se va, “pero vuelve a nuestro lado”.
Por tanto es la paz que estamos llamados a construir y vivir juntamente con él.
No es solo la paz que él nos deja.
Es la paz que él quiere construir en nosotros y con nosotros.
Es la paz fruto del amor: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”.
Sentimos el gozo y la alegría del regreso de Jesús al Padre.
Pero sentimos también el gozo y la alegría de que “vuelva a nuestro lado” y no nos deje solos.
Con él podremos vivir esa paz que recitamos en la conocida oración de San Francisco:
“Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde haya odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , como se recibe;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la Vida Eterna.
Pensamiento: Vive en paz contigo mismo, y vivirás en paz con todos.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.7UIfj8OG.dpuf