LECTURAS DEL MIÉRCOLES V DE PASCUA 27 DE ABRIL (BLANCO)
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 70, 8. 23
Mi boca, Señor, se llene de alabanzas, para que pueda cantarte; y así mis labios se llenarán de júbilo. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que amas la inocencia y la devuelves a los que la han perdido,
atrae hacia ti el corazón de tus siervos, para que, rescatados por ti
de las tinieblas de la incredulidad, ya nunca se aparten de la luz de tu
verdad. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Se decidió que Pablo y Bernabé fueran a Jerusalén a ver a los apóstoles.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 15, 1-6
En
aquellos días, vinieron de Judea a Antioquía algunos discípulos y se
pusieron a enseñar a los hermanos que si no se circuncidaban conforme a
la ley de Moisés, no podrían salvarse. Esto provocó un altercado y una
violenta discusión con Pablo y Bernabé; al fin se decidió que Pablo,
Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén para tratar el asunto con los
apóstoles y los presbíteros. La comunidad cristiana los proveyó para el
viaje, y ellos atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos
cómo se convertían los paganos, y los llenaban de gozo con esta noticia.
Al
llegar a Jerusalén, fueron recibidos por la comunidad cristiana, los
apóstoles y los presbíteros, y ellos refirieron todo cuanto Dios había
hecho por su medio. Pero algunos de los fariseos convertidos
intervinieron, diciendo: "Hay que circuncidar a los paganos y exigirles
que cumplan la ley de Moisés".
Entonces se reunieron los apóstoles y los presbíteros para examinar el asunto.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 121
R/. Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya.
¡Qué
alegría sentí, cuando me dijeron: "Vayamos a la casa del Señor"! Y hoy
estamos aquí, Jerusalén, jubilosos, delante de tus puertas. R/.
A
ti, Jerusalén, suben las tribus, las tribus del Señor, según lo que a
Israel se le ha ordenado, para alabar el nombre del Señor. R/.
Por
el amor que tengo a mis hermanos, voy a decir: "La paz esté contigo". Y
por la casa del Señor, mi Dios, pediré para ti todos los bienes. R/.
ACLAMACIÓN Jn 15, 4. 5
R/. Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor; el que permanece en mí da fruto abundante. R/.
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Del santo Evangelio según san Juan: 15,1-8
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid y
mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo
arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes
ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en
mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo,
si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él
ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no
permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo
recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si
permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que
quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den
mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, vivir siempre llenos de gratitud por estos misterios pascuales
que celebramos, para que, continuamente renovados por su acción, se
conviertan para nosotros en causa de eterna felicidad. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio I-V de Pascua.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Resucitó el Señor y nos iluminó a nosotros, los redimidos con su Sangre. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy
Ciudad Redonda
Queridos amigos:Sin Cristo, no hay camino que nos lleve a la verdad, no hay vida que nos lleve a plenitud. Permanecer en Él es la clave y el reto del cristiano. Y en este desafío resuenan aquellas palabras, cuando, en soledad, toma conciencia del Cáliz que ha de beber: “¿Duermes? ¿No has podido velar ni siquiera una hora? Velad y orad…” (cf. Mc 14, 37b-38a).
Velar es permanecer en Él, es dejar que Él permanezca en nosotros; saber ver que está ahí contigo. O que, al menos, al despertar de nuestros despistes cristianos, podamos decirle: “Perdona, no me había dado cuenta de que estabas ahí”. Velar es permanecer en el camino, no cesar en la búsqueda de la verdad, comprometerse para que triunfe en este mundo la vida. Y para velar, para permanecer en Él, es necesario orar. Orar para conservar en el corazón sus palabras y pedir, alabar, adorar, agradecer, conversar… lo que deseemos, de forma que se haga la voluntad del Padre y abunden los frutos del Reino.
Así, si vivimos injertos en la vid de Cristo, cualquier “altercado”, “discusión” o “tensión” que se manifieste en la comunidad cristiana, en la familia o en la comunidad religiosa, podrá encaminarse hacia su superación, como sugieren los Hechos de los Apóstoles en la primera lectura de hoy. Con Él es posible. No nos “durmamos”, ni un segundo, pensando qué ocurriría si lo intentáramos sin Él.