LECTURAS DEL LUNES IV DEL T. ORDINARIO 1 DE FEBRERO (VERDE)
"Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo".
ANTÍFONA DE ENTRADA Rm 5, 5; cfr. 8, 11
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que habita en nosotros.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que has ilustrado los corazones de tus hijos con la luz del
Espíritu Santo, concédenos que, bajo su inspiración, sepamos discernir
lo que es recto y experimentemos siempre el gozo de su consuelo. Por
nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Huyamos de Absalón. Dejen que Semeí me maldiga, porque se lo ha ordenado el Señor.
Del segundo libro de Samuel: 15, 13-14. 30; 16, 5-13
En
aquellos días, llegó un hombre a avisar a David: "Todos los israelitas
se han puesto de parte de Absalón". Entonces David les dijo a sus
servidores que estaban con él en Jerusalén: "Huyamos pronto, porque si
llega Absalón no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, pues si se
nos adelanta y nos alcanza, nos matará y pasará a cuchillo a todos los
habitantes de la ciudad".
Al
subir por el monte de los Olivos, David iba llorando, con la cabeza
cubierta y los pies descalzos. Todos sus acompañantes iban también con
la cabeza cubierta y llorando.
Cuando
llegaron a Bajurim, un hombre de la familia de Saúl, llamado Semeí,
hijo de Guerá, les salió al encuentro y se puso a seguirlos. Los iba
maldiciendo y arrojaba piedras a David y a todos sus hombres. El pueblo y
los soldados se agruparon en torno a David. Semeí le gritaba: "Fuera de
aquí, asesino malvado. El Señor te está castigando por toda la sangre
de la casa de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el
trono a tu hijo Absalón y tú has caído en desgracia, porque eres un
asesino".
Abisay,
hijo de Sarvia, le dijo entonces a David: "¿Por qué se ha de poner a
maldecir a mi señor ese perro muerto? Déjame ir a donde está y le corto
la cabeza". Pero el rey le contestó: "¿Qué le vamos a hacer? Déjalo;
pues si el Señor le ha mandado que me maldiga, ¿quién se atreverá a
pedirle cuentas?" Enseguida, David dijo a Abisay y a todos sus
servidores: "Si mi propio hijo quiere matarme, ¿con cuánta mayor razón
este hombre de la familia de Saúl? Déjenlo que me maldiga, pues se lo ha
ordenado el Señor. Tal vez el Señor se apiade de mi aflicción y las
maldiciones de hoy me las convierta en bendiciones". Y David y sus
hombres prosiguieron su camino.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 3
R/. Levántate, Señor, y sálvame, Dios mío.
Mira, Señor, cuántos contrarios tengo, y cuántos contra mí se han levantado; cuántos dicen de mí: "Ni Dios podrá salvarlo". R/.
Mas tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria y mi victoria; desde tu monte santo me respondes cuando mi voz te invoca. R/.
En
paz me acuesto, duermo y me despierto, porque el Señor es mi defensa.
No temeré a la enorme muchedumbre que me cerca y me acecha. R/.
ACLAMACIÓN Lc 7, 16
R/. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R/.
Espíritu inmundo, sal de este hombre.
Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 1-20
En
aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus
discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos.
Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre
poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con
cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con
argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las
argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en
los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando
aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse
ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo
de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes". Dijo esto
porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel
hombre. Entonces le preguntó Jesús: "¿Cómo te llamas?" Le respondió: "Me
llamo Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no
los expulsara de aquella comarca.
Había
allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del
monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de aquí para
meternos en esos cerdos". Y Él se lo permitió. Los espíritus inmundos
salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos,
unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se
ahogaron. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo
sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había
pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su
sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que
habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y
lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de
su comarca. Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba
que lo admitiera en su compañía, pero Él no se lo permitió y le dijo:
"Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que
ha sido el Señor contigo". Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a
proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y
todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, los dones que te ofrecemos y purifica nuestros corazones con la
luz del Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque
Él después de subir al cielo, donde está sentado a tu derecha, derramó
sobre tus hijos de adopción el Espíritu Santo que había prometido.
Por eso, Señor, con todos los ángeles, te aclamamos ahora y por siempre, diciendo: Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 67, 29-30
Confirma, Señor, las obras que realizaste por nosotros, desde tu templo santo de Jerusalén.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Comentario al Evangelio de hoy
Pedro Belderrain, cmf
Queridos hermanos,
Dicen que el lunes tiene mala fama. Es un día más, pero su condición de regreso a la vida ordinaria tras el fin de semana hace que muchas personas no lo miren bien.
Disfrutamos hoy de un lunes especial, que es además puerta de un febrero de 29 días. Es fácil que durante la jornada oigamos comentarios diversos: unos acentuarán qué rápido pasa el tiempo; parece que ayer estábamos en Navidad. Otros, por el contrario, transmitirán la sensación de que en enero han pasado muchas cosas, como si hubiéramos estrenado 2016 hace un siglo. Sí es verdad que este año tiene sus peculiaridades: no llevamos cuatro semanas de tiempo ordinario y tenemos encima la Cuaresma; en diez días escucharemos redoblarse las llamadas a la conversión y al encuentro sincero con Cristo el Señor.
Ese mismo Cristo se ofrece hoy a nuestra contemplación serena y gozosa. Jesús llega con sus discípulos a una región -la de los gerasenos-, en la que acontece este episodio tan singular. Lo primero que podemos pedirle al Espíritu es que abra nuestro corazón para que entendamos la Palabra del Maestro: ¿qué quiere narrarnos esta historia?, ¿en qué ha de fijarse nuestra atención? El relato es minucioso y corremos el riesgo de enredarnos en cuestiones muy secundarias: ¿cuántos eran los espíritus?, ¿qué pasó realmente con los cerdos?, ¿qué vida llevaba en verdad el endemoniado?...
Una vez más estamos ante Jesús, un Jesús valiente que vive abriendo paso al Reino del Padre, a su voluntad, a su proyecto de restauración de la creación. ¿Qué hace uno de sus hijos viviendo entre sepulcros, apartado de sus hermanos, desesperado, dándose golpes incluso a sí mismo?
Hay una expresión castellana que me desasosiega mucho. Se usa para referirse a situaciones o personas que parecen no tener remedio: se las dice “dejadas de la mano de Dios”. Algún diccionario traduce ‘abandonadas, sin solución’. Pero la Resurrección y la Revelación han dejado una cosa bien clara: no ha habido ni hay ni habrá ser humano alguno dejado de la mano de Dios. ¡Todo lo contrario! Dios nos ofrece sus manos bien abiertas: con claridad, con cercanía, con ternura…
Ábrete al relato, déjate tocar por la presencia sanadora de Jesús. Cuando lo hayas hecho presta atención a los detalles que quieras, pero antes no te dejes enredar. ¡Qué empieces bien la semana!
Dicen que el lunes tiene mala fama. Es un día más, pero su condición de regreso a la vida ordinaria tras el fin de semana hace que muchas personas no lo miren bien.
Disfrutamos hoy de un lunes especial, que es además puerta de un febrero de 29 días. Es fácil que durante la jornada oigamos comentarios diversos: unos acentuarán qué rápido pasa el tiempo; parece que ayer estábamos en Navidad. Otros, por el contrario, transmitirán la sensación de que en enero han pasado muchas cosas, como si hubiéramos estrenado 2016 hace un siglo. Sí es verdad que este año tiene sus peculiaridades: no llevamos cuatro semanas de tiempo ordinario y tenemos encima la Cuaresma; en diez días escucharemos redoblarse las llamadas a la conversión y al encuentro sincero con Cristo el Señor.
Ese mismo Cristo se ofrece hoy a nuestra contemplación serena y gozosa. Jesús llega con sus discípulos a una región -la de los gerasenos-, en la que acontece este episodio tan singular. Lo primero que podemos pedirle al Espíritu es que abra nuestro corazón para que entendamos la Palabra del Maestro: ¿qué quiere narrarnos esta historia?, ¿en qué ha de fijarse nuestra atención? El relato es minucioso y corremos el riesgo de enredarnos en cuestiones muy secundarias: ¿cuántos eran los espíritus?, ¿qué pasó realmente con los cerdos?, ¿qué vida llevaba en verdad el endemoniado?...
Una vez más estamos ante Jesús, un Jesús valiente que vive abriendo paso al Reino del Padre, a su voluntad, a su proyecto de restauración de la creación. ¿Qué hace uno de sus hijos viviendo entre sepulcros, apartado de sus hermanos, desesperado, dándose golpes incluso a sí mismo?
Hay una expresión castellana que me desasosiega mucho. Se usa para referirse a situaciones o personas que parecen no tener remedio: se las dice “dejadas de la mano de Dios”. Algún diccionario traduce ‘abandonadas, sin solución’. Pero la Resurrección y la Revelación han dejado una cosa bien clara: no ha habido ni hay ni habrá ser humano alguno dejado de la mano de Dios. ¡Todo lo contrario! Dios nos ofrece sus manos bien abiertas: con claridad, con cercanía, con ternura…
Ábrete al relato, déjate tocar por la presencia sanadora de Jesús. Cuando lo hayas hecho presta atención a los detalles que quieras, pero antes no te dejes enredar. ¡Qué empieces bien la semana!