LECTURAS DEL LUNES I DEL T. ORDINARIO 11 DE ENERO (VERDE)
Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca…"
ANTÍFONA DE ENTRADA
Vi
sentado en el trono celestial a un hombre, a quien adora la multitud de
los ángeles que cantan a una sola voz: "Éste es aquel cuyo poder
permanece eternamente".
ORACIÓN COLECTA
Acompaña,
Señor, con celestial piedad, los anhelos y súplicas de tu pueblo, para
que conozca lo que debe poner obra y lleve a cabo con firmeza lo que ha
conocido. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Su rival se burlaba continuamente de Ana a causa de su esterilidad.
Del primer libro de Samuel: 1, 1-8
Había
un hombre en Ramá, de la tribu de Efraín, llamado Elcaná, que tenía dos
mujeres, Ana y Peninná. Peninná tenía hijos y Ana no los tenía. Todos
los años Elcaná subía desde su ciudad al santuario de Siló, para adorar
al Señor de los ejércitos y ofrecerle sacrificios. Ahí vivían los dos
hijos de Elí, Jofní y Pinjás, sacerdotes del Señor.
Cuando
ofrecía su sacrificio, Elcaná daba a Peninná y a cada uno de sus hijos,
su parte; pero a Ana le daba una porción doble, porque la amaba con
predilección, aun cuando el Señor no le había concedido tener hijos.
Peninná, su rival, se burlaba continuamente de ella a causa de su
esterilidad y esto sucedía año tras año, cuando subían a la casa del
Señor. Peninná la humillaba y mortificaba, y Ana se ponía a llorar y no
quería comer.
Una
vez Elcaná le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué
está triste tu corazón? ¿Acaso no valgo yo para ti más que diez hijos?"
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 115
¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R/.
Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. R/.
Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo, en medio de su templo santo, que está en Jerusalén. R/.
ACLAMACIÓN Mc 1, 15
R/. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios ya está cerca, dice el Señor. Conviértanse y crean en el Evangelio. R/.
Conviértanse y crean en el Evangelio.
Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 14-20
Después
de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para
predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el
Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio".
Caminaba
Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su
hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores.
Jesús les dijo: "Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres".
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un
poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que
estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando
en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te
pedimos, Señor, que te sea agradable la ofrenda de tu pueblo por la
cual recibimos la santificación y obtenemos lo que piadosamente pedimos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 10,10
Yo he venido, dice el Señor, para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Comentario al Evangelio de hoy
Fco. Javier Goñi, cmf
Queridos hermanos:
Hoy comienza el tiempo ordinario. Hace apenas unos días contemplábamos al Niño-Dios, adorado por los Sabios de Oriente, y ayer mismo dábamos un salto para contemplarle treinta años después siendo bautizado en el Jordán por Juan. Durante 30 años el niño ha ido creciendo “en gracia y sabiduría” y ha ido descubriendo su misión y su identidad como “Hijo de Dios”, que ayer mismo quedaba confirmada con aquella revelación de lo alto: “Tú eres mi Hijo amado…”.
Hoy Jesús comienza su misión. Se sabe Hijo amado del Padre y se sabe enviado para anunciar la Buena Noticia de su Amor y llamar a todos a convertir el corazón: y comienza a hacerlo. Con ello, el tiempo ordinario se inicia con el ministerio público de Jesús.
Como siempre, la riqueza de la Palabra de Dios puede sugerir muchas cosas, según la realidad que vivimos y según el corazón que la recibe. A mí, el Evangelio de hoy me deja resonando algo que parece que fue esencial para Jesús: la necesidad de una comunidad que compartiera con El la misma misión. Y en efecto, inicia su predicación invitando a los primeros discípulos a seguirle…
Y es que, entonces como ahora, no es posible vivir el Amor salvador del Padre ni transmitirlo a otros si no es en comunidad. No se puede ser cristiano en solitario; menos aún, testigo del Evangelio y misionero. Es en comunidad como se experimenta y se vive la presencia del Señor, la Acción del Espíritu y el Amor del Padre; es en comunidad como se escucha y discierne la llamada de Jesús a cada uno; es en comunidad como se responde a la misión encomendada, anunciando la Buena Noticia, llevando las Bienaventuranzas a los que más sufren, invitando a la conversión, llamando a otros a unirse a nosotros…
Quizá nuestra cultura, excesivamente centrada en el yo e individualista, nos ha llevado a vivir la fe, la llamada y la misión en una clave solipsista. Lo podemos ver en muchas cosas: en espiritualidades vividas en solitario, en tantos fieles que se conforman con ir a misa y hacer sus prácticas devocionales sin vivencia comunitaria alguna, o en tantos que dicen ser creyentes pero no practicantes, sin participar para nada en la vida de la Iglesia.
¡Con lo hermoso que es saberse parte de alguna comunidad concreta, amar a los hermanos y preocuparse por ellos, sentirse parte de la Iglesia, la local y la universal! Y es que solo en el amor fraterno se escucha de verdad la voz del Señor, presente en medio de la comunidad: Alegraos, el Reino está cerca, venid y veréis, convertíos y creed en el Evangelio…
Hoy comienza el tiempo ordinario. Hace apenas unos días contemplábamos al Niño-Dios, adorado por los Sabios de Oriente, y ayer mismo dábamos un salto para contemplarle treinta años después siendo bautizado en el Jordán por Juan. Durante 30 años el niño ha ido creciendo “en gracia y sabiduría” y ha ido descubriendo su misión y su identidad como “Hijo de Dios”, que ayer mismo quedaba confirmada con aquella revelación de lo alto: “Tú eres mi Hijo amado…”.
Hoy Jesús comienza su misión. Se sabe Hijo amado del Padre y se sabe enviado para anunciar la Buena Noticia de su Amor y llamar a todos a convertir el corazón: y comienza a hacerlo. Con ello, el tiempo ordinario se inicia con el ministerio público de Jesús.
Como siempre, la riqueza de la Palabra de Dios puede sugerir muchas cosas, según la realidad que vivimos y según el corazón que la recibe. A mí, el Evangelio de hoy me deja resonando algo que parece que fue esencial para Jesús: la necesidad de una comunidad que compartiera con El la misma misión. Y en efecto, inicia su predicación invitando a los primeros discípulos a seguirle…
Y es que, entonces como ahora, no es posible vivir el Amor salvador del Padre ni transmitirlo a otros si no es en comunidad. No se puede ser cristiano en solitario; menos aún, testigo del Evangelio y misionero. Es en comunidad como se experimenta y se vive la presencia del Señor, la Acción del Espíritu y el Amor del Padre; es en comunidad como se escucha y discierne la llamada de Jesús a cada uno; es en comunidad como se responde a la misión encomendada, anunciando la Buena Noticia, llevando las Bienaventuranzas a los que más sufren, invitando a la conversión, llamando a otros a unirse a nosotros…
Quizá nuestra cultura, excesivamente centrada en el yo e individualista, nos ha llevado a vivir la fe, la llamada y la misión en una clave solipsista. Lo podemos ver en muchas cosas: en espiritualidades vividas en solitario, en tantos fieles que se conforman con ir a misa y hacer sus prácticas devocionales sin vivencia comunitaria alguna, o en tantos que dicen ser creyentes pero no practicantes, sin participar para nada en la vida de la Iglesia.
¡Con lo hermoso que es saberse parte de alguna comunidad concreta, amar a los hermanos y preocuparse por ellos, sentirse parte de la Iglesia, la local y la universal! Y es que solo en el amor fraterno se escucha de verdad la voz del Señor, presente en medio de la comunidad: Alegraos, el Reino está cerca, venid y veréis, convertíos y creed en el Evangelio…