LECTURAS DEL MARTES V DÍA DE LA OCTAVA DE NAVIDAD 29 DE DICIEMBRE (BLANCO)
Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel.
ANTÍFONA DE ENTRADA Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino que tenga la vida eterna.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso e invisible, que, con la luz de tu venida, ahuyentaste las
tinieblas del mundo, míranos con rostro sereno, para que sobreabundemos
en toda alabanza, proclamando dignamente la gloria del nacimiento de tu
Unigénito. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
O bien de la conmemoración del santo:
Dios
nuestro, tú que concediste al mártir santo Tomás Becket grandeza de
alma para entregar su vida por la justicia, concédenos, por su
intercesión, la gracia de renunciar a nuestra vida por Cristo en este
mundo, para poderla encontrar en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
El que ama a su hermano permanece en la luz.
De la primera carta del apóstol san Juan 2, 3-11:
Queridos
hermanos: En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que
cumplimos sus mandamientos. El que dice: "Yo lo conozco", pero no cumple
sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en
aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y
precisamente en esto conocemos que estamos unidos a Él. El que afirma
que permanece en Cristo debe de vivir como Él vivió.
Hermanos
míos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo,
que ustedes tenían desde el principio. Este mandamiento antiguo, es la
palabra que han escuchado, y sin embargo, es un mandamiento nuevo éste
que les escribo; nuevo en él y en ustedes, porque las tinieblas pasan y
la luz verdadera alumbra ya.
Quien
afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las
tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza.
Pero quien odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las
tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus
ojos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 95
R/. Cantemos la grandeza del Señor.
Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo. R/.
Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas. R/.
Ha sido el Señor quien hizo el cielo; hay gran esplendor en su presencia y lleno de poder está su templo. R/.
ACLAMACIÓN Cfr. Lc 2, 32
R/. Aleluya, aleluya.
Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel. R/.
Cristo es la luz que alumbra a las naciones.
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-35:
Transcurrido
el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y
José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo
con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al
Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o
dos pichones.
Vivía
en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios,
que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el
cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías
del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María
entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley,
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
"Señor,
ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías
prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado
para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria
de tu pueblo, Israel".
El
padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras.
Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño
ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como
signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los
pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, nuestros dones, con los que se realiza tan glorioso intercambio,
para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti
mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-III de Navidad.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 1, 78
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos ha visitado, el Sol que nace de lo alto.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos,
Dios todopoderoso, que la eficacia de estos sagrados misterios
constantemente fortalezca nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne.
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Comentario al Evangelio de hoy
Queridos hermanos:
Nosotros confesamos ante todo que “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”; desde ahí lo nuestro queda divinizado sin perder lo que tiene de humano y mundano. Los evangelios de la infancia hablan plásticamente de esa encarnación. Según la carta a los Hebrero, obra teológica de gran calado, Jesús entró en el mundo diciendo: “heme aquí, Padre, que vengo para hacer tu voluntad”; y la escena de su presentación en el templo visibiliza dicha actitud. Pero ese autoofrecimiento Jesús lo realiza en las condiciones humanas más corrientes: llevado por sus padres y en dependencia de ellos, es ofrecido a Yahvé según los ritos usados en el judaísmo. La encarnación implica pertenencia a una familia, una cultura, etc., y la fidelidad se vive desde ellas.
Jesús es presentado como aquel que, si es acogido en nuestros brazos, colma nuestras esperanzas: “mis ojos ya lo han visto” (=ya puedo retirarme). En la intención del evangelista subyace una interpelación al pueblo judío: “no esperéis otro Mesías; uno de vuestros sabios y santos ya ha reconocido que es Jesús”. Y para nosotros tiene su propia traducción: no pongamos nuestra esperanza en lo que no la merece; uno sólo es nuestro Salvador; no lo será el dinero, ni el éxito político o profesional, ni el prestigio… El Bautista enviará emisarios a preguntar a Jesús: “¿eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?”. Y Jesús da una respuesta definitiva, válida para nosotros hoy.
Pero debemos alargar la mirada mucho más allá de las esperanzas judías, como ya lo hacemos. Ellas nos dieron el concepto de Mesías o Ungido (=Cristo), que seguimos usando. Pero Jesús hace estallar todas las barreras del judaísmo y de la Iglesia; por ello Simeón le declara no sólo “gloria de Israel” (¡que lo es!), sino también “luz para alumbrar a las naciones”. Aquí radica la vocación y actividad misionera de la Iglesia.
Sigamos leyendo. El evangelista sabe cuál fue la relación de Jesús con su pueblo y el desenlace de su oferta mesiánica. Y lo predice por boca de Simeón, en palabras sombrías: por causa de Jesús unos se levantarán y otros caerán. Jesús, el que es y trae la buena noticia, resulta una “bandera discutida”; el que es y trae el “consuelo” de Israel, trae también la espada; impulsa y estimula, no viene al mundo para que todo siga igual. Y, si lo nuestro es opción por la comodidad y perezosa rutina, su llamada nos causa “sarpullido” y nos coloca en una situación de crisis de la que hay que intentar salir airosos.
Sería un pecado aguar las fiestas navideñas; comparto plenamente la afirmación de Lutero de que “el gozo es el birrete doctoral de la fe” (M. Lutero). Pero Navidad es mucho más que pandereta y castañuelas. La propuesta evangélica, siempre alegre y entusiasta, lleva consigo una ineludible dosis de “seriedad”; a veces, de “incomodidad”.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf
Nosotros confesamos ante todo que “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”; desde ahí lo nuestro queda divinizado sin perder lo que tiene de humano y mundano. Los evangelios de la infancia hablan plásticamente de esa encarnación. Según la carta a los Hebrero, obra teológica de gran calado, Jesús entró en el mundo diciendo: “heme aquí, Padre, que vengo para hacer tu voluntad”; y la escena de su presentación en el templo visibiliza dicha actitud. Pero ese autoofrecimiento Jesús lo realiza en las condiciones humanas más corrientes: llevado por sus padres y en dependencia de ellos, es ofrecido a Yahvé según los ritos usados en el judaísmo. La encarnación implica pertenencia a una familia, una cultura, etc., y la fidelidad se vive desde ellas.
Jesús es presentado como aquel que, si es acogido en nuestros brazos, colma nuestras esperanzas: “mis ojos ya lo han visto” (=ya puedo retirarme). En la intención del evangelista subyace una interpelación al pueblo judío: “no esperéis otro Mesías; uno de vuestros sabios y santos ya ha reconocido que es Jesús”. Y para nosotros tiene su propia traducción: no pongamos nuestra esperanza en lo que no la merece; uno sólo es nuestro Salvador; no lo será el dinero, ni el éxito político o profesional, ni el prestigio… El Bautista enviará emisarios a preguntar a Jesús: “¿eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?”. Y Jesús da una respuesta definitiva, válida para nosotros hoy.
Pero debemos alargar la mirada mucho más allá de las esperanzas judías, como ya lo hacemos. Ellas nos dieron el concepto de Mesías o Ungido (=Cristo), que seguimos usando. Pero Jesús hace estallar todas las barreras del judaísmo y de la Iglesia; por ello Simeón le declara no sólo “gloria de Israel” (¡que lo es!), sino también “luz para alumbrar a las naciones”. Aquí radica la vocación y actividad misionera de la Iglesia.
Sigamos leyendo. El evangelista sabe cuál fue la relación de Jesús con su pueblo y el desenlace de su oferta mesiánica. Y lo predice por boca de Simeón, en palabras sombrías: por causa de Jesús unos se levantarán y otros caerán. Jesús, el que es y trae la buena noticia, resulta una “bandera discutida”; el que es y trae el “consuelo” de Israel, trae también la espada; impulsa y estimula, no viene al mundo para que todo siga igual. Y, si lo nuestro es opción por la comodidad y perezosa rutina, su llamada nos causa “sarpullido” y nos coloca en una situación de crisis de la que hay que intentar salir airosos.
Sería un pecado aguar las fiestas navideñas; comparto plenamente la afirmación de Lutero de que “el gozo es el birrete doctoral de la fe” (M. Lutero). Pero Navidad es mucho más que pandereta y castañuelas. La propuesta evangélica, siempre alegre y entusiasta, lleva consigo una ineludible dosis de “seriedad”; a veces, de “incomodidad”.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf