Misal de hoy Miercoles 30 de Diciembre 2015

LECTURAS DEL MIÉRCOLES DÍA VI DE LA OCTAVA DE NAVIDAD 30 DE DICIEMBRE (BLANCO)


Se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.


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ANTÍFONA DE ENTRADA Sab 18, 14-15

Cuando un profundo silencio envolvía todas las cosas y la noche estaba a la mitad de su camino, tu Palabra todopoderosa, Señor, bajó desde el trono real del cielo.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA

Concédenos, Dios todopoderoso, que, viéndonos sujetos a la antigua esclavitud bajo el yugo del pecado, nos libere el nuevo nacimiento según la carne de tu Unigénito. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

El que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.

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De la primera carta del apóstol san Juan 2, 12-17:

Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio. Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio. No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 95

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R/. Alaben al Señor, todos los pueblos.

Alaben al Señor, pueblos del orbe, reconozcan su gloria y su poder y tribútenle honores a su nombre. R/.

Ofrézcanle en sus atrios sacrificios. Caigamos en su templo de rodillas. Tiemblen ante el Señor los atrevidos. R/.

"Reina el Señor", digamos a los pueblos. Él afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia. R/.

ACLAMACIÓN

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R/. Aleluya, aleluya.

Un día sagrado ha brillado para nosotros. Vengan, naciones, y adoren al Señor, porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra. R/.

Ana hablaba del niño a los que aguardaban la liberación de Israel.

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Del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40:

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Acepta benignamente, Señor, los dones de tu pueblo, para que recibamos, por este sacramento celestial, aquello mismo que el fervor de nuestra fe nos mueve a proclamar. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-III de Navidad.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 1, 16

De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor Dios, que nos unes a ti al permitirnos participar en tus sacramentos, realiza su poderoso efecto en nuestros corazones, y que la misma recepción de este don tuyo nos haga más dignos de seguirlo recibiendo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Comentario al Evangelio de hoy

Queridos Hermanos:
El nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne es un hecho de tal envergadura que requiere tiempo para reflexionarse y asimilarse. Por eso, Navidad –como pascua de resurrección- tiene octava; es como si la fiesta durase no un día sino una semana.
Y cada texto evangélico de estos días, en su aparente ingenuidad, nos va subrayando diversos aspectos de la humanidad de Jesús. El de hoy nos habla de su situación de verdadero niño, limitado y menesteroso, y por tanto necesitado de tutela, de aprendizaje y de maduración: “crecía en sabiduría y en gracia”. En el cristianismo de todas las épocas ha estado presente, de una u otra forma, la inclinación monofisita, es decir, la tendencia a afirmar la divinidad de Jesús sin aceptar plenamente su humanidad. Es ciertamente paradójico que un ser divino pueda crecer y estar sometido a un proceso pedagógico; pero esa es justamente la paradoja de la fe cristiana: que la Palabra eterna se haya hecho carne temporal (Jn 1,14), humanidad sometida a las leyes del universo y a las limitaciones de una cultura. El domingo pasado celebrábamos la fiesta de la Sagrada Familia; un título de  grandeza de María y de José es haber guiado los primeros pasos de Jesús en el campo de la oración, la religiosidad y la conceptualización de la fe de Israel.
Con muy buen criterio, la liturgia de esta semana nos va presentando diversos pasajes del escrito designado como “Primera Carta de Juan” (no es carta, sino homilía o meditación). La preocupación fundamental del autor es corregir el “docetismo” o monofisismo incipiente: el anticristo es el que niega que Jesús encarnado pueda ser el Cristo (1Jn 2,22; cf 2Jn 7). Está combatiendo a cristianos demasiado “espirituales”, que viven una fe de la evasión, descuidando el compromiso con la historia y su manifestación más elemental: el amor fraterno. El cristiano auténtico sigue a Jesús encarnado, es “mundano” en el mejor sentido del término.
Pero se trata de una peculiar mundanidad. El IV evangelio (muy emparentado con 1Jn) sabe que el mundo es bueno, pues fue creado por la Palabra eterna (Jn 1,10), y que Dios lo amó hasta enviar a su Hijo para que el mundo se salve…” (Jn 3,16). Sin embargo, en su oración de despedida, Jesús dice al Padre que los discípulos “están en el mundo pero no pertenecen al mundo” (Jn 17,16); en esa línea nos dice hoy 1Jn que no amemos al mundo, ya que lo que hay en él es pecaminosidad: soberbia, lascivia, ambición… Es decir, en la hermosa creación de Dios, de la que Dios mismo se ha hecho parte por la encarnación, se han infiltrado tendencias hostiles a Él. En ese mismo sentido el papa Francisco, desde el comienzo de pontificado, ha puesto a la Iglesia en guardia contra la “mundanización”; el autor de la encíclica Laudato Si (en elogio y defensa del mundo creado) nos exhorta a evitar la ostentación, la insensibilidad, el inmediatismo irresponsable… Todo eso sería el “mundo” que Jesús encarnado no amó ni asumió, sino frente al que nos previno.

Seamos comprometidamente “mundanos”, amantes de la creación, de la humanidad, de la historia, como Jesús, sin dejarnos devorar por su deformación egoísta que se llama “mundanidad”.  
     
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf