LECTURAS DEL LUNES XXXIII DEL T. ORDINARIO 16 DE NOVIEMBRE (VERDE)
Recobra la vista; tu fe te ha curado".
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 22, 4
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo, Señor y Dios mío, tu vara y tu cayado me dan seguridad.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que nos creaste a tu imagen y quisiste que tu Hijo padeciera la
muerte por nosotros, concédenos permanecer siempre vigilantes en la
oración, para que merezcamos salir de este mundo sin mancha de pecado y
descansar llenos de gozo en el seno de tu misericordia. Por nuestro
Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Muy grande fue la prueba que soportó Israel.
Del primer libro de los Macabeos: 1, 10-15. 41-43. 54- 57. 62-64
En
aquellos días, surgió un hombre perverso, Antíoco Epífanes, hijo del
rey Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año
ciento treinta y siete del imperio de los griegos.
Hubo
por entonces unos israelitas apóstatas, que convencieron a muchos
diciéndoles: "Vamos a hacer un pacto con los pueblos vecinos, pues desde
que hemos vivido aislados, nos han sobrevenido muchas desgracias".
Esta
proposición fue bien recibida y algunos del pueblo decidieron acudir al
rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los
paganos. Entonces, conforme al uso de los paganos, construyeron en
Jerusalén un gimnasio, simularon que no estaban circuncidados, renegaron
de la alianza santa, se casaron con gente pagana y se vendieron para
hacer el mal.
Por
su parte, el rey publicó un edicto en todo su reino y ordenó que todos
sus súbditos formaran un solo pueblo y abandonaran su legislación
particular. Todos los paganos acataron el edicto real y muchos
israelitas aceptaron la religión oficial, ofrecieron sacrificios a los
ídolos y profanaron el sábado.
El
día quince de diciembre del año ciento cuarenta y cinco, el rey Antíoco
mandó poner sobre el altar de Dios un altar pagano, y se fueron
construyendo altares en todas las ciudades de Judá. Quemaban incienso
ante las puertas de las casas y en las plazas; rompían y echaban al
fuego los libros de la ley que encontraban; a quienes se les descubría
en su casa un ejemplar de la alianza y a los que sorprendían observando
los preceptos de la ley, los condenaban a muerte en virtud del decreto
real.
A
pesar de todo esto, muchos israelitas permanecieron firmes y resueltos a
no comer alimentos impuros. Prefirieron la muerte antes que
contaminarse con aquellos alimentos que violaban la santa alianza. Muy
grande fue la prueba que soportó Israel.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 118
R/. Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos.
Me
indigno, Señor, porque los pecadores no cumplen tu ley. Las redes de
los pecadores me aprisionan, pero yo no olvido tu voluntad. R/.
Líbrame
de la opresión de los hombres y cumpliré tus mandamientos. Se acercan a
mí los malvados que me persiguen y están lejos de tu ley. R/.
Los
malvados están lejos de la salvación, porque no han cumplido tus
mandamientos. Cuando veo a los pecadores, siento disgusto, porque no
cumplen tus palabras. R/.
ACLAMACIÓN Jn 8, 12
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R/.
Qué quieres que haga por ti? —Señor, que vea.
Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 35-43
En
aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba
sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente,
preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno,
que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David,
ten compasión de mí!". Los que iban adelante lo regañaban para que se
callara, pero él se puso a gritar más fuerte: "¡Hijo de David, ten
compasión de mí!"
Entonces
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le
preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él le contestó: "Señor, que
vea". Jesús le dijo: "Recobra la vista; tu fe te ha curado".
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Así
como venciste nuestra muerte, Señor, con la muerte de tu Unigénito, así
también concédenos, por la eficacia de este sacramento, que,
obedeciendo a tu voluntad hasta la muerte, salgamos de este mundo llenos
de paz y de confianza, hechos partícipes de su gloriosa resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Rom 14, 7-8
Ninguno
de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos,
para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo
tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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