Evangelio y Comentario de hoy Jueves 01 de Octubre 2015


Primera lectura

Lectura del libro de Nehemías (8,1-4a.5-6.7b-12):

En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo –pues se hallaba en un puesto elevado– y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie.
Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: -«Amén, amén.»
Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas explicaron la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura.
Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.»
Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley.
Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
Los levitas acallaban al pueblo, diciendo: «Silencio, que es un día santo; no estéis tristes.»
El pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque había comprendido lo que le habían explicado.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,8.9.10.11

R/.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-12):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Palabra del Señor

Comentario 
 
Queridos amigos:
Esta vez es el Señor quien designa y envía discípulos a misionar por las aldeas de Palestina. Son 72, como 72 eran las naciones paganas que no conocían a Dios, es decir, los envía a todo el mundo.
La misión universal que Jesús encomienda a su Iglesia no empezará en realidad hasta después de la Pascua, pero la presencia de tan numerosos evangelizadores demuestra que la misión la ha iniciado el mismo Jesús durante los tres años de anuncio de la Buena Nueva por la región de Galilea. Y el camino hacia Jerusalén que recorre Jesús con sus discípulos se convierte en modelo del camino que la Iglesia debe seguir a lo largo de los siglos. La Iglesia nacida para evangelizar, como ahora tan insistentemente nos recuerda el Papa Francisco, encuentra en el texto bíblico de hoy su inicio. El rechazo de Jesús y de sus enviados tendrá consecuencias irreparables.
La liturgia nos propone hoy este bello texto del evangelio de Lucas justo en el día en que honramos a la Patrona de las Misiones  Santa Teresa del Niño Jesús, fallecida en el monasterio del Carmelo de Lisieux, en Francia,  a los 24 años víctima de la tuberculosis.
El Papa Pío XI la canonizó en 1925 y este mismo Papa la proclamó, junto con san Francisco Javier, patrona universal de las misiones, pese a que durante su vida religiosa jamás salió fuera los muros de su convento de Lisieux,   aunque deseó ardientemente ser misionera.
Ya minada por la tuberculosis, Teresa recibe de la enfermera el encargo de pasear al menos un cuarto de hora. El paseo no hace sino cansarla más todavía, pero ella obedece dócilmente la absurda receta. Un día, su hermana María le hace ver lo inútil de tal ejercicio y nos lo cuenta así:
«Un día en que la vi pasearse, muy fatigada, por el jardín, cumpliendo la obediencia, me recordó su doctrina sobre la reversibilidad de los méritos, aun de los actos más simples: camino, me dijo, por un misionero. Pienso que allá abajo, muy lejos, alguno de ellos pueda estar agotado por sus correrías apostólicas, y para disminuir sus fatigas, yo ofrezco las mías a Dios».
Teresa había sido designada por la Madre Inés para hermana espiritual del seminarista Mauricio Bellière, que fue misionero en África. Y la Madre María de Gonzaga le dio un segundo hermano espiritual a Teresa, el P. Adolfo Roulland, misionero en China. En ellos volcó Teresa sus ilusiones de ser misionera y a través de ellos acompaña hoy desde el cielo a todos los que dan a conocer a Jesús en todos los rincones del mundo.  Ojalá que a todos los que leemos estas líneas nos conceda el deseo de dar testimonio de Jesús allí donde estemos.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano


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Jueves de la semana 26 del tiempo ordinario “Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros”. (Lc 10,1-12)

Paz a esta casa
Pide Jesús a sus discípulos que pasen por los pueblos y lugares contagiando paz. Tarea nada fácil, pues sólo quien la posee en su corazón puede comunicarla de verdad.

Las vacaciones son, sin duda, momento privilegiado para reconstruir esa paz interior, a veces, tan maltrecha. He aquí algunas sugerencias para quien quiera descansar de una manera diferente.

Experimentar el silencio. Tal vez sea bueno olvidarnos por unos días de la TV y la radio. Nuestro espíritu lo agradecerá. Mejor todavía si sabemos encontrar de vez en cuando algún rincón tranquilo (la sombra de un bosque, la orilla de un río, la paz de una ermita…) para «estar en silencio», sin prisas.

El silencio nos revelará muchas cosas. Descubriremos nuestra agitación interior y nuestras tensiones. Sentiremos la necesidad de vivir de otra manera. El silencio relajado es siempre fuerza transformadora y fuente de paz.

Sentir nuestro cuerpo. La mayor parte del tiempo vivimos «en nuestra cabeza», olvidados absolutamente de nuestro cuerpo, crispado y tenso por las mil preocupaciones de cada día.

Hagamos una experiencia nueva al menos durante unos días: sentir nuestro cuerpo, respirar conscientemente y con calma, tomar conciencia de las diversas sensaciones, sentarnos de manera relajada, pasear sintiendo nuestro caminar. Descubriremos con más fuerza la alegría de sentirnos vivos.

Gustar la vida. Por lo general, tendemos a acumular en nuestro interior las experiencias negativas, sin detenernos ante lo bueno y bello de la vida.
¿Por qué no dedicar unos días a vivir más despacio, gustando las cosas pequeñas y saboreando agradecidos tantos placeres sencillos que ofrece el vivir diario? Quedaremos sorprendidos de todo lo que se nos regala de manera constante.
Aprender a mirar. Casi siempre corremos por el mundo sin captar apenas la vida que llena el cosmos y sin abrirnos al misterio que nos envuelve.

Es bueno tomarse tiempo para aprender a mirar el entorno más despacio y con más hondura. No se trata de afinar los sentidos, sino de captar la vida que palpita dentro de las personas, los seres y las cosas, y escuchar su eco en nosotros.

Sanar los recuerdos dolorosos. Para recuperar la paz es necesario curar las heridas que nos hacen sufrir interiormente. Liberarnos de los recuerdos dolorosos del pasado y de las amenazas del futuro.

Es un verdadero arte vivir plenamente el momento presente, aquí y ahora. El creyente lo aprende desde la fe: el pasado pertenece a la misericordia de Dios; el futuro queda confiado a su bondad.
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