Evangelio y Comentario de hoy Viernes 02 de Octubre 2015


Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (23,20-23a):

Así dice el Señor: «Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado. Respétalo y obedécelo. No te rebeles, porque lleva mi nombre y no perdonará tus rebeliones. Si lo obedeces fielmente y haces lo que yo digo, tus enemigos serán mis enemigos, y tus adversarios serán mis adversarios. Mi ángel irá por delante.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 90,1-2.3-4.5-6.10-11

R/.
A los ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos


Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R/.

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás. R/.

Su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía. R/.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,1-5.10):

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.»

Palabra del Señor

Comentario 

Queridos amigos:
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?».  Jesús respondió con un gesto simbólico que revela el cambio de valores  que trae consigo la llegada del reinado de Dios: el más importante en la comunidad es el que se hace semejante a un niño. Y todo niño es expresión de debilidad, desamparo, pobreza.
Nos encontramos ante una comunidad cristiana dividida. Se pueden adivinar tensiones entre los distintos grupos y problemas de convivencia. Para iluminar esta situación, Mateo exhorta a prestar atención a los pequeños y a practicar el perdón como norma básica de convivencia en la comunidad cristiana.
Es cierto, la Iglesia debe organizarse y algunos asumen ciertos servicios y responsabilidades. ¿Son estas personas más importantes por el cargo que tienen? Los discípulos quieren saber, y Mateo les recuerda las enseñanzas de Jesús sobre este tema. La respuesta la da Jesús: “el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos”.
En aquella sociedad donde vivía Jesús, el niño no tenía derechos legales; todo lo que recibía era para él un regalo. Del mismo modo, el reino de Dios no se adquiere por las propias fuerzas o méritos; es un don que se recibe con la sencillez y el agradecimiento de un niño.
En el evangelio de Mateo, la palabra «pequeño» no se refiere únicamente a los niños. Pequeños son todas las personas humildes y sencillas que desde su simplicidad de vida han optado por seguir a Jesús con toda radicalidad. Los pequeños encarnan los valores fundamentales de la Buena Noticia y hacen patente la presencia de Jesús entre los más pobres y sencillos.
La primera lectura y el salmo hacen referencia a los ángeles que Dios envía para proteger a sus hijos. Dice: «Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado». Y el Salmo explica con muchas comparaciones e imágenes esa protección divina que representan los ángeles para quienes adoramos a Dios nuestro Padre.
En la tradición de la Iglesia siempre hemos conocido la devoción a los santos ángeles, porque la Biblia los nombra a menudo. Alegrémonos y agradezcamos a Dios nuestro Padre su maravillosa providencia que nunca nos abandona y con tanto amor nos cuida.
Vuestro hermano en la fe.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano


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Con la Palabra de Dios
Viernes de la semana 26 del tiempo ordinario
Ángeles custodios
 
En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús y le dijeron:
– Quién es el más importante en el reino de los cielos?
Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo:
– Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos.
(Mt 18,1-5.10)

Ingenuidad
La actitud ante los niños sigue siendo uno de los rasgos más desconcertantes de Jesús. Para él, el niño es el símbolo de lo que debería ser toda actividad existencial verdadera.
No admira Jesús a los hombres maduros, emprendedores, activos o eficaces. Su mirada se vuelve hacia esos pequeños cuya sencillez y simplicidad parecen cautivarlo.

Pocas cosas nos pueden resultar más retrógradas e inútiles en esos tiempos en que la organización y la complejidad de la vida va creciendo de manera acelerada.
La evolución y la marcha general de la humanidad parece empujarnos sin piedad en una dirección que nos aleja cada día más de todo lo que pueda ser ingenuidad, simplicidad y transparencia.
Sería, sin duda, una estupidez condenar la inteligencia crítica y el desarrollo tecnológico que nos están permitiendo penetrar mejor en los secretos de la naturaleza y organizar de manera más inteligente la vida.
Pero hay algo que comienza a turbar la conciencia del hombre y a ponerlo en estado de alerta.

Esta sociedad está “tecnificando” nuestro espíritu. El sistema comienza a tratarnos a todos como piezas de un gran mecanismo. Nos ajusta, nos funcionaliza y, con frecuencia, lamina nuestra alma vaciándonos de vida y verdad humana.
Compleja y sofisticada, esta sociedad comienza a mostrársenos profundamente indigente cuando se trata de ahondar en el misterio del corazón humano y en sus aspiraciones más íntimas.
Almacenamos datos y conocimientos, pero sentimos que algo esencial se nos escapa. Adquirimos “verdades técnicas” siempre nuevas, pero no nos sentimos poseídos por la verdad.
Comenzamos a intuir que la verdad que nos puede salvar no brotará sin más del desarrollo sin fin de nuestra racionalidad crítica. No será resultado de un proceso meramente tecnológico.

La verdad, según Jesús, aparece como gracia en el corazón de aquellos que saben ahondar en la vida con humildad, transparencia y simplicidad.
“Si no os hacéis como mitos, no entraréis en el Reino de Dios”. No son los inteligentes ni los más activos ni los más poderosos, los que más profundamente penetran en la realidad de la existencia, sino aquellos que la viven con “la transparencia del niño”.
Transparencia y simplicidad que hoy nos parecen absolutamente impensables, pero que el hombre necesita recuperar para escapar de la asfixia.

ACOGER AL NIÑO
Las primeras víctimas del deterioro y de los errores de una sociedad son casi siempre los más débiles y desamparados: los niños. Esos seres que dependen totalmente del cuidado de sus padres o de la ayuda de los adultos. Basta abrir los ojos y observar lo que sucede entre nosotros.
La crisis de la familia y la inestabilidad de la pareja están provocando en algunos hijos efectos difíciles de medir en toda su hondura. Niños poco queridos, privados del cariño y la atención de sus padres, de mirada triste y ánimo crispado, que se defienden como pueden de la dureza de la vida sin saber dónde encontrar refugio seguro.

El bienestar material maquilla a veces la situación ocultando de manera sutil la «soledad» del niño. Ahí están esos hijos, repletos de cosas, que reciben de sus padres todo lo que les apetece, pero que no encuentran en ellos la atención, el cariño y la acogida que necesitan para abrirse a la vida con seguridad y gozo.
Y ¿los educadores? No lo tienen fácil. Piezas de un sistema de enseñanza que, por lo general, fomenta más la transmisión de datos que el acompañamiento humano, tienen el riesgo de convertirse en «procesadores de información» más que en «maestros de vida». Por otra parte, muchos de ellos han de enfrentarse cada mañana a alumnos desmotivados e indolentes sabiendo que apenas encontrarán en sus padres colaboración para su tarea.

No se trata de culpabilizar a nadie. Es toda la sociedad la que ha de tomar conciencia de que un pueblo progresa cuando sabe acoger, cuidar y educar bien a las nuevas generaciones. Es un error planificar el futuro y descuidar la educación integral de niños y jóvenes. Es necesario apoyar más a la familia, valorar a los educadores, saber que la tarea más importante para el futuro es mejorar la calidad humana de quienes serán sus protagonistas.

«El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Estas palabras de Jesús, recogidas en diversas tradiciones evangélicas, son una llamada a la responsabilidad. En las primeras comunidades cristianas no se protege al niño por razones jurídicas o legales. La razón es más honda. Los creyentes han de sentirse responsables ante el mismo Cristo de acoger a esos niños que, sin el cuidado y la ayuda de los adultos, no podrán abrirse a una vida digna y dichosa. La vida que Dios quiere para ellos.

-juanjauregui.es