Evangelio y Comentario de hoy Viernes 22 de Noviembre 2013

Día litúrgico: Viernes XXXIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito:
‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.
Comentario
Mi casa será casa de oración
Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» (Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).

El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).

En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.


Oración Colecta
Oh Dios y Padre nuestro:        
Con frecuencia convertimos nuestros corazones
en casas de orgullo y avaricia
más que en hogares de amor y de bondad,
donde tú puedes sentirte a gusto, como en tu casa.
Destruye el templo del pecado en nosotros,
arroja toda clase de mal de nuestros corazones,
y haznos piedras vivas de una comunidad
en la que pueda vivir y reinar
tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Hermanos: Por su palabra y acciones Jesús nos ha hablado hoy que tenemos que servir a Dios como él mismo hizo: en espíritu y en verdad, es decir: nuestro vivir de cada día debe corresponder  a lo que nosotros creemos, en servicio leal a Dios y al pueblo.
Que Dios les bendiga 

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Viernes de la semana 33 del Tiempo Ordinario “Entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciendo: “Está escrito: “Mi casa es casa de oración”; pero vosotros lo habéis convertido en una cueva de bandidos. Todos los días enseñaba en el templo”. (Lc 19,45-48)
La escena no parece tan intrascendente, pues los distintos Evangelistas la narran.
Aunque con distintos matices y enfoques.
Pero, en todo caso hay algo que es común a todos.
El templo es casa de Dios.
El templo es casa de oración.
El templo es lugar de encuentro con Dios.
El templo es lugar de enseñanza del Evangelio.

Y Jesús hace un juicio crítico:
Para Juan lo han convertido en “un mercado”.
Para Lucas en “cueva de bandidos”, es decir de “ladrones”.
Hay muchas maneras de profanar el templo.
Hay muchas maneras de convertir el templo en algo para lo que no es.
Malo es convertirlo en un “mercado”, sentido comercial del templo.
Peor es convertirlo en una “cueva de bandidos” “de ladrones”.

En cualquiera de las cosas una cosa es verdad:
Un templo que ya no es “casa de Dios”.
Un templo que ya no es “casa de oración”.
Sino algo que nosotros profanamos dedicándolo a otros usos.
Pero siempre en algo utilitario para nosotros.
En algo que es más un lugar donde nosotros hacemos negocio.
En algo que es más un lugar que nosotros utilizamos para nuestro servicio.

Jesús en Juan habla de destruirlo.
En Lucas Jesús se hace dueño del templo.
Quiero devolverle su propio sentido originario: “Casa de Dios”.
Por eso “Todos los días enseñaba en el templo”.

Nosotros los hemos declarado lugares sagrados.
Espacios donde encontrar a Dios.
Cuando, con frecuencia, Dios está en la calle y no en el templo.
¿Recuerdan aquel afiche?
Una viejita se fue a la Iglesia a hablar con Jesús.
La puerta estaba cerrada.
Pero con un letrero que decía: “Disculpen, no estoy en casa. Estaba aburrido. He salido a darme una vuelta por la calle”.

Los templos tienen que ser lugar de encuentro de los creyentes.
Los templos tienen que ser lugar de celebración pascual.
Los templos tienen que ser lugar donde escuchamos la Palabra de Dios.
Los templos tienen que ser lugar de oración y no para lucir los escotes hasta el ombligo en las bodas.
Los templos no pueden ser pasarelas de estreno de la nueva moda.
Los templos tienen que ser lugar de oración y no para escuchar grandes conciertos en las Misas de Difuntos para que la gente no se aburra.
Los templos tienen que ser lugar de encuentro con Dios, y no simples lugares donde se encuentran los amigos que hace tiempo no se han visto.
Los templos tienen que ser lugares de expresión de nuestra fe, y no simples espacios de silencio, donde solo hable el cura y todos callamos.
Los templos tienen que ser lugares de encuentro con el misterio de la presencia de Jesús en el Sagrario.

No basta llamarles lugares sagrados.
Sagrados son también los que entran.
Sagrados son también los que los visitan.
Sagrada es también la calle por la que caminamos cada día.
Los templos no son fronteras que dividen lo sagrado de lo profano.
Sino espacios donde vivimos la sacralidad de toda la vida.

juanjauregui.es