LECTURAS DEL DOMINGO III DE PASCUA 30 DE ABRIL (BLANCO)
Comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 65, 1-2
Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y
rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad
de su adopción filial, aguarde seguro con gozosa esperanza el día de la
resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 2, 14. 22-33
El
día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la
multitud, y levantando la voz, dijo: "Israelitas, escúchenme. Jesús de
Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los
milagros, prodigios y señales que Dios realizó por medio de Él y que
ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios,
Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en
la cruz.
Pero
Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era
posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David
dice, refiriéndose a Él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí,
puesto que Él está a mí lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra
mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en
la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni
dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de
la vida y me saciarás de gozo en tu presencia.
Hermanos,
que me sea permitido hablarles con toda claridad. El patriarca David
murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el
día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido
con juramento que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión
profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a
la muerte ni sufrió la corrupción.
Pues
bien, a este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos
testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre
el Espíritu Santo prometido a Él y lo ha comunicado, como ustedes lo
están viendo y oyendo".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 15
R/. Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Protégeme,
Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi
Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está
en sus manos. R/.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor y con El a mi lado, jamás tropezaré. R/.
Por
eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la
corrupción. R/.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti. R/.
Ustedes han sido rescatados con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin mancha.
De la primera carta del apóstol san Pedro: 1, 17-21
Hermanos:
Puesto que ustedes llaman Padre a Dios, que juzga imparcialmente la
conducta de cada uno según sus obras, vivan siempre con temor filial
durante su peregrinar por la tierra.
Bien
saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de sus
padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la
plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni
mancha, al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo
y, por amor a ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los
últimos. Por Cristo, ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre
los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea
también esperanza en Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Cfr. Lc 24, 32
R/. Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, haz que comprendamos las Escrituras. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. R/.
Lo reconocieron al partir el pan.
Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 13-35
El
mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un
pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y
comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras
conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con
ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo
reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan
llenos de tristeza?"
Uno
de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero
que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les
preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno,
que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo
el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para
que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que
Él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres
días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de
nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al
sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían
aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de
nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho
las mujeres, pero a Él no lo vieron".
Entonces
Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón
para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario
que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y
comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó
todos los pasajes de la Escritura que se referían a Él.
Ya
cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos;
pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es
tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando
estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se
lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Él se
les desapareció. Y’ ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro
corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras!"
Se
levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De
veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces
ellos contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Jesús resucitado, vida y esperanza de la humanidad entera.
Después de cada petición diremos:
Jesús resucitado, escúchanos.
Por la Iglesia. Para que sepamos comunicar con sencillez la alegría de la Pascua en nuestro entorno cotidiano. Oremos.
Por
todos los niños y niñas que en esta Pascua harán su Primera Comunión,
para que puedan reconocer en la Eucaristía a Jesús que los ama y
acompaña. Oremos.
Por
los gobernantes. Para que trabajen decididamente por alcanzar el fin de
la violencia y una vida con justicia y dignidad para todos. Oremos.
Por
las personas que sufren discriminación o persecución. Para que en todas
partes sean respetadas, acogidas y tratadas con dignidad. Oremos.
Por todos nosotros. Para que sepamos llevar la alegría de Jesús resucitado a quien más lo necesite. Oremos.
Escucha,
Señor Jesús, nuestra oración. Y acompáñanos siempre en nuestro camino,
como hiciste con los discípulos de Emaús. Tú, que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es
a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la
felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-V de Pascua.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 24, 35
Los discípulos reconocieron al Señor Jesús, al partir el pan. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dirige,
Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado
renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a
la gloria incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
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No sabemos ver a Jesús Resucitado, como les pasa a los dos discípulos
de Emaús. Vamos por el camino de la vida, con una mentalidad miope,
pensando en nuestros problemas, en nuestras esperanzas e ilusiones
fracasadas. Cuando un desconocido se acerca a nuestro caminar, es un
buen momento para hablarle de nosotros, lo de Jesús el Nazareno, una vez
muerto, parece perder sentido: “Nosotros esperábamos que él fuera el
futuro libertador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió ésto”.
Muchas veces decimos buscar al Maestro, pero a los que nos buscamos es a
nosotros mismos.
Por eso, el desánimo con el que miramos la vida, los quejidos
constantes, nuestro alejarnos de la comunidad y volver a lo nuestro, la
actitud cobarde… Nos hacen imposible reconocer en aquel peregrino, al
Resucitado. Para verlo, hay que salir de nuestro ego, mirar al hombre
que se cruza a nuestro paso, que está cerca de nosotros, el que no ve a
su prójimo, no puede ver a Jesús. Hablamos demasiado y escuchamos poco,
sólo cuando se callaron y empezaron a escuchar al compañero de camino,
se abrió su corazón.Comienza con dureza: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera todo esto para entrar en su gloria?”. Les comenzó a recordar las Escrituras, necesitamos volver a las fuentes, para no crearnos un Jesús a nuestra medida. ¿Cuántas veces después de escuchar el Evangelio o celebrar la Eucaristía?, podemos decir como ellos: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Se nos ofrece todo un modelo de acompañamiento, usando la Palabra de Dios. Jesús parte de la situación personal de los dos discípulos, primero los escucha, comprende su problema, y después les habla, interpretando su vida real y concreta a la luz de la Palabra.
Todo un proceso, que cuenta con un VER (acompañar por el camino, escuchar), un JUZGAR (desde las Escrituras y la fracción del pan) y un ACTUAR (desandar el camino, anunciar lo encontrado). Encontrar al Resucitado exige pasar por los tres momentos, no podemos pretender ver a Jesús sólo en las Escrituras y la Eucaristía. La Eucaristía es antes que nada una comida entre amigos, que quiere hacer perdurar la presencia de los compañeros de viaje, en el gesto de compartir el mismo pan, símbolo de la vida con sus problemas y alegrías, descubrimos al mismo Jesús.
Una vez descubierto como los dos de Emaús, olvidamos nuestros cansancios y aunque es de noche, nos levantamos y corremos gozosos, a comunicar la buena nueva a todos los hermanos: “Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”. Es nuestra historia, tú y yo somos los dos caminantes, los que nos debatimos entre el ver y no ver. Creer en la Resurrección es la piedra de toque de nuestra fe. Por eso la Pascua, es un maravilloso tiempo para que reflexionemos sobre lo que creemos, sobre el que ahora llamamos Jesucristo, que en definitiva, es mirar nuestra propia vida y la de nuestros hermanos y captar en ellas los signos de esperanza, de amor, de alegría, de cambio, de Resurrección.
Podríamos terminar con la primera lectura de los Hechos, recordando con San Pedro: “Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi cuerpo descansa esperanzado. Porque no me entregarás a la muerte no dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia”. Es Pascua y aunque invisible, el Resucitado se hace visible en la realidad cotidiana de nuestra vida.
PD: el lunes próximo celebramos el 1º de Mayo, Día del Trabajo, en el mundo laboral también debemos aportar signos de resurrección. Pidamos sobre todo por los que no tienen trabajo o un trabajo precario que les dificulta llegar a fin de mes.
Ciudad Redonda