LECTURAS DEL DOMINGO V DE CUARESMA 2 DE ABRIL (MORADO)
"Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo".
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 42, 1-2
Señor,
hazme justicia. Defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del
hombre injusto y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa.
No se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Te
rogamos, Señor Dios nuestro, que, con tu auxilio, avancemos
animosamente hacia aquel grado de amor con el que tu Hijo, por la
salvación del mundo, se entregó a la muerte. El que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Les infundiré mi espíritu y vivirán.
Del libro del profeta Ezequiel: 37, 12-14
Esto
dice el Señor Dios: "Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los
haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes
dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré mi espíritu y vivirán,
los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije
y lo cumplí".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 129
R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. R/.
Si
conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se
salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos.
R/.
Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela. R/.
Como
aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del
Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y él
redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades. R/.
El Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 8-11
Hermanos:
Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al
Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en
ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En
cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la
muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad
salvadora de Dios.
Si
el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos,
habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los
muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su
Espíritu, que habita en ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Jn 11, 25. 26
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R/.
Yo soy la resurrección y la vida.
Del santo Evangelio según san Juan: 11, 1-45
En
aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de
María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con
perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su
hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús:
"Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo".
Al
oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino
que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella". Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin
embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos
días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos:
"Vayamos otra vez a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace
poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?" Jesús
les contestó: "¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día
no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de
noche tropieza, porque le falta la luz".
Dijo
esto y luego añadió: "Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy
ahora a despertarlo". Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si
duerme, es que va a sanar". Jesús hablaba de la muerte, pero ellos
creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo
abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber
estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá". Entonces Tomás, por
sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: "Vayamos también
nosotros, para morir con él".
Cuando
llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania
quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos
judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la
muerte de su hermano.
Apenas
oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó
en casa. Le dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no
habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te
concederá cuanto le pidas".
Jesús
le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Ya sé que
resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la
resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y
todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees
tú esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Después
de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en
voz baja: "Ya vino el Maestro y te llama". Al oír esto, María se levantó
en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado
aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había
encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola,
viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al
sepulcro para llorar allí y la siguieron.
Cuando
llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le
dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano".
Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban,
se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: "¿Dónde lo han puesto?" Le
contestaron: "Ven, Señor, y lo verás".
Jesús
se puso a llorar y los judíos comentaban: "De veras ¡cuánto lo amaba!"
Algunos decían: "¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de
nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?"
Jesús,
profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era
una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: "Quiten la losa".
Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: "Señor, ya
huele mal, porque lleva cuatro días". Le dijo Jesús: "¿No te he dicho
que si crees, verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la piedra.
Jesús
levantó los ojos a lo alto y dijo: "Padre, te doy gracias porque me has
escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a
causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has
enviado". Luego gritó con voz potente: "¡Lázaro, sal de allí!" Y salió
el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en
un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo, para que pueda andar".
Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
A Jesús, que es nuestra resurrección y nuestra vida, pidámosle por nosotros y por los hombres y mujeres del mundo entero.
Después de cada petición diremos (cantando): Señor, ten piedad (o bien: Kyrie, eléison).
Para que el Redentor del mundo, que se entregó a la muerte para vivificar a su pueblo, libere a la Iglesia de todo mal. Oremos.
Para
que el Redentor del mundo, que oró en la cruz por quienes lo
crucificaban. interceda ante el Padre por los pecadores. Oremos.
Para
que el Redentor del mundo. que experimentó en la cruz el sufrimiento y
la angustia, se compadezca de los que sufren, les dé fortaleza y
paciencia y alivie sus dolores. Oremos.
Para
que el Redentor del mundo a nosotros, sus siervos, que en estos días
nos disponemos a recordar con veneración su cruz, nos reconforte con la
fuerza de la resurrección. Oremos.
Escúchanos, Señor Jesús, y ten piedad de nosotros y de toda la humanidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Escúchanos,
Dios todopoderoso, y concede a tus siervos, en quienes infundiste la
sabiduría de la fe cristiana, quedar purificados, por la eficacia de
este sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio: La resurrección de Lázaro.
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque
él, como verdadero hombre, lloró la muerte de su amigo Lázaro y, como
Dios eterno, lo hizo salir vivo del sepulcro. Él mismo, compadecido de
todos los hombres, por medio de sus sacramentos nos conduce a una vida
nueva.
Por
eso, los coros de los ángeles eternamente con júbilo te adoran y
también nosotros unimos a ellos nuestras voces, cantando humildemente tu
alabanza: Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 11, 26
Todo el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
rogamos, Dios todopoderoso, que podamos contarnos siempre entre los
miembros de aquel cuyo Cuerpo y Sangre acabamos de comulgar. Él, que
vive y reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
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El Evangelio de este domingo, nos prepara para la Semana Santa, la figura de Lázaro, nos habla de muerte y resurrección, anticipo de lo que vamos a celebrar. Puede que algunos se queden en el hecho e incluso pregunten: ¿qué pasó con Lázaro después de su resurrección?, pues en el Evangelio, no se vuelve a hablar más de él, y hubiera sido un buen testimonio para creer en Jesús. El texto de Juan, nos invita a una reflexión más profunda que habla de la muerte y la vida, pero no sólo de la muerte física, sino de otro tipo de muerte que vivimos cada día.
La primera muerte es el miedo, es lo que les pasa a los discípulos. Jesús les dice: “Vamos otra vez a Judea” y ellos responden: “Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?”. Incluso aunque muchos de ellos, han sido acogidos en diversas ocasiones, en la casa de Marta y María, ponen excusas para no ir: “Señor, si duerme se salvará”. Saben que subir hacia Jerusalén, es caminar hacia la muerte, sólo quedan dos opciones: marcharse o seguirle. Es Tomás, el Mellizo de todos nosotros, aquel que en la Pascua veremos, que no creyó hasta que no vio, el que dice: “Vamos también nosotros y muramos con él”.
El miedo paraliza, no nos hace crecer a las personas y a la Iglesia. Los que piensan que estamos en la peor época, que somos perseguidos, que el secularismo puede con todo y añoran tiempos pasados, es que saben poco de historia. El miedo es estar muerto, tanto a nivel social, democrático o religioso, la vida es dialogar con otras confesiones, filosofías, políticas, el seguimiento es riesgo. Nadie se imagina a Jesús reservándose, sin salir a la calle, sin encontrarse con todos aquellos, que ponen en cuestión el Reino o viven una vida, que a los ojos de todos, parece contraria a lo religioso (la samaritana, el ciego, la adúltera, Zaqueo…).
La segunda muerte es la desesperanza, los quejidos, los lloros. Lloran las hermanas de Lázaro y los judíos, que habían ido para los pésames. Lloran y reprochan: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”, “Pero algunos judíos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos al ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?”. Cuantos quejidos en nosotros y en nuestras comunidades parroquiales: en los tiempos pasados, la iglesia estaba llena, había piedad y fe, moral en las costumbres, respeto, autoridad, buenas celebraciones, venía todo el mundo… Viven en el pasado y están muertos, no creen en el futuro, ni en resurrecciones.
El centro de todo no es el cadáver de Lázaro, sino nuestros cadáveres, nuestra falta de creer en la fuerza de Dios y del Espíritu. Parece que es más fácil, sacar a un muerto de la tumba, que sacar a la vida, a los que viven como muertos en vida. Lo había dicho: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Creer en la resurrección, en el futuro, es la piedra de toque de la vida cristiana, nosotros no lloramos a un muerto, nuestra vida está abierta a la esperanza, seguimos al Viviente, al Señor de los vivos y de la historia.
La tercera muerte es la parálisis: “El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar”. Demasiados impedimentos para estar nosotros y la Iglesia en salida, nos atan tantas cosas, nos han amortajado con tantas tradiciones, que nuestro pies, manos, ojos, oídos no son capaces de escuchar: “Y, dicho ésto, gritó con voz potente: Lázaro, sal afuera”. Es tiempo de caminar, de no darse por muerto antes de tiempo, Él nos ha dicho: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”.
Podríamos terminar diciendo con la primera lectura de Ezequiel: “Y cuando abra vuestro sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago”. Está claro, debemos superar las diversas muertes que padecemos y pasar a la vida, eso será la semana santa.