LECTURAS DEL VIERNES VI DEL T. ORDINARIO 17 DE FEBRERO (VERDE)
El que quiera venir conmigo, que renuncie así mismo, que cargue con su cruz y que me siga.
ANTÍFONA DE ENTRADA Ap 5, 9-10
Con
tu sangre compraste para Dios hombres de todas las razas y lenguas, de
todos los pueblos y naciones, para constituir un reino para Dios.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que redimiste a todos los hombres con la preciosa Sangre de tu
Unigénito, conserva en nosotros la obra de tu misericordia, para que,
celebrando sin cesar el misterio de nuestra salvación, merezcamos
alcanzar sus frutos. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Se llamó Babel, porque ahí confundió el Señor las lenguas de todos los hombres.
Del libro del Génesis: 11, 1-9
En
aquel tiempo, toda la tierra tenía una sola lengua y unas mismas
palabras. Al emigrar los hombres desde el oriente, encontraron una
llanura en la región de Sinaar y allí se establecieron.
Entonces
se dijeron unos a otros: "Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos".
Utilizaron, pues, ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de
mezcla. Luego dijeron: "Construyamos una ciudad y una torre que llegue
hasta el cielo, para hacernos famosos antes de dispersarnos por la
tierra".
El
Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban
construyendo y se dijo: "Son un solo pueblo y hablan una sola lengua. Si
ya empezaron esta obra, en adelante ningún proyecto les parecerá
imposible. Vayamos, pues, y confundamos su lengua, para que no se
entiendan unos con otros".
Entonces
el Señor los dispersó por toda la tierra y dejaron de construir su
ciudad; por eso, la ciudad se llamó Babel, porque ahí confundió el Señor
la lengua de todos los hombres y desde ahí los dispersó por la
superficie de la tierra.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 32
R/. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Frustra
el Señor los planes de los pueblos y hace que se malogren sus
designios. Los proyectos del Señor duran por siempre; los planes de su
amor, todos los siglos. Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso
el pueblo que escogió por suyo. R/.
Desde
el cielo el Señor, atentamente, mira a todos los hombres; desde el
lugar de su morada observa a todos los que habitan en el orbe. Él formó
el corazón de cada uno y entiende sus acciones. R/.
ACLAMACIÓN Jn 15, 15
R/. Aleluya, aleluya.
A ustedes los llamo amigos, dice el Señor, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. R/.
El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
En
aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo:
"El que quiera venir conmigo, que renuncie así mismo, que cargue con su
cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero
el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
¿De
qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué
podrá dar uno a cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y
de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo
del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre,
entre los santos ángeles".
Y
añadió: "Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán
sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su
poder".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al
traer tu soberana presencia, Señor, a nuestros dones, haz que, por
medio de estos misterios, nos acerquemos a Jesús, el mediador de la
nueva Alianza, y nos renovemos por la aspersión salvadora de su Sangre.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Co 10, 16
El cáliz de nuestra acción de gracias, nos une en la Sangre de Cristo; y el pan que partimos, nos une en el Cuerpo del Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Apeciados amigas y amigos de la palabra hecha vida
Las palabras que Jesús nos dice hoy de salvar y perder la vida no hacen otra cosa que infundir ansiedad en nuestra mente si no pensamos más que en el dolor y la pérdida. Pero eso no es todo. El seguimiento de Jesús tiene exigencias concretas y radicales. Seguirlo no es una cuestión fácil. Tampoco es “una moda”. Seguir a Jesús, es asumir su causa, integrar su proyecto, es estar dispuesto a ir en contra de las “buenas propuestas” de este mundo de consumo, exclusión y marginación.
Las palabras de Jesús tenían que oírse como el restallido de un latigazo en quienes le escuchaban. La cruz era el emblema abominado y abominable tanto para romanos como judíos. Para los unos era el símbolo mismo de la ignominia que sólo podían merecer los esclavos rebeldes; para los otros, el espanto de una muerte atroz y la señal de la garra implacable del águila imperial de Roma. Jesús toma ese signo detestable, casi repugnante, y lo asocia con la vida de sus discípulos. ¿Por qué?
Porque trata de mostrar que el evangelio conlleva pérdidas y no de cualquier orden: pérdidas radicales. Esto es algo que podía no ser obvio a quienes veían cómo este profeta maravilloso, este Jesús de Nazaret sanaba toda clase de enfermedades y expulsaba todo tipo de demonios. Nada parecía quedarle grande y nada parecía costar demasiado trabajo. Todo parecía ganancia y no se veían las pérdidas. Pues bien, este profeta portentoso en obras nos quiere bien despiertos con sus palabras. Y nos advierte que no todo es ganancia; que hay un precio, y es tan alto como la propia vida.
No se trata de que estemos "comprando" la salvación sino de que la condición misma de salvados es algo dinámico, algo que ha de realizarse más de una vez, o por mejor decir, de un modo continuo. La vida "salvada" es una vida de continuo "ofrecida," y ello entraña una actitud de permanente gracia, gratuidad y gratitud. El discípulo no es el que disfruta de una vida sin problemas sino el que puede hacer de su vida y de sus problemas algo nuevo y fecundo, algo significativo y hermoso, algo entrañable y cargado de amor y sentido.
El gran problema del cristianismo, de todos los tiempos, es bajar la intensidad a la exigencia del seguimiento de Jesús, volviéndolo una realidad intelectual o una cuestión de carácter espiritual. Seguir a Jesús, es “negarse a sí mismo” y “cargar con su cruz”. Lo más complicado del asunto es que los cristianos, por lo general, nos acercamos a la vida de oración con la intención que Dios nos libre de todas las cruces. Y Jesús dice totalmente lo contrario. Pide asumir “la causa” con todas sus consecuencias.
¿Estamos dispuestos a vivir la radicalidad del seguimiento de Jesús? ¿Somos conscientes que la experiencia de adhesión a la persona de Jesús tiene implicaciones existenciales profundas? Ser cristiano no consiste en librarnos de problemas, sino en asumir un problema mayor .