LECTURAS DEL MARTES II DEL T. ORDINARIO 17 DE ENERO SAN ANTONIO ABAD (BLANCO)
Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 91, 13-14
El
justo florecerá como palmera, y se multiplicará como cedro del Líbano,
plantado en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que otorgaste a san Antonio, Abad, el don de servirte en el
desierto con una vida admirable, concédenos, por su intercesión, que,
negándonos a nosotros mismos, te amemos siempre sobre todas las cosas.
Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Contamos con la esperanza, que es como un ancla firme y segura.
De la carta a los hebreos: 6, 10-20
Hermanos:
Dios no es injusto para olvidar los trabajos de ustedes y el amor que
le han mostrado al servir a sus hermanos en la fe, como lo siguen
haciendo hasta hoy. Deseamos, sin embargo, que todos y cada uno de
ustedes mantenga hasta el fin el mismo fervor y diligencia, para
alcanzar la plenitud de su esperanza. Así, lejos de volverse
negligentes, serán ustedes imitadores de aquellos que, por la fe y la
paciencia, heredan lo prometido por Dios.
En
efecto, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, como no había nada
superior por lo cual jurar, juró por sí mismo, diciendo: Te colmaré de
bendiciones y te daré una descendencia innumerable. Por este motivo,
Abraham perseveró en la paciencia y alcanzó lo prometido por Dios.
Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos, y el
juramento pone fin a toda discusión. También Dios, cuando quiso mostrar
con plenitud a los herederos de la promesa lo irrevocable de su
decisión, se comprometió con un juramento.
Así
pues, mediante estos dos actos irrevocables, promesa y juramento, en
los cuales Dios no puede mentir, tenemos un consuelo poderoso los que
buscamos un refugio en la esperanza de lo prometido. Esta esperanza nos
mantiene firmes y seguros, porque está anclada en el interior del
santuario, ahí donde Jesús entró, precediéndonos, constituido sumo
sacerdote, como Melquisedec.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 110
R/. El Señor se acuerda siempre de su alianza.
Quiero
alabar a Dios, de corazón, en las reuniones de los justos. Grandiosas
son las obras del Señor y para todo fiel, dignas de estudio. R/.
Ha
hecho inolvidables sus prodigios. El Señor es piadoso y es clemente.
Acordándose siempre de su alianza, Él le da de comer al que lo teme. R/.
Él redimió a su pueblo y estableció su alianza para siempre. Dios es santo y terrible y su gloria perdura eternamente. R/.
ACLAMACIÓN Cfr. Ef 1, 17-18
R/. Aleluya, aleluya.
Que
el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes, para que
podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento. R/.
El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.
Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 23-28
Un
sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos
comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le
preguntaron: "¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido
hacer en sábado?". Él les respondió: "¿No han leído acaso lo que hizo
David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros?
Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió
de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio
también a sus compañeros".
Luego
añadió Jesús: "El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el
sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, las ofrendas de nuestro servicio, que presentamos en su altar en
la conmemoración de san Antonio y concédenos que, libres de las
ataduras de este mundo, seas tú nuestra única riqueza. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Cfr. Mt 19, 21
Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y sígueme, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados
con el sacramento de la salvación, concédenos, Dios nuestro, que
siempre superemos todas las insidias del enemigo, tú que le concediste a
san Antonio lograr tan ilustres victorias contra el poder de las
tinieblas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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“El sábado se hizo para el hombre y no el hombre
para el sábado; así que el Hijo del Hombre es señor
también del sábado”. (Mc 2, 23-28)
Le ley es para el hombre. No el hombre para la ley.
La religión de la ley está para servir al hombre.
Y no el hombre para la religión de la ley.
La religión que anuncia Jesús es la religión del amor.
Por tanto una religión salvadora del hombre.
Una religión de la libertad de los hijos.
Quienes viven la religión porque “está mandado”
sencillamente cumplen con la ley, pero no cumplen
con Dios.
Puedo ir a Misa porque es “obligatorio” y no haber
vivido la misa.
Santo Tomás decía que la finalidad de la ley era
“ayudar a nuestra libertad”.
La ley no es para suplir nuestra libertad.
Tampoco para suprimirla.
“Padre, el pasado domingo no he podido venir a misa
porque tenía que atender a mi mami que estaba
grave”.
¿Y qué pecado es ese?
Pecado hubiese sido abandonar a tu mamá que te
necesitaba.
San Vicente de Paúl lo entendió muy bien. Y ordenó a
sus religiosas que si estaban haciendo oración en el
coro, pero un enfermo las necesitaba, dejasen el coro
y atendiesen al enfermo.
Era abandonar a Dios por Dios. “Estuve enfermo”.
Hasta Dios se encarna y se hace hombre para }
atender al hombre.
“El cual siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre”. (Flp 2,6-7)
No podemos invertir el orden de las cosas:
No es el hombre para las cosas.
Son las cosas para el hombre.
No es el hombre para el dinero.
Es el dinero para el hombre.
No es el hombre para la autoridad.
Es la autoridad para el servicio del hombre.
No es el hombre para la disciplina.
Es la disciplina para el hombre.
No es el hombre para producir
más.
Se produce más para que viva mejor el hombre.
No es el hombre para el tiempo.
Es el tiempo para el servicio del hombre.
No es el enfermo para que haya más medicinas.
Necesitamos más medicinas para los enfermos.
Dios no es celoso.
No hizo al hombre esclavo sino libre.
Y el hombre sirve a Dios ejerciendo su libertad.
Y el hombre sirve a Dios sirviendo a sus hermanos.
Antes es reconciliarse con el hermano, que llevar la
ofrenda al altar.
Antes es atender el hambre que el cumplimiento del
sábado.
Antes es dar de comer al hambriento que darle el
dinero a la Iglesia.
Primero es el hombre.
Luego la ley.
San Pablo lo
expresó de otra manera: “Todas las cosas son
vuestras. Vosotros de Cristo y Cristo de Dios”.
Las cosas llegan a Dios a través de su servicio a la
dignidad del hombre.
El hombre llega a Dios a través de Jesús.
Y Jesús nos lleva a Dios.
Juan Juaregui
para el sábado; así que el Hijo del Hombre es señor
también del sábado”. (Mc 2, 23-28)
Le ley es para el hombre. No el hombre para la ley.
La religión de la ley está para servir al hombre.
Y no el hombre para la religión de la ley.
La religión que anuncia Jesús es la religión del amor.
Por tanto una religión salvadora del hombre.
Una religión de la libertad de los hijos.
Quienes viven la religión porque “está mandado”
sencillamente cumplen con la ley, pero no cumplen
con Dios.
Puedo ir a Misa porque es “obligatorio” y no haber
vivido la misa.
Santo Tomás decía que la finalidad de la ley era
“ayudar a nuestra libertad”.
La ley no es para suplir nuestra libertad.
Tampoco para suprimirla.
“Padre, el pasado domingo no he podido venir a misa
porque tenía que atender a mi mami que estaba
grave”.
¿Y qué pecado es ese?
Pecado hubiese sido abandonar a tu mamá que te
necesitaba.
San Vicente de Paúl lo entendió muy bien. Y ordenó a
sus religiosas que si estaban haciendo oración en el
coro, pero un enfermo las necesitaba, dejasen el coro
y atendiesen al enfermo.
Era abandonar a Dios por Dios. “Estuve enfermo”.
Hasta Dios se encarna y se hace hombre para }
atender al hombre.
“El cual siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre”. (Flp 2,6-7)
No podemos invertir el orden de las cosas:
No es el hombre para las cosas.
Son las cosas para el hombre.
No es el hombre para el dinero.
Es el dinero para el hombre.
No es el hombre para la autoridad.
Es la autoridad para el servicio del hombre.
No es el hombre para la disciplina.
Es la disciplina para el hombre.
No es el hombre para producir
más.
Se produce más para que viva mejor el hombre.
No es el hombre para el tiempo.
Es el tiempo para el servicio del hombre.
No es el enfermo para que haya más medicinas.
Necesitamos más medicinas para los enfermos.
Dios no es celoso.
No hizo al hombre esclavo sino libre.
Y el hombre sirve a Dios ejerciendo su libertad.
Y el hombre sirve a Dios sirviendo a sus hermanos.
Antes es reconciliarse con el hermano, que llevar la
ofrenda al altar.
Antes es atender el hambre que el cumplimiento del
sábado.
Antes es dar de comer al hambriento que darle el
dinero a la Iglesia.
Primero es el hombre.
Luego la ley.
San Pablo lo
expresó de otra manera: “Todas las cosas son
vuestras. Vosotros de Cristo y Cristo de Dios”.
Las cosas llegan a Dios a través de su servicio a la
dignidad del hombre.
El hombre llega a Dios a través de Jesús.
Y Jesús nos lleva a Dios.
Juan Juaregui