LECTURAS DEL SÁBADO IV DE ADVIENTO 24 DE DICIEMBRE (MORADO)
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
EN LA MISA MATUTINA
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Ga 4, 4
He aquí que llega ya la plenitud de los tiempos, cuando Dios envió a su Hijo a la tierra.
ORACIÓN COLECTA
Apresúrate,
Señor Jesús, no tardes más, para que, a quienes confiamos en tu bondad,
nos reanime el consuelo de tu venida. Tú que vives y reinas con el
Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los
siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
El reino de David permanecerá para siempre en presencia del Señor.
Del segundo libro de Samuel: 7, 1-5. 8-12. 14. 16
Tan
pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le
concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al
profeta Natán: "¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de
cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?"
Natán le respondió: "Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque
el Señor está contigo". Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le
dijo: "Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto:
`¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa, para que yo
habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas,
para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo
lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los
hombres más famosos de la tierra. Le asignaré un lugar a mi pueblo,
Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá
tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido
haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi
pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos.
Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando
tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres,
engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo
seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino
permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’
".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 88
R/. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Proclamaré
sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad
es eterna, pues el Señor ha dicho: "Mi amor es para siempre y mi
lealtad, más firme que los cielos. R/.
Un
juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.
R/.
El
me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me
salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le
hice". R/.
ACLAMACIÓN
R/. Aleluya, aleluya.
Sol
refulgente de justicia y esplendor de la luz eterna, ven a iluminar a
los que yacen en las tinieblas y en las sombras de la muerte. R/.
Nos visitará el sol que nace de lo alto.
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
"Bendito
sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su
pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la
casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca
de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y de las
manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a
nuestros padres y acordarse de su santa alianza.
El
Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de
nuestros enemigos; lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia delante
de Él, todos los días de nuestra vida.
Y
a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del
Señor a preparar sus caminos y a anunciar a su pueblo la salvación,
mediante el perdón de los pecados. Por la entrañable misericordia de
nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a
los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros
pasos por el camino de la paz".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta
benignamente, Señor, los dones que te presentamos, para que, al
recibirlos, quedemos limpios de pecado y merezcamos estar listos, con el
alma purificada, para recibir la venida gloriosa de tu Hijo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II o IV de Adviento
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 1, 68
Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Renovados
por este admirable don tuyo, concédenos, Señor, que, así como hemos
preparado la fiesta del admirable nacimiento de tu Hijo, de la misma
manera alcancemos un día, gozosos, los premios eternos. Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
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Nosotros entendemos que es el Reino de Dios que porta en su persona Jesucristo, verdadero templo en el que habita la plenitud de la divinidad, el que cumple las antiguas promesas. Pero un judío de los tiempos de Zacarías e Isabel podía con razón preguntarse, ¿dónde han quedado esas promesas? Un pueblo ocupado, postrado, privado de su libertad, sometido a potencias extranjeras y a tiranuelos locales, a autoridades religiosas corrompidas en torno al templo… Demasiadas evidencias en contra.
Zacarías, en su himno de bendición proclama y confiesa que Dios no se ha olvidado de su pueblo, que sus promesas de restauración, redención y salvación siguen vigentes y están en curso, que su misericordia está ya actuando, que sus juramentos no son en vano. Canta que, pese a todas las apariencias contrarias, es posible vivir en libertad y sin temor, elegir la senda de la santidad y la justicia. Y afirma, además, que todo esto no son vanos deseos o ensoñaciones fatuas, sino que hay signos visibles de todo ello: en Juan, su hijo, renace la profecía que abre caminos, anuncia el perdón y la misericordia. Nos dice Zacarías que si nos parece que es de noche, que el mal y la oscuridad dominan, pese a todo, hay un sol que nace de lo alto que ya está despuntando, nos va a iluminar muy pronto, a nosotros, que caminamos en tinieblas y en sombra de muerte, y que nos dará la paz. Zacarías ha recuperado a tiempo el habla, y su grandioso himno de bendición pone punto final a la antigua Alianza, porque ahora Dios empieza a cumplir su promesa de un reinado muy distinto que no tendrá fin.
La Iglesia entona cada día por la mañana este cántico en su oración de alabanza. Al comenzar el día canta este himno luminoso de esperanza, que es, además, todo un programa de vida. Porque nos invita a convertirnos en profetas de ese amanecer, en luminarias de esa esperanza (“vosotros sois la luz del mundo”