LECTURAS DEL DOMINGO XXIX DEL T. ORDINARIO 16 DE OCTUBRE (VERDE)
Cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 16, 6. 8
Te
invoco, Dios mío, porque tú me respondes; inclina tu oído y escucha mis
palabras. Cuídame, Señor, como a la niña de tus ojos y cúbreme bajo la
sombra de tus alas.
Se dice Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, haz que nuestra voluntad sea siempre dócil a la
tuya y que te sirvamos con un corazón sincero. Por nuestro Señor
Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Mientras Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel.
Cuando
el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los
amalecitas y lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué:
"Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me
colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano".
Josué
cumplió las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas.
Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que,
cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las
bajaba, Amalec dominaba.
Como
Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y
colocándose a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo
mantener en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a los
amalecitas y acabó con ellos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 120
R/. El auxilio me viene del Señor.
La
mirada dirijo hacia la altura de donde ha de venirme todo auxilio. El
auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R/.
No
dejará que des un paso en falso, pues es tu guardián y nunca duerme.
No, jamás se dormirá o descuidará el guardián de Israel. R/.
El Señor te protege y te da sombra, está siempre a tu lado. No te hará daño el sol durante el día ni la luna, de noche. R/.
Te guardará el Señor en los peligros y cuidará tu vida; protegerá tus ires y venires, ahora y para siempre. R/.
El hombre de Dios será perfecto y enteramente preparado para toda obra buena.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 3, 14-4, 2
Querido
hermano: Permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado,
pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás
familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría
que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.
Toda
la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar,
para reprender, para corregir y para educar en la virtud, a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda
obra buena.
En
presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los
vivos y a los muertos, te pido encarecidamente, por su advenimiento y
por su Reino, que anuncies la palabra; insiste a tiempo y a destiempo;
convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Hb 4, 12
R/. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. R/.
Dios hará justicia a sus elegidos que claman a él.
Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 1-8
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
"En
cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los
hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con
frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por
mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no
temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia
de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’ ".
Dicho
esto, Jesús comentó: "Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes
acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y
noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin
tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que
encontrará fe sobre la tierra?"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos confiadamente a nuestro Padre, lleno de misericordia y amor por nosotros.
Después de cada petición diremos: Padre misericordioso, escúchanos.
Por toda la Iglesia, para que siempre dé testimonio del Evangelio a todos los pueblos. Oremos.
Por
quienes tienen responsabilidades en la vida política, económica o
social, para que actúen siempre con los criterios del Evangelio, al
servicio de la dignidad y la justicia que Dios quiere para todos.
Oremos.
Por
las personas que sufren a causa de la violencia, la pobreza o el
abandono, para que todos nos sintamos responsables de ellos, y crezca en
todas partes la voluntad sincera de hacer desaparecer estas
situaciones. Oremos.
Por los que estamos aquí unidos celebrando la Eucaristía, para que vivamos siempre con la alegría de ser cristianos. Oremos.
Padre rico en misericordia, escucha nuestra oración y ten compasión de nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, el don de poderte servir con libertad de espíritu, para que, por
la acción purificadora de tu gracia, los mismos misterios que
celebremos nos limpien de toda culpa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio dominical.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 32, 18-19
Los
ojos del Señor están puestos en sus hijos, en los que esperan en su
misericordia; para librarlos de la muerte, y reanimarlos en tiempo de
hambre.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
rogamos, Señor, que la frecuente recepción de estos dones celestiales
produzca fruto en nosotros y nos ayude a aprovechar los bienes
temporales y alcanzar con sabiduría los eternos. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
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Estos últimos domingos están siendo monotemáticos, hace dos se nos
hablaba de la fe, el pasado de el agradecimiento y en este de la
oración. “Para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre
sin desanimarse, les propuso esta parábola”, Lucas, nos habla de la
necesidad de orar constantemente y del poder de la oración. Hay que
orar, por muy difícil que sea la situación de nuestro presente, el de la
Iglesia o la sociedad, orar aunque sea en sequedad y no sintamos
escuchadas nuestras suplicas o peticiones.
La parábola es bastante clara: “Había un juez en una ciudad que ni temía
a Dios ni le importaban los hombres”, un juez injusto, teniendo en
cuenta que los juicios y las leyes estaban basadas en las normas
religiosas y se supone que estas, estaban para favorecer a los hombres y
defender a los más necesitados. “En la misma ciudad había una viuda que
solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario”, las viudas
en toda la Biblia son presentadas como indefensas y expuestas a todo
tipo de abusos legales y judiciales.Lo que parece increíble es lo que el juez dice: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia” y sobre todo la razón que da: “No vaya a acabar pegándome en la cara”. Es del todo improbable que un juez de esta calaña tenga miedo, que una pobre viuda acabe pegándole, lo cual aumentaría su imposibilidad de hacerle justicia o conllevaría una condena. Con esta exageración, el texto parece decirnos que la oración de súplica supera todo lo imaginable y efectivamente, la petición de la viuda termina siendo escuchada.
Pues, “Fijaos en lo que dice el Juez injusto”, si no se resiste a la suplica insistente, cuanto más Dios, que por definición es Padre bondadoso y justo: “¿No hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar”. El planteamiento en definitiva es si confiamos en Dios, si en las situaciones difíciles que tenemos en la vida, seguimos fiándonos y orando, aunque no apreciemos de cerca una solución .De esto nos habla la primera lectura del Éxodo, el pueblo se la juega en la batalla y Moisés continua orando durante todo el día, persevera aunque tengan que sujetarle las manos. Esta debe ser nuestra experiencia orante.
Los viejos interrogantes siguen presentes: ¿se puede orar en medio de la guerra de Siria, en medio de la catástrofe que se ceba otra vez con Haití, cuándo muere alguien cercano a nosotros…? Dios hace justicia sin tardar, la oración es confiarse, por eso, es tan necesaria como la respiración que nos permite seguir viviendo en los momentos que parece que no hay salida, orar es ponerse en manos de Dios. Como dice San Pablo a Timoteo, debemos orar a tiempo y a destiempo y se nos exhorta a la paciencia para que nadie se pierda.
La última frase del texto, no es una frase retórica: “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” Es fácil desistir y no ser constantes, bajar los brazos, cuando somos atrapados por la marcha y prisas cotidianas del trabajo, la familia, el ocio, y nos falta siempre tiempo para las relaciones gratuitas, para estar delante de Dios. Si no tenemos momentos para estar con el Maestro, ¿cómo se mantendrá la fe?, si cunde el desanimo y no creemos que Dios puede hacerlo todo nuevo, ¿dónde queda la esperanza?
Es verdad que tarda, pero en la resistencia, en el fiarnos constantemente de Él, está la clave. Podemos decir con el salmo responsorial: “El auxilio me viene del Señor, no permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, te guarda a su sombra, está a tu derecha, de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche, te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre”. Este es el reto que marca la trayectoria de los orantes de todos los tiempos, ser fieles.