Misal del dia de hoy 20 de Septiembre 2016 y Coemntario al Evangelio

LECTURAS DEL MARTES XXV DEL T. ORDINARIO 20 DE SEPTIEMBRE SANTOS ANDRÉS KIM TAEGON PRESBÍTERO PABLO CHONG HASANG Y COMPAÑEROS MÁRTIRES (ROJO)


"Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte".


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ANTÍFONA DE ENTRADA

Los santos mártires derramaron su sangre por Cristo en la tierra; por eso han obtenido el premio eterno.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que has querido multiplicar el número de tus hijos de adopción en el mundo entero, y has hecho de la sangre de los santos mártires Andrés Kim Taegon y compañeros semilla muy fecunda de vida cristiana, concédenos la fuerza de su ayuda y el estímulo de su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Diversas sentencias del libro de los Proverbios.

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Del libro de los Proverbios: 21, 1-6. 10-13

Como agua de riego es el corazón del rey en manos del Señor: él lo dirige a donde quiere. Al hombre le parece bueno todo lo que hace, pero el Señor es quien juzga las intenciones.

Proceder con rectitud y con justicia es más grato al Señor que los sacrificios. Tras los ojos altaneros hay un corazón arrogante; la maldad del pecador brilla en su mirada.

Los proyectos del diligente conducen a la abundancia, en cambio el perezoso no sale de la pobreza. Los tesoros ganados con mentira se deshacen como el humo y llevan a la muerte.

El malvado busca siempre el mal y nunca se apiada de su prójimo. Cuando se castiga al arrogante, el sencillo aprende; cuando se amonesta al sabio, crece su ciencia.

El Señor observa el proceder de los malvados y acaba por precipitarlos en la desgracia. Quien cierra los oídos a las súplicas del pobre clamará también, pero nadie le responderá.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 118

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R/. Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad.

Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dame nueva luz para conocer tu ley y para meditar las maravillas de tu amor. R/.

He escogido el camino de la lealtad a tu voluntad y a tus mandamientos. Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón. R/.

Guíame por la senda de tu ley, que es lo que quiero. Cumpliré tu voluntad sin cesar y para siempre. R/.

ACLAMACIÓN  Lc 11, 28

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R/. Aleluya, aleluya.

Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica, dice el Señor. R/.

Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.

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Del santo Evangelio según san Lucas: 8, 19-21

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: "Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte". Pero él respondió: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".

Palabra del Señor.

Gloria a ti Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Mira benignamente, Dios todopoderoso, las ofrendas de tu pueblo y concédenos, por la intercesión de tus santos mártires, llegar a ser un sacrificio agradable a ti, para salvación del mundo entero. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 10, 32

A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Nutridos con el alimento de los fuertes, en esta celebración de los santos mártires, te pedimos humildemente, Señor, que, unidos fielmente a Cristo, trabajemos en la Iglesia para la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


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  Una vez más el Evangelio nos ayuda a clarificar nuestra idea de lo que es el reino de que nos habla Jesús. Y, en consecuencia, lo que debería ser la vida en este mundo lleno de personas, de hijos e hijas de Dios. 
      Jesús no da puntada sin hilo. Y aprovecha cualquier momento y cualquier situación para explicar lo que Dios quiere de nosotros. Le dicen que le están buscando su madre y sus hermanos. Otro, yo mismo, habríamos dejado en seguida lo que fuere que estuviésemos haciendo para ir en su busca. Mis padres y mis hermanos son mi familia, la relación más cercana. Son carne de mi carne y sangre de mi sangre. Por ellos doy mi vida. A ellos los voy a defender a muerte. Con ellos me voy a doler de sus dolores y me alegraré de sus alegrías. Incluso si uno de ellos se aparta de la familia, siempre tendrá la puerta abierta. Y estamos dispuestos a la reconciliación y al olvido, a mirar a otro lado, porque la familia... Los momentos vividos en familia (fiestas, cumpleaños, nacimientos, defunciones...) quedan ahí, para siempre, en nuestra memoria. Estoy seguro de que Jesús sentía también así a su familia. 
      Pero, como decía, Jesús aprovecha todo para que entendamos el mensaje del reino. Y el  centro de ese mensaje es algo muy sencillo: somos la familia de Dios. Es que somos materialmente fruto de sus manos, su creación amada. Más allá de lo que hagamos o no hagamos. Dios es nuestro creador y nuestro padre. Y como cualquier padre no puede negar el cariño a sus hijos. Pase lo que pase. Con nosotros se duele de nuestros dolores y se alegra con nuestras alegrías. Sufre nuestros errores y meteduras de pata. Es posible que nos alejemos de él pero él no se alejará de nosotros porque nos lleva en su corazón. 
      En Jesús, en el Reino, la familia de la carne y de la sangre queda superada por la nueva familia del Reino. Por encima de todas las fronteras (razas, lenguas, culturas, naciones, sexo, ideologías, formas de pensar y todo lo que se nos pueda ocurrir que pueda marcar distancias y fronteras entre unas personas y otras, está el amor de nuestro Padre. Si nosotros damos cosas buenas a nuestros hijos, cuánto más lo hará nuestro Padre del cielo...
      Ya sé que alguno está pensando que Jesús pone una condición: “su madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.” Es verdad. Pero, por coherencia con el resto del mensaje evangélico, prefiero pensar, que esos –los que escuchan la palabra y la viven– son los más felices porque son conscientes de lo que son: hijos de Dios. Y esa es una gran felicidad. Pero eso no significa que los otros –los que no conocen el mensaje o, por las razones que sean, no lo viven– no sean también parte de la familia querida de Dios-