LECTURAS DEL MIÉRCOLES XVI DEL T. ORDINARIO 20 DE JULIO (VERDE)
Una vez salió un sembrador a sembrar.
ANTÍFONA DE ENTRADA 1 Jn 3, 17
Si
alguno, teniendo con qué vivir, ve a su hermano pasar necesidad, y sin
embargo, no lo ayuda, ¿cómo habitará el amor de Dios en él?
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que diste un origen idéntico a todos los pueblos y de ellos
quisiste congregar a una sola familia para ti, llena los corazones de
todos con el fuego de tu amor y enciende en ellos el deseo de un justo
progreso de sus hermanos, para que, por medio de los bienes que en
abundancia das para todos, se realice cada uno como persona humana y,
suprimida toda división, se afiancen en el mundo la igualdad y la
justicia. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Te consagré como profeta para las naciones.
Del libro del profeta Jeremías: 1, 1. 4-10
Palabras
de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes residentes en
Anatot, territorio de Benjamín. En tiempo de Josías, el Señor me dirigió
estas palabras: "Desde antes de formarte en el seno materno, te
conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como profeta para las
naciones".
Yo le contesté: "Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un muchacho".
El
Señor me dijo: "No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te
envíe y dirás lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy
contigo para protegerte", lo dice el Señor.
El
Señor extendió entonces su brazo, con su mano me tocó la boca y me
dijo: "Desde hoy pongo mis palabras en tu boca y te doy autoridad sobre
pueblos y reyes, para que arranques y derribes, para que destruyas y
deshagas, para que edifiques y plantes".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 70
R/. Señor, tú eres mi esperanza.
Señor,
tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú que eres
justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo. R/.
Sé
para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi
auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados. R/.
Señor,
tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba
en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías. R/.
Yo
proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me
enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo. R/.
ACLAMACIÓN
R/. Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R/.
Algunos granos dieron el ciento por uno.
Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 1-9
Un
día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla
del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a
subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la
orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les
dijo: "Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la
semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros
y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía
poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa;
pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían
raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos
crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena
y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta.
El que tenga oídos, que oiga".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Escucha
complacido, Señor, las oraciones de los que te suplican, y, al recibir
la oblación de tu Iglesia, concédenos que todos los hombres sean
colmados del Espíritu de hijos de Dios, de manera que, superada toda
injusticia por la caridad, los pueblos lleguen a ser una sola familia,
en tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Lc 11, 9
Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy
Atención a la primera lectura. Es el comienzo del libro del profeta Jeremías y el profeta nos cuenta como se sintió llamado a ser profeta. Él no quería. Él no se sentía digno de semejante encargo. Puso todas las dificultades posibles. Pero el Señor quería y cuando Dios quiere algo, lo suele conseguir. El profeta podía estar seguro de que iba a tener la presencia y la gracia de Dios con él. No tenía nada que temer. Su misión consistiría en “arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar”. Todo eso y por ese orden.
A veces pensamos que ser profeta es conocer el futuro, adivinar lo que va a suceder, los castigos o los premios que van a venir sobre nosotros si nos portamos mal (castigo) o nos portamos bien (premio). En el Antiguo Testamento, el profeta no es el adivino sino simplemente el vocero de Dios. Es una especie de altavoz que tiene como deber fundamental recordar al pueblo la Palabra y la Ley de Dios.
Por eso su misión no es sentarse delante de la bola de cristal y adivinar el número de la lotería que va a tocar en el sorteo de dentro de una semana. Su misión es proclamar la palabra de Dios sin acepción de personas (“ante pueblos y reyes”) para ayudar a arrancar las malas hierbas que nacen en nuestros corazones (arrancar, arrasar, destruir, demoler). Pero sobre todo, para promover lo mejor de nosotros, para que seamos conscientes de que Dios está con nosotros, de que nos ama, de que somos su pueblo. El profeta está, sobre todo, para edificar y plantar la nueva ciudad, la nueva Jerusalén, donde todos se sentirán como en casa porque Dios estará en medio de todos.
En el Evangelio de hoy se cuenta la parábola del sembrador que siembre la semilla y luego la tierra da su cosecha de acuerdo con su calidad. Pero la parábola no nos cuenta el trabajo que tiene el agricultor antes de sembrar. La tierra hay que roturarla, allanarla, limpiarla. Todo eso es necesario para que esté preparada para recibir la semilla. Y sin ese trabajo no podrá dar su fruto.
El profeta es el que prepara la tierra y luego siembra la semilla de la palabra y del amor de Dios para con nosotros. Él no es el protagonista de la historia. El protagonista es Dios mismo, es la semilla, es la palabra que crece en el corazón de cada hombre y mujer. La cosecha será el fruto de amor para la vida del mundo que brotará de esa semilla hecha planta.
Cada vez que amamos, que decimos una palabra de consuelo, que actuamos con justicia, que creamos fraternidad en medio del odio, que devolvemos la esperanza al que la ha perdido, allanamos, roturamos, limpiamos y plantamos la semilla. Ese es nuestro deber. Como lo hizo Jeremías. El resultado, la cosecha, ya no depende de nosotros. Crecerá en el misterio del corazón de cada persona. A nosotros sólo nos quedará contemplar agradecidos como va creciendo la mies.