LECTURAS DEL MIÉRCOLES IX DEL T. ORDINARIO 1 DE JUNIO SAN JUSTINO MÁRTIR (ROJO)
Cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 118, 85. 46
Los
soberbios me tendieron trampas y no hicieron caso de tu ley. Hablaré de
tus preceptos ante los poderosos y no me avergonzaré.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que por la locura de la cruz enseñaste admirablemente al
mártir san Justino la incomparable sabiduría de Jesucristo, concédenos,
por su intercesión, que rechazando los engaños del error, obtengamos la
firmeza de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Reaviva el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 1, 1-3. 6-12
Pablo,
apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, conforme a la promesa de
vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Te deseo la
gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor
nuestro. Cuando de noche y de día te recuerdo en mis oraciones, le doy
gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura, como lo aprendí
de mis antepasados. Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios
que recibiste cuando te impuse las manos.
Porque
el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de
amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de
nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al
contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del
Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Él nos ha salvado y nos ha
llamado a llevar una vida santa, no por nuestros méritos, sino por su
propia determinación y por la gracia que nos ha sido dada, en Cristo
Jesús, desde toda la eternidad. Esta gracia es la que se ha manifestado
ahora con el advenimiento de nuestro Salvador, Jesucristo, quien ha
destruido la muerte e irradiado la vida y la inmortalidad por medio del
Evangelio, del que he sido nombrado predicador, apóstol y maestro.
Por
este motivo soporto esta prisión, pero no me da vergüenza, porque sé en
quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él con su poder
cuidará, hasta el último día, lo que me ha encomendado.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 122
R/. En ti, Señor, tengo fijos mis ojos.
En ti, Señor, que habitas en lo alto, fijos los ojos tengo, como fijan sus ojos en las manos de su señor, los siervos. R/.
Así
como la esclava en su señora tiene fijos los ojos, fijos están en el
Señor los nuestros hasta que Dios se apiade de nosotros. R/.
ACLAMACIÓN Jn 11, 25. 26
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R/.
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 18-27
En
aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales
afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos
dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que
la tome por mujer el hermano del que murió, para darle descendencia a su
hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó
y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió
también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con
ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos,
murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de
entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de
los siete".
Jesús
les contestó: "Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni
el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los
hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los
ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan,
¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en
que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios
de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy
equivocados".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, celebrar dignamente estos misterios, que san Justino con tan
vigorosa fuerza defendió. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Co 2, 2
Nunca me precié de otra cosa cuando estuve entre ustedes, que de conocer a Jesucristo, y a éste crucificado.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy
Severiano Blanco, cmf
Queridos hermanos:Hoy existe mucha “religión a la carta”; y, dentro de tan surtida oferta, a veces nos encontramos con personas que se dicen cristianas pero que, con gran “libertad de espíritu”, añaden sus codas: “creo en Jesús pero no en el más allá”, “lo de la resurrección es un mito”, “yo me inclino todo lo más por la reencarnación…”. Nada nuevo; los saduceos del tiempo de Jesús no contaban con ningún tipo de mundo futuro; preferían optar por el “fracaso del Dios creador”, a quien la muerte arrebataría irremisiblemente la más noble de sus criaturas; y combatían la esperanza de Jesús con la conocida “trampa saducea”.
La situación actual tiene mucho en común con aquella. En un mundo secularizado y materialista, la idea de supervivencia es para algunos objeto de burla. Ya los filósofos de la Atenas decadente miraron con menosprecio a San Pablo cuando les habló de la resurrección (Hechos 17,32). Pero lo curioso de nuestro tiempo es el resurgir de lo pseudo-religioso. Es evidente que la capacidad de secularidad tiene sus límites, debido, en definitiva, a que la referencia a lo transcendente está inscrita en lo más profundo del ser humano; y, cuando se lo orilla, vienen sus pobres sucedáneos. Basta hacer un poco de zapping en la televisión y percibir la oferta de adivinación a través de las cartas; o fijarnos en afiches de muros o de postes de farolas en los que un “vidente” nos ofrece su número de móvil y sus servicios. Lo creíamos propio de la época precrítica; pero no. Los “postcristianos” han tenido que buscar sustitución de lo abandonado, y han caído en lo ridículo; Chesterton lo dijo con su conocido gracejo: “cuando se deja de creer en Dios, se cree en cualquier cosa”.
Nuestra fe es en el Dios de la vida, el que nos creó para que disfrutemos eternamente de su compañía participando de su gloria. Jesús manifiesta que el Padre no reduce su amor a recordar a muertos, que aquellos que nosotros contemplamos en un lejano pasado son los suyos, viven con él. El mismo Jesús, con sus curaciones, fue orillando el poder de la muerte, mientras anunciaba que había venido para que tengamos vida, y en abundancia.
Jesús fue un biófilo, y quiere que los suyos lo seamos igualmente. Nos invita a luchar contra todo asomo de muerte, contra el dolor y cuanto hace que la existencia humana sea “existencia disminuida”. Para lanzarnos con entusiasmo a esta lucha, necesitamos una sensibilidad como la de Jesús, un corazón de carne, que se compadece.
Y una forma de existencia disminuida es la vida sin esperanza, como la de los saduceos que ponen trampas a Jesús. Frente a tal carencia, nosotros estamos llamados, como San Pablo, “a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús”, según acabamos de leer en la carta a Timoteo. En medio de una humanidad frecuentemente aburrida, a veces nihilista, cada creyente debe aplicarse la llamada que se hace al discípulo del apóstol: “Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”.