LECTURAS DEL JUEVES IV DEL T. ORDINARIO 4 DE FEBRERO EN MÉXICO SANTA ÁGUEDA VIRGEN Y MÁRTIR (ROJO)
Los discípulos se fueron a predicar la conversión.
ANTÍFONA DE ENTRADA
Dichosa
aquella virgen que, negándose a si misma y tomando su cruz, sigue al
Señor, esposo de las vírgenes y príncipe de los mártires.
ORACIÓN COLECTA
Te
rogamos, Señor, que la santa virgen y mártir Águeda implore para
nosotros tu misericordia, ya que fue siempre grata, tanto por la
fortaleza de su martirio como por el mérito de su virginidad. Por
nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Yo ya me voy por el camino de todos los mortales. Ten valor, Salomón, y sé todo un hombre.
Del primer libro de los Reyes: 2, 1-4. 10-12
En
aquel tiempo, sintiendo que se acercaba el día de su muerte, David le
hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón: "Yo ya me voy por el
camino de todos los mortales. Ten valor y sé todo un hombre. Cumple los
mandamientos del Señor, tu Dios; camina por sus sendas y observa sus
preceptos, órdenes, decretos e instrucciones, tal como están escritos en
la ley de Moisés. Si haces esto, tendrás éxito en todas tus empresas y
el Señor cumplirá la promesa que me hizo al decirme: ‘Si tus hijos me
son fieles a mí, el Señor, y cumplen sinceramente mi voluntad con todo
su corazón y con toda su alma, no te faltará un descendiente en el trono
de Israel’ ".
Cuando
el rey David murió, lo sepultaron en la llamada ciudad de David. Reinó
sobre Israel durante cuarenta años: siete en Hebrón, y treinta y tres en
Jerusalén. Su hijo Salomón lo sucedió en el trono y su reino se
consolidó.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
1 Crónicas 29
R/. Bendito seas, Señor, Dios nuestro.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Jacob, desde siempre y para siempre. R/.
Tuya es la grandeza y el poder, el honor, la majestad y la gloria, pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra. R/.
Tuyo, Señor, es el reino, tú estás por encima de todos los reyes. De ti provienen las riquezas y la gloria. R/.
Tú lo gobiernas todo, en tu mano están la fuerza y el poder, y de tu mano proceden la gloria y la fortaleza. R/.
ACLAMACIÓN Mc 1, 15
R/. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios ya está cerca, dice el Señor. Conviértanse y crean en el Evangelio. R/.
Envió a los discípulos de dos en dos.
Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 7-13
En
aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio
poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para
el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente
un bastón, sandalias y una sola túnica.
Y
les dijo: "Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se
vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan,
al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una
advertencia para ellos".
Los discípulos se fueron a predicar la conversión. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te
pedimos, Señor, que los dones que te presentamos en la celebración de
santa Águeda, por tu gracia, te sean agradables, así como te fue grato
el combate de su martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Ap 7, 17
El Cordero, que está en el trono, los conducirá a las fuentes del agua de la vida.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor
Dios, que coronaste entre los santos a la bienaventurada Águeda por la
doble corona de su virginidad y de su martirio, concédenos, por la
eficacia de este sacramento, que, venciendo valerosamente todo mal,
consigamos la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Comentario al Evangelio de hoy
Pedro Belderrain, cmf
Queridos hermanos,
Todavía me sonrío cuando recuerdo el día, un poco lejano ya, en el que pregunté a mis alumnos (que tenían unos catorce o quince años) si Jesús iba a misa cuando era niño. No todos respondieron con la agilidad esperable ni formularon la respuesta acertada. La enseñanza implica de vez en cuando retar, sobresaltar, provocar para invitar a reaccionar.
El recuerdo me viene al contemplar el texto evangélico de hoy. Con bastante fundamento, y apoyados en textos bíblicos y consideraciones teológicas bien hermosas, solemos asociar el nacimiento de la Iglesia con el Misterio Pascual. La efusión del Espíritu sobre los discípulos reunidos con María, la Gracia que brota del costado abierto del Salvador dan a luz a la Iglesia. Pero también es verdad que ésta se había ido gestando ya en la experiencia que Cristo itinerante comparte con sus discípulos.
El texto de hoy es uno de esos que nos acerca al nacimiento de la Iglesia, comunidad misionera: Jesús envía a los Doce, a los que reviste de su autoridad, y les encomienda el anuncio del Reino. El Espíritu del Maestro les habilita para ser cauce de los mismos signos que Marcos ha ido constatando en Jesús: los demonios dejan de molestar a los hijos de Dios y muchos enfermos alcanzan la curación. Si leemos los versículos con que Marcos cierra su obra (16, 15-20) encontraremos palabras parecidas aplicadas a nosotros, los discípulos que hemos venido después: “en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes…”. Me atrevo ahora a citar a Juan. Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos: muchos hermanos nuestros han hablado y hablan esas lenguas; otros han sobrevivido a las serpientes, han echado los demonios. Han estado y están entre nosotros: son hombres y mujeres que han perdonado lo que parecía imperdonable, que han resistido limpios a todo tipo de corrupción, que han servido y servido sin esperar aplauso alguno…
A menudo somos como esos niños que quieren ganar todos los partidos sin entrenar. Envidiamos a aquellos primeros discípulos acompañados por los signos del Señor pero no nos aplicamos los versículos anteriores: ¿cómo andamos de dinero suelto, de alforja, de túnicas de repuesto…? Para que el sol nos caliente tenemos que abrir las ventanas; ¡no obliguemos al Señor a demasiados milagros!
Todavía me sonrío cuando recuerdo el día, un poco lejano ya, en el que pregunté a mis alumnos (que tenían unos catorce o quince años) si Jesús iba a misa cuando era niño. No todos respondieron con la agilidad esperable ni formularon la respuesta acertada. La enseñanza implica de vez en cuando retar, sobresaltar, provocar para invitar a reaccionar.
El recuerdo me viene al contemplar el texto evangélico de hoy. Con bastante fundamento, y apoyados en textos bíblicos y consideraciones teológicas bien hermosas, solemos asociar el nacimiento de la Iglesia con el Misterio Pascual. La efusión del Espíritu sobre los discípulos reunidos con María, la Gracia que brota del costado abierto del Salvador dan a luz a la Iglesia. Pero también es verdad que ésta se había ido gestando ya en la experiencia que Cristo itinerante comparte con sus discípulos.
El texto de hoy es uno de esos que nos acerca al nacimiento de la Iglesia, comunidad misionera: Jesús envía a los Doce, a los que reviste de su autoridad, y les encomienda el anuncio del Reino. El Espíritu del Maestro les habilita para ser cauce de los mismos signos que Marcos ha ido constatando en Jesús: los demonios dejan de molestar a los hijos de Dios y muchos enfermos alcanzan la curación. Si leemos los versículos con que Marcos cierra su obra (16, 15-20) encontraremos palabras parecidas aplicadas a nosotros, los discípulos que hemos venido después: “en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes…”. Me atrevo ahora a citar a Juan. Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos: muchos hermanos nuestros han hablado y hablan esas lenguas; otros han sobrevivido a las serpientes, han echado los demonios. Han estado y están entre nosotros: son hombres y mujeres que han perdonado lo que parecía imperdonable, que han resistido limpios a todo tipo de corrupción, que han servido y servido sin esperar aplauso alguno…
A menudo somos como esos niños que quieren ganar todos los partidos sin entrenar. Envidiamos a aquellos primeros discípulos acompañados por los signos del Señor pero no nos aplicamos los versículos anteriores: ¿cómo andamos de dinero suelto, de alforja, de túnicas de repuesto…? Para que el sol nos caliente tenemos que abrir las ventanas; ¡no obliguemos al Señor a demasiados milagros!