LECTURAS DEL MARTES DE FERIA DE NAVIDAD 5 DE ENERO (BLANCO)
Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 117, 26-27
Bendito el que viene en nombre del Señor. El Señor es Dios, Él nos ilumina.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, cuyo Unigénito se manifestó en la realidad de nuestra carne,
concédenos, por aquel que hemos conocido semejante a nosotros en lo
exterior, que merezcamos quedar interiormente renovados. Él, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Dios es amor.
De la primera carta del apóstol san Juan: 4, 7-10
Queridos
hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y
todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no
conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha
manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos
por Él.
El
amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación
por nuestros pecados.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 71
R/. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica,
Señor, al rey tu juicio, y tu justicia al que es hijo de reyes; así tu
siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
R/.
Justicia
y paz ofrecerán al pueblo las colinas y los montes. El rey hará
justicia al oprimido y salvará a los hijos de los pobres. R/.
Florecerá
en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se
extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. R/.
ACLAMACIÓN Lc 4, 18
R/. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva y anunciar la liberación a los cautivos. R/.
Al multiplicar los panes, Jesús se manifiesta como profeta.
Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 34-44
En
aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo
estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas
sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando
ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le dijeron: "Estamos en
despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vayan por los
caseríos y poblados del contorno y compren algo de comer". Él les
replicó: "Denles ustedes de comer". Ellos le dijeron: "¿Acaso vamos a ir
a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?". Él les
preguntó: "¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver". Cuando lo averiguaron,
le dijeron: "Cinco panes y dos pescados".
Entonces
ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y
se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y
los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió
los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo
mismo hizo con los dos pescados. Comieron todos hasta saciarse, y con
las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos.
Los que comieron fueron cinco mil hombres.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta
benignamente, Señor, los dones de tu pueblo, para que recibamos, por
este sacramento celestial, aquello mismo que el fervor de nuestra fe nos
mueve a proclamar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Navidad o de la Epifanía
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Ef 2, 4; Rm 8, 3
Por
el gran amor con que nos amó, Dios envió a su propio Hijo a compartir
nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Por el gran amor
con que nos amó, Dios envió a su propio Hijo con una naturaleza
semejante a la del pecado.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor
Dios, que nos unes a ti al permitirnos participar en tus sacramentos,
realiza su poderoso efecto en nuestros corazones, y que la misma
recepción de este don tuyo nos haga más dignos de seguirlo recibiendo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Comentario al Evangelio de hoy
Fernando Torres Pérez cmf
Me van a permitir que por un día me fije sólo en la primera lectura. Es un texto de una carta del apóstol Juan. Nos dicen los estudiosos de la Palabra de Dios que es el mismo que escribió el Evangelio de Juan. Siempre nos ha parecido que era un hombre que andaba por las alturas, subido un poco por las nubes de la mística, con un lenguaje complicado no siempre fácil de entender. No hay más que recordar el prólogo de su Evangelio que hemos leído más de una vez en los días pasados.
Pero el texto de la primera lectura de hoy nos habla de que la mística cristiana siempre termina aterrizando en la realidad, en la vida de cada día. No se puede quedar en las alturas. No se queda en la contemplación ni en las horas de profunda oración. Al final el mensaje del Evangelio es, en síntesis, la buena nueva del amor que Dios nos tiene, manifestado en Cristo Jesús. Y eso se concreta en la relación diaria entre las personas. Y si no se concreta ahí es que se queda en mera palabrería inútil.
Primero, el apóstol nos deja claro que el amor es lo opuesto a la muerte. Y al odio. Es que el amor tiene mucho que ver con la vida. Es que el amor es vida. Si amamos es signo de que hemos pasado de la muerte a la vida. Y el que no ama está muerto. Así de simple. El que no ama es como un “zombie”, uno de esos muertos vivientes de las películas, que andan por la calle siempre amenazando la vida de los demás. Lo que pasa es que para defendernos de ellos no usamos más arma que el amor. Es el único remedio que puede desactivar esa amenaza. No sólo eso. El amor regalado, entregado generosamente, gratuito, es capaz de transformar a esos muertos vivientes en personas libres, vivas, capaces a su vez de amar.
Pero el apóstol Juan añade algo más. Amar no es una palabra sino algo que se hace con obras. Como dice el refrán castellano: “obras son amores que no buenas razones.” Como dice el apóstol, si ves a tu hermano pasando necesidad y le cierras tus entrañas, ¿cómo puedes decir que amas de verdad?
Pues lo dicho. Si estamos vivos, amemos a los hermanos. Así venceremos el odio y la muerte. Pongámonos a la obra y concretemos ese amor en la vida diaria, en la relación con los que nos rodean. Ahí está la más alta cota de la mística cristiana.