Misal de hoy Martes 05 de Enero 2016

LECTURAS DEL MARTES DE FERIA DE NAVIDAD 5 DE ENERO (BLANCO)


Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos.


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ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 117, 26-27

Bendito el que viene en nombre del Señor. El Señor es Dios, Él nos ilumina.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, cuyo Unigénito se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos, por aquel que hemos conocido semejante a nosotros en lo exterior, que merezcamos quedar interiormente renovados. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Dios es amor.

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De la primera carta del apóstol san Juan: 4, 7-10

Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por Él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Del salmo 71

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R/. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

Comunica, Señor, al rey tu juicio, y tu justicia al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. R/.

Justicia y paz ofrecerán al pueblo las colinas y los montes. El rey hará justicia al oprimido y salvará a los hijos de los pobres. R/.

Florecerá en sus días la justicia y reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al otro de la tierra. R/.

ACLAMACIÓN Lc 4, 18

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R/. Aleluya, aleluya.

El Señor me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva y anunciar la liberación a los cautivos. R/.

Al multiplicar los panes, Jesús se manifiesta como profeta.

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Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 34-44

En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le dijeron: "Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vayan por los caseríos y poblados del contorno y compren algo de comer". Él les replicó: "Denles ustedes de comer". Ellos le dijeron: "¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?". Él les preguntó: "¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver". Cuando lo averiguaron, le dijeron: "Cinco panes y dos pescados".

Entonces ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados. Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Acepta benignamente, Señor, los dones de tu pueblo, para que recibamos, por este sacramento celestial, aquello mismo que el fervor de nuestra fe nos mueve a proclamar. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad o de la Epifanía

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Ef 2, 4; Rm 8, 3

Por el gran amor con que nos amó, Dios envió a su propio Hijo a compartir nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Por el gran amor con que nos amó, Dios envió a su propio Hijo con una naturaleza semejante a la del pecado.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor Dios, que nos unes a ti al permitirnos participar en tus sacramentos, realiza su poderoso efecto en nuestros corazones, y que la misma recepción de este don tuyo nos haga más dignos de seguirlo recibiendo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Comentario al Evangelio de hoy

Fernando Torres Pérez cmf
 
      Me van a permitir que por un día me fije sólo en la primera lectura. Es un texto de una carta del apóstol Juan. Nos dicen los estudiosos de la Palabra de Dios que es el mismo que escribió el Evangelio de Juan. Siempre nos ha parecido que era un hombre que andaba por las alturas, subido un poco por las nubes de la mística, con un lenguaje complicado no siempre fácil de entender. No hay más que recordar el prólogo de su Evangelio que hemos leído más de una vez en los días pasados. 
      Pero el texto de la primera lectura de hoy nos habla de que la mística cristiana siempre termina aterrizando en la realidad, en la vida de cada día. No se puede quedar en las alturas. No se queda en la contemplación ni en las horas de profunda oración. Al final el mensaje del Evangelio es, en síntesis, la buena nueva del amor que Dios nos tiene, manifestado en Cristo Jesús. Y eso se concreta en la relación diaria entre las personas. Y si no se concreta ahí es que se queda en mera palabrería inútil. 
      Primero, el apóstol nos deja claro que el amor es lo opuesto a la muerte. Y al odio. Es que el amor tiene mucho que ver con la vida. Es que el amor es vida. Si amamos es signo de que hemos pasado de la muerte a la vida. Y el que no ama está muerto. Así de simple. El que no ama es como un “zombie”, uno de esos muertos vivientes de las películas, que andan por la calle siempre amenazando la vida de los demás. Lo que pasa es que para defendernos de ellos no usamos más arma que el amor. Es el único remedio que puede desactivar esa amenaza. No sólo eso. El amor regalado, entregado generosamente, gratuito, es capaz de transformar a esos muertos vivientes en personas libres, vivas, capaces a su vez de amar. 
      Pero el apóstol Juan añade algo más. Amar no es una palabra sino algo que se hace con obras. Como dice el refrán castellano: “obras son amores que no buenas razones.” Como dice el apóstol, si ves a tu hermano pasando necesidad y le cierras tus entrañas, ¿cómo puedes decir que amas de verdad? 
      Pues lo dicho. Si estamos vivos, amemos a los hermanos. Así venceremos el odio y la muerte. Pongámonos a la obra y concretemos ese amor en la vida diaria, en la relación con los que nos rodean. Ahí está la más alta cota de la mística cristiana.