LECTURAS DEL SÁBADO I DE ADVIENTO 5 DE DICIEMBRE (MORADO)
La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Lc 1, 30-32
Dijo
el Ángel a María: has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir y a
dar a luz un hijo, y será llamado Hijo del Altísimo.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios nuestro, que quisiste que tu Verbo se encarnara en el seno de la
Virgen María, según lo anunciado por el ángel; escucha nuestras súplicas
y concede a quienes la proclamamos como verdadera Madre de Dios, la
ayuda de su poderosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
El Señor se compadece de ti al oír el clamor de tu voz.
Del libro del profeta Isaías: 30, 19-21. 23-26
Esto
dice el Señor Dios de Israel: "Pueblo de Sión, que habitas en
Jerusalén, ya no volverás a llorar. El Señor misericordioso, al oír tus
gemidos, se apiadará de ti y te responderá, apenas te oiga. Aunque te dé
el pan de las adversidades y el agua de la congoja, ya no se esconderá
el que te instruye; tus ojos lo verán. Con tus oídos oirás detrás de ti
una voz que te dirá: ‘Éste es el camino. Síguelo sin desviarte, ni a la
derecha, ni a la izquierda’.
El
Señor mandará su lluvia para la semilla que siembres y el pan que
producirá la tierra será abundante y sustancioso. Aquel día, tus ganados
pastarán en dilatadas praderas. Los bueyes y los burros que trabajan el
campo, comerán forraje sabroso, aventado con pala y bieldo.
En
todo monte elevado y toda colina alta, habrá arroyos y corrientes de
agua el día de la gran matanza, cuando se derrumben las torres. El día
en que el Señor vende las heridas de su pueblo y le sane las llagas de
sus golpes, la luz de la luna será como la luz del sol; será siete veces
mayor, como si fueran siete días en uno".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 146
R/. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
Alabemos
al Señor, nuestro Dios, porque es hermoso y justo el alabarlo. El Señor
ha reconstruido a Jerusalén y a los dispersos de Israel los ha reunido.
R/.
El
Señor sana los corazones quebrantados y venda las heridas. Tiende su
mano a los humildes y humilla hasta el polvo a los malvados. R/.
Él
puede contar el número de estrellas y llama a cada una por su nombre.
Grande es nuestro Dios, todo lo puede; su sabiduría no tiene límites.
R/.
ACLAMACIÓN Is 33, 22
R/. Aleluya, aleluya.
El Señor es nuestro juez, nuestro legislador y nuestro rey; él vendrá a salvarnos. R/.
Al ver a la multitud se compadeció de ella.
Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 35-10, 1. 6-8
En
aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos,
enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando
toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de
ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es mucha y los
trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que
envíe trabajadores a sus campos".
Después,
llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los
espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les
dijo: "Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan
y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos.
Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen
fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo,
pues, gratuitamente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, estos dones, y por tu gracia conviértelos en sacramento de
salvación, en el cual, después de que cesaron los sacrificios que en
figura ofrecían en la Antigua Alianza nuestros Padres, se ofrece ahora
el verdadero Cordero, nacido de manera inefable de la inmaculada Virgen
María, Jesucristo, tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los
siglos.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Is 7, 14
He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán el nombre de Emmanuel.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
Comentario al Evangelio de hoy
Querido amigo/a:
Hoy concluye la primera de las cuatro etapas del camino del Adviento. Al finalizar esta primera meta volante, el profeta Isaías nos hace un llamamiento a la conversión en el oráculo que nos presenta la primera lectura de hoy. Es un bello canto a la compasión y al perdón de Dios, siempre paciente y dispuesto a regalar su gracia. Pero recordemos que el proceso de conversión, de volver la mirada, pasa por el reconocimiento del propio pecado, el sincero arrepentimiento, el abandono de las idolatrías y la vuelta al propio Señor. Se nos invita a retomar el camino y a permanecer atentos a su voz para no extraviarnos. Qué bien lo expresa el profeta, -Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: Éste es el camino, camina por él-.
Para esto sirven estos tiempos de preparación que vivimos en la Iglesia, como la Cuaresma o ahora el Adviento, para retomado nuestro camino, hacer lo que tenemos que hacer. ¿Y qué es? Lo que hace Jesús en el evangelio de hoy: anunciar el Reino de Dios a través de la curación, el servicio y el anuncio. Esta es la misión de la Iglesia. Esta es nuestra misión: llevar a Jesús. Si no fuese así, si nos limitáramos al crecimiento y perfeccionamiento personal, caeríamos en un individualismo y concupiscencia espiritual. Qué bien se está aquí, qué íntegro me siento, qué equilibrado me he levantado hoy… No, la fe no es una terapia personal, aunque evidentemente nos unifica y mucho, pero no se queda ahí. El siguiente paso o el paso simultáneo, mirando a nuestro maestro, es anunciar, llevarle a Él, ponerse en camino. Y con alegría. A esto nos invitaba el Papa en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del evangelio).
Hoy sábado, miramos a María, nuestra Madre en la fe. Recordamos su disponibilidad a Dios, su sí a Él y el regalo que esta aceptación y entrega significa para todos los creyentes: nada más y nada menos que el nacimiento de nuestro Salvador que celebraremos dentro de veinte días. Ella es otra de las protagonistas del Adviento, como no podía ser menos.
Celebrar a María es recordarnos que tenemos una Madre en el camino del seguimiento de Jesús, que no estamos solos. Es recordarnos que la fe es un camino de alegría, porque el Señor está con nosotros. Y cuando lo olvidemos, basta con mirar a la Madre, cómo ella lo vivió: su sí fue plenificado, su confianza no quedó defraudada. Ella nos recuerda que este camino, que esta apuesta es, incluso cuando todo parece perdido en medio de la noche, de ganadores.
¡Nuestra Señora de la Esperanza, ruega por nosotros!
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
Hoy concluye la primera de las cuatro etapas del camino del Adviento. Al finalizar esta primera meta volante, el profeta Isaías nos hace un llamamiento a la conversión en el oráculo que nos presenta la primera lectura de hoy. Es un bello canto a la compasión y al perdón de Dios, siempre paciente y dispuesto a regalar su gracia. Pero recordemos que el proceso de conversión, de volver la mirada, pasa por el reconocimiento del propio pecado, el sincero arrepentimiento, el abandono de las idolatrías y la vuelta al propio Señor. Se nos invita a retomar el camino y a permanecer atentos a su voz para no extraviarnos. Qué bien lo expresa el profeta, -Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: Éste es el camino, camina por él-.
Para esto sirven estos tiempos de preparación que vivimos en la Iglesia, como la Cuaresma o ahora el Adviento, para retomado nuestro camino, hacer lo que tenemos que hacer. ¿Y qué es? Lo que hace Jesús en el evangelio de hoy: anunciar el Reino de Dios a través de la curación, el servicio y el anuncio. Esta es la misión de la Iglesia. Esta es nuestra misión: llevar a Jesús. Si no fuese así, si nos limitáramos al crecimiento y perfeccionamiento personal, caeríamos en un individualismo y concupiscencia espiritual. Qué bien se está aquí, qué íntegro me siento, qué equilibrado me he levantado hoy… No, la fe no es una terapia personal, aunque evidentemente nos unifica y mucho, pero no se queda ahí. El siguiente paso o el paso simultáneo, mirando a nuestro maestro, es anunciar, llevarle a Él, ponerse en camino. Y con alegría. A esto nos invitaba el Papa en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del evangelio).
Hoy sábado, miramos a María, nuestra Madre en la fe. Recordamos su disponibilidad a Dios, su sí a Él y el regalo que esta aceptación y entrega significa para todos los creyentes: nada más y nada menos que el nacimiento de nuestro Salvador que celebraremos dentro de veinte días. Ella es otra de las protagonistas del Adviento, como no podía ser menos.
Celebrar a María es recordarnos que tenemos una Madre en el camino del seguimiento de Jesús, que no estamos solos. Es recordarnos que la fe es un camino de alegría, porque el Señor está con nosotros. Y cuando lo olvidemos, basta con mirar a la Madre, cómo ella lo vivió: su sí fue plenificado, su confianza no quedó defraudada. Ella nos recuerda que este camino, que esta apuesta es, incluso cuando todo parece perdido en medio de la noche, de ganadores.
¡Nuestra Señora de la Esperanza, ruega por nosotros!
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.