LECTURAS DEL DOMINGO III DE ADVIENTO 13 DE DICIEMBRE (MORADO O ROSA)
Ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Flp 4, 4. 5
Estén siempre alegres en el Señor, les repito, estén alegres. El Señor está cerca.
No se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que contemplas a tu pueblo esperando fervorosamente la fiesta
del nacimiento de tu Hijo, concédenos poder alcanzar la dicha que nos
trae la salvación y celebrarla siempre, con la solemnidad de nuestras
ofrendas y con vivísima alegría. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
El Señor se alegrará en ti.
Del libro del profeta Sofonías 3, 14-18:
Canta,
hija de Sión, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo
corazón, Jerusalén. El Señor ha levantado su sentencia contra ti, ha
expulsado a todos tus enemigos. El Señor será el rey de Israel en medio
de ti y ya no temerás ningún mal.
Aquel
día dirán a Jerusalén: "No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos.
El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti. Él se goza
y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu causa,
como en los días de fiesta".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Isaías 12
R/. El Señor es mi Dios y salvador.
El
Señor es mi Dios y salvador, con Él estoy seguro y nada temo. El Señor
es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con
gozo de la fuente de salvación. R/.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime. R/.
Alaben
al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten
jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande
con ustedes. R/.
El Señor está cerca.
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 4, 4-7
Hermanos
míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la
benevolencia de ustedes sea conocida por todos. El Señor está cerca. No
se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones
a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de
Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus
pensamientos en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Is 61, 1 (cit. en Lc 4, 18)
R/. Aleluya, aleluya.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres: R/.
¿Qué debemos hacer?
Del santo Evangelio según san Lucas: 3, 10-18
En
aquel tiempo, la gente le preguntaba a Juan el Bautista: "¿Qué debemos
hacer?" Él contestó: "Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no
tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo". También acudían
a él los publicanos para que los bautizara, y le preguntaban: "Maestro,
¿qué tenemos que hacer nosotros?" Él les decía: "No cobren más de lo
establecido". Unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué tenemos
que hacer?" Él les dijo: "No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie
falsamente, sino conténtense con su salario". Como el pueblo estaba en
expectación y todos pensaban que quizá Juan era el Mesías, Juan los sacó
de dudas, diciéndoles: "Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya
viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas
de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
Él tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará
el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se
extingue".
Con éstas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a Jesús, luz y esperanza de la humanidad entera.
Después de cada petición diremos: Ven, Señor Jesús.
– Para que toda la Iglesia y todos los cristianos sepamos renovarnos para recibir al Señor que viene a nosotros. Oremos.
–
Para que en el mundo crezca la justicia, y la riqueza no quede en manos
de unos pocos, sino que llegue a todos, como Dios quiere. Oremos.
–
Para que los padres y madres cristianos sean siempre para sus hijos
ejemplo de amor mutuo, de generosidad con los pobres y de fe en Jesús.
Oremos.
– Para que en todas las circunstancias de la vida, pase lo que pase, no dejemos nunca de confiar en el Señor. Oremos.
Ven, Señor, tú que traes la paz y la alegría al mundo. Ven a salvarnos, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que
este sacrificio, Señor, que te ofrecemos con devoción, nunca deje de
realizarse, para que cumpla el designio que encierra tan santo misterio y
obre eficazmente en nosotros tu salvación. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Prefacio I o III de Adviento
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Is 35, 4
Digan a los cobardes: "¡Ánimo, no teman!; miren a su Dios: viene en persona a salvarlos".
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Imploramos,
Señor, tu misericordia, para que estos divinos auxilios nos preparen,
purificados de nuestros pecados, para celebrar las fiestas venideras.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne
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Comentario al Evangelio de hoy
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Defender la alegría. El profeta Sofonías en la primera lectura, usa las siguientes palabras: Regocíjate, alégrate, gózate, grita de júbilo. Aún en los peores tiempos cuando todo parece que se acaba, (Israel está amenazada por los asirios), y que no hay futuro, el mensaje del profeta es de esperanza y de alegría porque la historia pertenece a Dios. Quizás sea este uno de los aspectos más difíciles de descubrir hoy, que Dios actúa en la historia y que hay motivos para la alegría. Dios actuó en el pasado y lo sigue haciendo hoy, la dificultad para verlo, está en nuestros ojos o en nuestros corazones, que sólo confían en las fuerzas humanas y han desterrado a Dios de la vida diaria.
Por eso, San Pablo en la segunda lectura les dice a los Filipenses: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”. Es lo que predicaba Juan: “Viene el que puede más que yo”, con Jesús llega el Reino de Dios a los hombres: “una alegría para todo el pueblo”. Pero los hombres deben abrirse a él con una actitud especial llamada conversión, cambio de vida y de esto es de lo que nos habla en evangelio de hoy. El Reino es la absoluta novedad que no es sólo una reforma de lo antiguo, sino un cambio interior que recrea todo de nuevo.
En un tiempo lleno de discursos, de promesas, explicaciones (campaña electoral incluida), surge una pregunta: “¿Entonces, qué hacemos?”. No preguntan que tienen que recordar, aprender de memoria, reflexionar, ni dice lo que tienen que hacer los otros, sino cada uno, nosotros, nuestra comunidad, la Iglesia. Hay una primera pregunta y una primera respuesta que nos afecta a todos: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”, son lo que llamamos las obras de misericordia, el martes pasado día de la Inmaculada, comenzamos el Año de la Misericordia. Es una llamada a nuestra conversión personal.
Pero las preguntas y la misericordia van más allá. Preguntan después los que tienen alguna responsabilidad en la gestión (publicanos) y en el ejercicio del poder y de la fuerza (militares), en el pueblo. La respuesta de Juan tiene suma actualidad: “No exijáis más de lo establecido” “No hagáis extorsión no os aprovechéis de nadie, sino contentaros con la paga”, (no hace falta hacer todos los comentarios ahora). Justicia, honradez búsqueda de la paz… parecen ser los criterios para esa llamada también a la conversión social y eclesial, necesaria para la convivencia humana y la llegada de la alegría del Reino.
Los cristianos haríamos bien en interesarnos por los presupuestos del País, las inversiones en gasto social, la ayuda a los más débiles, la dependencia, la venta de armas, la ecología, los Derecho Humanos (el jueves celebramos su día), nuestra presencia pública como Iglesia…, es otro de los caminos de conversión y una tarea todavía no asumida por muchos. “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se acaba”, Espíritu y fuego. Juan sabe que será inútil la predicación de Jesús, su milagros y el esfuerzo de crear una sociedad mejor, si los hombres no cambiamos interiormente, por eso insiste en la conversión del corazón y de la mente, en el cambio de actitudes.
La alegría nace de un hombre y una comunidad que crece, que supera sus crisis, que aún con el riesgo de cometer errores, sabe hacer algo por sí mismo y por los demás, dando paso a la fuerza del Espíritu. Viene el Señor y las razones de nuestra alegría son hondas. No estaría de más releer en casa los textos de Sofonías y Pablo, como una invitación dirigida a nosotros y rezar agradecidos. A la pregunta: “¿Entonces nosotros, qué hacemos?”, tenemos una respuesta: “Os lo repito, estad siempre alegres en el Señor”. Hagamos con alegría lo que el Espíritu nos haya inspirado, es Adviento y Jesús y el Reino están llegando.
Defender la alegría. El profeta Sofonías en la primera lectura, usa las siguientes palabras: Regocíjate, alégrate, gózate, grita de júbilo. Aún en los peores tiempos cuando todo parece que se acaba, (Israel está amenazada por los asirios), y que no hay futuro, el mensaje del profeta es de esperanza y de alegría porque la historia pertenece a Dios. Quizás sea este uno de los aspectos más difíciles de descubrir hoy, que Dios actúa en la historia y que hay motivos para la alegría. Dios actuó en el pasado y lo sigue haciendo hoy, la dificultad para verlo, está en nuestros ojos o en nuestros corazones, que sólo confían en las fuerzas humanas y han desterrado a Dios de la vida diaria.
Por eso, San Pablo en la segunda lectura les dice a los Filipenses: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”. Es lo que predicaba Juan: “Viene el que puede más que yo”, con Jesús llega el Reino de Dios a los hombres: “una alegría para todo el pueblo”. Pero los hombres deben abrirse a él con una actitud especial llamada conversión, cambio de vida y de esto es de lo que nos habla en evangelio de hoy. El Reino es la absoluta novedad que no es sólo una reforma de lo antiguo, sino un cambio interior que recrea todo de nuevo.
En un tiempo lleno de discursos, de promesas, explicaciones (campaña electoral incluida), surge una pregunta: “¿Entonces, qué hacemos?”. No preguntan que tienen que recordar, aprender de memoria, reflexionar, ni dice lo que tienen que hacer los otros, sino cada uno, nosotros, nuestra comunidad, la Iglesia. Hay una primera pregunta y una primera respuesta que nos afecta a todos: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo”, son lo que llamamos las obras de misericordia, el martes pasado día de la Inmaculada, comenzamos el Año de la Misericordia. Es una llamada a nuestra conversión personal.
Pero las preguntas y la misericordia van más allá. Preguntan después los que tienen alguna responsabilidad en la gestión (publicanos) y en el ejercicio del poder y de la fuerza (militares), en el pueblo. La respuesta de Juan tiene suma actualidad: “No exijáis más de lo establecido” “No hagáis extorsión no os aprovechéis de nadie, sino contentaros con la paga”, (no hace falta hacer todos los comentarios ahora). Justicia, honradez búsqueda de la paz… parecen ser los criterios para esa llamada también a la conversión social y eclesial, necesaria para la convivencia humana y la llegada de la alegría del Reino.
Los cristianos haríamos bien en interesarnos por los presupuestos del País, las inversiones en gasto social, la ayuda a los más débiles, la dependencia, la venta de armas, la ecología, los Derecho Humanos (el jueves celebramos su día), nuestra presencia pública como Iglesia…, es otro de los caminos de conversión y una tarea todavía no asumida por muchos. “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se acaba”, Espíritu y fuego. Juan sabe que será inútil la predicación de Jesús, su milagros y el esfuerzo de crear una sociedad mejor, si los hombres no cambiamos interiormente, por eso insiste en la conversión del corazón y de la mente, en el cambio de actitudes.
La alegría nace de un hombre y una comunidad que crece, que supera sus crisis, que aún con el riesgo de cometer errores, sabe hacer algo por sí mismo y por los demás, dando paso a la fuerza del Espíritu. Viene el Señor y las razones de nuestra alegría son hondas. No estaría de más releer en casa los textos de Sofonías y Pablo, como una invitación dirigida a nosotros y rezar agradecidos. A la pregunta: “¿Entonces nosotros, qué hacemos?”, tenemos una respuesta: “Os lo repito, estad siempre alegres en el Señor”. Hagamos con alegría lo que el Espíritu nos haya inspirado, es Adviento y Jesús y el Reino están llegando.