Evangelio y Comentario de hoy Sabado 19 de Septiembre 2015

 


En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 99

R/.
Entrad en la presencia del Señor con vítores

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.» R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,4-15):

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»


Palabra del Señor

Querido amigo/a:
¡Eres un jardín! Eres bello/a, hermoso/a, porque existe un “jardinero” que te cuida con cariño, con mimo, con amor. Tienes una buena tierra que ha sido limpiada, abonada y regada por este experto cuidador. En ti crecen las más bellas flores, originales, irrepetibles, que no crecen en ninguna otra tierra. La belleza que nace en ti es única en el universo. Si estas flores se marchitaran se extinguiría una especie. En ti ha sido sembrada una semilla que no debe pudrirse ni desaparecer, sino que tiene que seguir dando fruto para embellecer este mundo.
En este jardín que eres también hay zarzas, piedras y mala tierra. No las puedes quitar de ti por completo, pero con la ayuda del jardinero, puedes vigilarlas para que no crezcan y terminen por estropear lo más bello que hay en ti, como hace el desierto cuando avanza imparable con su poder destructivo. Porque lo más bello que hay en ti es la semilla plantada por el jardinero que ha conseguido germinar, crecer y dar fruto. No te preocupes tanto por los cardos y malas hierbas que hay en tu jardín. Preocúpate, como aconseja San Pablo hoy a Tito, de conservar lo que Dios ha plantado en tu corazón: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Cuando el jardinero consigue hacer germinar la semilla en mi jardín, dicha semilla es el mandamiento que queda grabado a fuego en mi corazón; es la Palabra que he hecho mía y que ya ha dado fruto y embellece mi vida y la de los que me rodean.
El jardinero te seguirá cuidando, tratará de sembrar más semillas en tu tierra para que sigan germinando las más bellas flores, no se cansará de intentarlo. Déjate cuidar por Él, ábrete a su amor, como hizo la Virgen María, ¿o acaso no fue bello su fruto?
Vuestro hermano en la fe:  Juan Lozano, cmf.

https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica 

Sábado de la semana 24 del tiempo ordinario
“Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó y por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer dio fruto al ciento por uno”. (Lc 8, 4-15)

El oficio más bello de la vida es sembrar semillas. Porque quien siembra semillas está sembrando futuro. Recuerdo haber leído una historieta muy linda. Cada mañana viajaba en el tren una señora que iba a trabajar. En determinado momento, sacaba de una bolsa algo y lo tiraba por la ventana. Un Señor, que siempre viajaba con ella, entró en curiosidad y un día le preguntó: “Señora, disculpe mi indiscreción, pero ¿se puede saber qué tira usted por la ventana siempre que pasa por aquí?”
Echo semillas de flores.
Pero, Señora, ¿no sabe que ahí no van a crecer las flores y que está usted perdiendo el tiempo?
La Señora guardó silencio. Pasó el tiempo y la Señora dejó de viajar en el tren. El caballero se sorprendió y preguntó por ella. “Ha muerto”, le dijeron. Hasta que un día de primavera, mirando por la ventana, vio que el campo estaba lleno de florecillas. Las semillas habían crecido.
Jesús nos habla hoy del sembrador y de las semillas. Semillas de Evangelio que caen en terrenos muy distintos. Muchas semillas se pierden, pero otras muchas florecen y dan fruto abundante.
Sembrar Evangelio exige y requiere de una gran esperanza.
Sembrar Evangelio requiere una actitud de generosidad, sabiendo que muchos no lo van a recibir.
Sembrar Evangelio requiere saber esperar. Ninguna semilla brota inmediatamente.
Y saber esperar es caminar al ritmo de la maduración de las semillas. Las prisas no son buena compañía para quien quiera anunciar el Evangelio. Cada semilla tiene su propio ritmo de crecimiento. El Evangelio va creciendo lentamente en los corazones. Y además, una vez que sembramos las semillas, el resto ya no depende del sembrador. Depende de la tierra, del abono, del tiempo. Muchas semillas se pasan el invierno como muertas en la tierra. Hay que esperar la primavera para que comiencen a brotar los tallos. Y hay que esperar al verano para que maduren las espigas.
A los padres les corresponde sembrar, en el corazón de sus hijos, semillas de gracia, de ideales y de esperanza. El crecimiento ya no depende ellos. Tienen que esperar.
Al sacerdote le corresponde sembrar las semillas del Evangelio. Pero el crecimiento ya no está en sus manos. También él tiene que esperar la primavera de cada corazón.
Al mismo Jesús le tocó sembrar la semillas del Reino. Un Reino que todavía sigue creciendo y que aún no ha florecido del todo.
Copio, lo que un día escribí sobre las semillas:
1 – “He comprado unas semillas y las he sembrado en mi jardín. Ahora, sólo puedo hacer una cosa: esperar a que broten y crezcan. Y tengo fe de que realmente broten los tallos. Es la misma fe que Dios tiene en mí cuando siembra en mi vida las semillas bautismales de la vida y de la gracia”.
2 – “He visto unos semillas. Son insignificantes. Casi no se ven. Y sin embargo cuando las siembre serán flores que adornen mi jardín. Hay cosas muy pequeñas que pueden sembrar de belleza el jardín de mi corazón”.
3 – “A veces pienso que lo pequeño carece de importancia. Siento que debo hacer cosas grandes para ser algo en la vida. Cuando veo las semillas, me doy cuenta de que también con las cosas muy pequeñas, cada vida puede ser un campo de flores o un campo de trigo en flor”.
4 – “En la vida, lo más importante es la semilla. Nada se nos da ya maduro. Todo tiene que ser sembrado, brotar y crecer. Lo que hoy parece grande, algún día no fue sino una simple semilla, casi insignificante. Hoy me dedico a sembrar semillas en mi corazón y en el corazón de aquellos que se me acercan”.
5 – “Me dan envidia los sembradores. Sus manos siempre están abiertas para que las semillas caigan en el surco de la tierra. Sólo las manos generosas, manos abiertas, son capaces de llenar los surcos de la vida de posibilidades de nueva vida”.
6 – “Las semillas me hablan de tiempo de espera. Las semillas nunca tienen prisa. El corazón tiene que crecer al ritmo de las semillas. Sólo así podrán florecer debidamente. Las prisas son malas hasta para el corazón”.
7 – “Las semillas me hablan de mañana, de primavera, de verano. Por eso, las semillas no se quejan del frío del invierno. Los fríos invernales las favorecen y ayudan a fortalecerse para luego brotar con más vida en la primavera. Ya no van a importarme los fríos del alma, porque cualquier día amanece también en mí una nueva primavera”.
juanjauregui.es
Sábado de la semana 24 del tiempo ordinario
“Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó y por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer dio fruto al ciento por uno”. (Lc 8, 4-15)
El oficio más bello de la vida es sembrar semillas. Porque quien siembra semillas está sembrando futuro. Recuerdo haber leído una historieta muy linda. Cada mañana viajaba en el tren una señora que iba a trabajar. En determinado momento, sacaba de una bolsa algo y lo tiraba por la ventana. Un Señor, que siempre viajaba con ella, entró en curiosidad y un día le preguntó: “Señora, disculpe mi indiscreción, pero ¿se puede saber qué tira usted por la ventana siempre que pasa por aquí?”
Echo semillas de flores.
Pero, Señora, ¿no sabe que ahí no van a crecer las flores y que está usted perdiendo el tiempo?
La Señora guardó silencio. Pasó el tiempo y la Señora dejó de viajar en el tren. El caballero se sorprendió y preguntó por ella. “Ha muerto”, le dijeron. Hasta que un día de primavera, mirando por la ventana, vio que el campo estaba lleno de florecillas. Las semillas habían crecido.
Jesús nos habla hoy del sembrador y de las semillas. Semillas de Evangelio que caen en terrenos muy distintos. Muchas semillas se pierden, pero otras muchas florecen y dan fruto abundante.
Sembrar Evangelio exige y requiere de una gran esperanza.
Sembrar Evangelio requiere una actitud de generosidad, sabiendo que muchos no lo van a recibir.
Sembrar Evangelio requiere saber esperar. Ninguna semilla brota inmediatamente.
Y saber esperar es caminar al ritmo de la maduración de las semillas. Las prisas no son buena compañía para quien quiera anunciar el Evangelio. Cada semilla tiene su propio ritmo de crecimiento. El Evangelio va creciendo lentamente en los corazones. Y además, una vez que sembramos las semillas, el resto ya no depende del sembrador. Depende de la tierra, del abono, del tiempo. Muchas semillas se pasan el invierno como muertas en la tierra. Hay que esperar la primavera para que comiencen a brotar los tallos. Y hay que esperar al verano para que maduren las espigas.
A los padres les corresponde sembrar, en el corazón de sus hijos, semillas de gracia, de ideales y de esperanza. El crecimiento ya no depende ellos. Tienen que esperar.
Al sacerdote le corresponde sembrar las semillas del Evangelio. Pero el crecimiento ya no está en sus manos. También él tiene que esperar la primavera de cada corazón.
Al mismo Jesús le tocó sembrar la semillas del Reino. Un Reino que todavía sigue creciendo y que aún no ha florecido del todo.
Copio, lo que un día escribí sobre las semillas:
1 – “He comprado unas semillas y las he sembrado en mi jardín. Ahora, sólo puedo hacer una cosa: esperar a que broten y crezcan. Y tengo fe de que realmente broten los tallos. Es la misma fe que Dios tiene en mí cuando siembra en mi vida las semillas bautismales de la vida y de la gracia”.
2 – “He visto unos semillas. Son insignificantes. Casi no se ven. Y sin embargo cuando las siembre serán flores que adornen mi jardín. Hay cosas muy pequeñas que pueden sembrar de belleza el jardín de mi corazón”.
3 – “A veces pienso que lo pequeño carece de importancia. Siento que debo hacer cosas grandes para ser algo en la vida. Cuando veo las semillas, me doy cuenta de que también con las cosas muy pequeñas, cada vida puede ser un campo de flores o un campo de trigo en flor”.
4 – “En la vida, lo más importante es la semilla. Nada se nos da ya maduro. Todo tiene que ser sembrado, brotar y crecer. Lo que hoy parece grande, algún día no fue sino una simple semilla, casi insignificante. Hoy me dedico a sembrar semillas en mi corazón y en el corazón de aquellos que se me acercan”.
5 – “Me dan envidia los sembradores. Sus manos siempre están abiertas para que las semillas caigan en el surco de la tierra. Sólo las manos generosas, manos abiertas, son capaces de llenar los surcos de la vida de posibilidades de nueva vida”.
6 – “Las semillas me hablan de tiempo de espera. Las semillas nunca tienen prisa. El corazón tiene que crecer al ritmo de las semillas. Sólo así podrán florecer debidamente. Las prisas son malas hasta para el corazón”.
7 – “Las semillas me hablan de mañana, de primavera, de verano. Por eso, las semillas no se quejan del frío del invierno. Los fríos invernales las favorecen y ayudan a fortalecerse para luego brotar con más vida en la primavera. Ya no van a importarme los fríos del alma, porque cualquier día amanece también en mí una nueva primavera”.
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