Evangelio y Comentario de hoy Martes 08 de Septiembre 2015

 

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas (5,1-4a):

Así dice el Señor: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 12,6ab.6cd

R/.
Desbordo de gozo con el Señor

Porque yo confío en tu misericordia:
alegra mi corazón con tu auxilio. R/.

Y cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,1-16.18-23):

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Palabra del Señor

Felicidades
Hay nace la Virgen María. Es el cumpleaños de la Madre de la Iglesia. Un niño que nace revoluciona toda la familia. Eso nos ocurre ahora a nosotros. La liturgia, que es la oración propia de toda esta familia que es la Iglesia, abandona su tradicional austeridad, y se deja llevar por la alegría de la fiesta. Como una ambientación del día y una invitación al cumpleaños, vamos a abusar un poco de las citas litúrgicas: “Celebremos con alegría el Nacimiento de María, la Virgen; de ella salió el sol de justicia: Cristo, nuestro Dios”, dice la entrada de la Misa. “Cuando nació la santísima Virgen, el mundo se iluminó”, canta la antífona de Laudes. “Que se alegre tu Iglesia y se goce en el Nacimiento de la Virgen María, aurora de salvación”, insiste la oración de la Misa. En fin, para no alargarnos, acudimos a Lope de Vega que canta así: “Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial,  que, con ser estrella es tal,  que el mismo Sol nace de ella”.
Como siempre, para darle la luz verdadera, miramos a María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Hoy nace la carne limpia, la casa de oro, la casa encendida donde Dios plantará su tienda; esta niña que nace será la morada de Dios. Es decir, la maternidad divina de la Virgen ilumina y da sentido a toda su vida. Para volver, otra vez, a las imágenes bellas, con la oración de la Iglesia, vislumbramos a la Virgen María como Aurora luciente que dará a luz al Sol de justicia, Cristo, el Salvador de los hombres.  El Evangelio de hoy nos cuenta una genealogía muy convencional. Al final de las promesas, el Mesías prometido. No falta, en esta genealogía, la sombra del pecado y la paganía; mujeres como Tamar, Rajab, Rut, Betsabé, evocadoras del mal, dejan paso a otra mujer, María “de la cual nació Jesús”. La carne de María es la carne de Jesús.
Al comienzo dela vida de Jesús entre nosotros lo hemos llamado siempre, misterio de la “Encarnación”.  Es decir, “Jesús se hace carne, y habita entre nosotros”.  Y esta carne, lo repetimos, es la carne de María. Con María, logramos a este Dios cercano, vecino de los hombres, solidario con tantas penas y dolores. Encarnación que nos permite tocar a Dios, celebrarlo en su Muerte y Resurrección, escuchar su palabra, “desayunar con él  junto al lago” después de resucitar, comer su cuerpo y beber su sangre, tocar sus llagas como Tomás.
Si estamos de cumpleaños, estamos de alegría. Hay que celebrarlo y festejarlo. También le damos el regalo que prueba nuestro amor a ella. ¿Y qué regalo se nos ocurre hoy? Que cada uno se pregunte, ¿qué quiere la Virgen de mí? ¿Qué me pide? Hoy no podemos negarle nada. Esta alegría florece en nuestra tierra en forma de romerías y fiestas populares. Muchas, muchas ciudades y regiones celebran, hoy,  a María, bajo el nombre de mil advocaciones. ¿Recordamos algunas? En la agenda litúrgica española de hoy aparecen nombres bonitos:  Virgen de los Llanos, de Meritxell, del Pino, de la Peña, de Fuensanta, de la Cinta, de Montserrat, de Covadonga, de la Vega, de Nuria, del Coro, de Soterraña. Y mañana, de Aránzazu.
Muchos motivos para alegrarnos, celebrar y festejar.  Hoy ha nacido María.

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Martes de la semana 23 del tiempo ordinario
“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Serón, Serón a Arám…” (Mt 1,1-16.18-23)
La Liturgia celebra hoy La Natividad de la Virgen María.
El onomástico o cumpleaños de María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
Y resulta curioso que leamos como Evangelio las genealogías de Jesús, hasta llegar a “José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”.

En la genealogía de Jesús:
Hay padres en la fe.
Hay pecadores.
Hay santos.
Hay adulteros.

Pero queda coronada:
Con María la Virgen que concibió a Jesús.
Con José el hombre justo al que Dios quiso incorporar a su encarnación.
Con un Jesús que lleva en su sangre la historia de la humanidad.
Con un Jesús que no teme manchar a su Madre y a él mismo con una historia de gracia y pecado.
Al encarnarse en el seno virginal de María, nos habla de su encarnación en esa historia de gracia y pecado.

Sabemos que no se trata de fechas históricas.
El ocho de septiembre obedece más a la piedad popular.
Como también la fecha del nacimiento de Jesús obedece más a la piedad popular que a la verdadera historia.
Pero, no por eso pierden de importancia y de sentido.

Lo que celebramos es el “nacimiento de María” más que la fecha exacta.
Lo que celebramos es el regalo de Dios al mundo de una mujer “la llena de gracia”.
Lo que celebramos es el regalo de Dios al mundo de su propia Madre.
Lo que celebramos es el regalo de Dios a cada uno de nosotros de nuestra Madre.

Con el nacimiento de María:
Algo nuevo comienza en la historia.
Algo nuevo que cambia la historia.
Algo nuevo que cambia la presencia de Dios en la historia.

Todo aconteció en silencio.
Todo aconteció sin ruido.
Pero aconteció como el gran momento de Dios.
Una mujer única.
Una mujer, igual a todas y distinta de todas.
Una mujer, con una misión única.
La de hacer posible la encarnación de Dios “como uno de nosotros”.
La única mujer que no conoció los rasguños del pecado.
La única mujer sobre la “que se complace y recrea”.
La mujer ante la cual el mismo Dios se arrodilla pidiéndole permiso para dejarse fecundar por el Espíritu.
La mujer que abre su corazón plenamente y dice, tal vez el único “sí” humano a la Palabra de Dios: “He aquí la esclava de Dios. Hágase en mí según tu palabra”.

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