Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-21):
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Palabra del Señor
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Palabra del Señor
Queridos amigos:
Me contaba, el otro día, una persona muy amiga, algo que le pasó a ella y que, al leer el texto de Juan, se me ha venido a la cabeza. Uno de los días de Semana Santa, recibió en su casa a una familia muy querida. Uno de los hijos tiene una enfermedad bastante seria, de la que está perfectamente informado. Cuando llegó un momento que consideró oportuno, mi amiga le entregó un regalo. Le dijo cuánto le quería ella y Dios y, al final, preguntó al muchacho: "¿te lo crees?" "A lo cual el chico, con sus doce años, respondió: AQue tú me quieres, lo veo y lo siento; que Dios me quiere, no lo sé".
Este chico está atravesando tiempos recios. Necesita ver y sentir el calor de un cariño piel a piel. El amor humano lo percibe con facilidad. Ha crecido en él. Hasta este momento, también había crecido en un ambiente religioso en el que se daba por supuesto el amor que Dios nos tiene. Ahora ya no lo da por supuesto, sino que, desde la enfermedad, se pregunta: "¿cómo puedo creer que Dios me ama, si me hace atravesar por cañadas oscuras?". Tendrá que ir descubriendo que Dios no manda el sufrimiento, ni protege de todo sufrimiento, pero que sí protege en todo sufrimiento. Que Él es Padre amoroso y que, por amor, sufre con todos los sufrientes de la historia. Que, para que tengan vida, entregó a su único Hijo: ése que es el camino, la verdad y la vida. Ése a través del cual podemos percibir el amor de Dios hecho humano. Ése que nos mandó querernos unos a otros con amor entrañable para que el mundo creyera.
La tarea de este chico es la de descubrir que el amor que le aportan todos los que se lo manifiestan no es ajeno a Dios. Es la presencia del amor grande de Dios en lo pequeño del amor humano. Ojalá no tarde en descubrirlo él. Ni tampoco nosotros.
Vuestro amigo y hermano
José Vico Peinado, cmf
https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica?ref=tn_tnmn
Dios te ama
Miércoles de la Segunda Semana de Pascua“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado…” (Jn 3,16-21)
Amar. Entregar. Perecer. Creer. Tener vida. Juzgar. Salvar.
Ocho verbos en unas líneas. Y todos como una especie de jardín de rosas.
Amar es entregar. Entregar para no perecer.
Entregar es para creer. Creer es para tener vida.
Enviar no es para juzgar. Enviar es para salvar.
Creer es estar salvado. No creer es condenarse.
Creer es no ser juzgado.
Dios no condena, sino que somos cada uno los que decidimos nuestra salvación.
Frente a las exigencias moralistas de la Ley, Jesús le abre a Nicodemo un nuevo horizonte, una nueva esperanza, un nuevo panorama para su espíritu.
Una nueva experiencia de Dios. Un Dios que ama y no condena.
Una nueva experiencia de la fe. Una fe que es experiencia del amor.
Una nueva experiencia de la salvación. Que es sentirse amado y creer en el amor.
Jesús comienza no por interpretar la Ley ni impartir normas y preceptos morales.
La vida ha de comenzar por la experiencia del amor de los padres.
La vida cristiana ha de comenzar por la experiencia del Dios que nos ama.
El Dios de nuestra fe no comienza por ser un Dios amenazador.
El Dios de nuestra fe comienza por la apertura y la generosidad del corazón de Dios.
Dios no comienza revelándose como el “que es”, el “ser”, como lo hace la filosofía.
Dios comienza manifestándose como el “que ama”.
Y la medida de su amor es nada menos que la entrega de su Hijo único.
¿Por dónde comenzamos nosotros a enseñar el rostro de Dios a los niños?
¿Por dónde comenzamos nosotros a predicar el rostro de Dios a los hombres?
En las bases de nuestra fe tiene que estar no el “ser supremo”, ni “el juez supremo” sino la experiencia de ser amados.
Jesús comienza por anunciarnos la vida.
Dios quiere que vivamos.
No es el Dios de la muerte sino el Dios de la vida.
Jesús rechaza esa idea, tan metida en nuestros corazones, del Dios que “nos juzga”.
El Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina resulta en realidad demasiado trágico. El Juez supremo revela poco de ternura y de amor. ¿Será realmente el juez que Jesús nos revela?
Por otra parte, la fe es mucho más que creer en las verdades del Credo.
Creer es creer en el que ha sido enviado y entregado.
Creer es por tanto creer en el amor.
Y la fe se expresa en dos realidades a las que, de ordinario, tanto miedo tenemos:
“El que cree no será juzgado”.
“El que cree ya tiene vida eterna”.
Somos nosotros los únicos jueces de nuestra vida.
Dios sólo se dedicará a ver la verdad de nuestra fe.
La fe ya nos juzga.
El creer termina siendo ya un juicio sobre nosotros mismos.
¡Cuánto hemos abusado del terrible juicio de Dios en las predicaciones!
¡Cuánto miedo sembrado en los corazones con el tema del juicio!
Por eso me encantó cuando Pablo se pregunta a sí mismo “¿y quién me juzgará?” Y se responde a sí mismo: “El mismo que murió por mí”. Dicho de otra manera: “me juzgará el amor, el que me ama, el que fue entregado por mí”. Valdría la pena que hoy pudiésemos cantar:
“Nadie hay tan grande como Tú, nadie hay, nadie hay.
¿Quién habrá que haga maravillas como las que haces tú?
1. No con la fuerza, ni la violencia, es como el mundo cambiará.
Sólo el amor lo cambiará, sólo el amor nos salvará.
2. No con las armas, ni con la guerra es como el mundo cambiará.
Sólo el amor lo cambiará, sólo el amor nos salvará.
3. No con los pactos, ni los discursos, es como el mundo cambiará.
Sólo el amor lo cambiará, sólo el amor nos salvará.”
Pensamiento: Dios es amor y a todos nos invita a vivir desde la experiencia del amor.
juanjauregui.es