Evangelio y Comentario de hoy Miercoles 11 de Marzo 2015

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»

Palabra del Señor

      He estado unos cuantos años de encargado de una residencia universitaria. Teníamos un reglamento y un proyecto educativo. Siempre intenté que los chicos comprendiesen que era mucho más importante el proyecto educativo que el reglamento. Aquel indicaba los máximos, hacia donde queríamos ir, cuáles eran nuestros objetivos. El reglamento, necesario ciertamente, marcaba los mínimos que había que cumplir. Les solía decir que cuando sólo nos fijábamos en el reglamento es que las cosas ya iban mal, que en lo que teníamos que fijarnos sobre todo era en el proyecto educativo, donde encontrábamos los medios para crecer y madurar como personas, como adultos libres y responsables. 
      Lo mismito se puede aplicar a la vida cristiana. Como empecemos a fijarnos en las reglas mínimas, es que vamos mal. Si nos preguntamos cuál es la parte de la misa que nos podemos perder –llegando tarde– pero que al mismo tiempo sea válida para cumplir el precepto dominical, es que hemos perdido el norte. Vamos ya por mal camino. Si nos empezamos a preguntar cuál es la frontera entre el pecado mortal y el venial, es que estamos muy desorientados. 
      Ser cristiano no es cumplir con unas normas mínimas. Eso no es difícil sino relativamente fácil. Por eso Jesús puede decir que él no ha venido a cambiar ni una tilde de la ley. Jesús se pone en otra perspectiva. No se trata de cumplir unos mínimos sino de construir el reino, de fomentar la fraternidad, el perdón, la reconciliación, el amor. Eso no se hace mirando al mínimo sino al máximo. ¿Ustedes se imaginan que una pareja de amigos o un matrimonio se marcasen los límites mínimos de su relación y se comprometiesen a cumplir sólo esos mínimos? Así no irían a ningún sitio. En el amor no hay mínimos sino máximos. Jesús nos amó tanto que lo dio todo por nosotros. Todo. A los que viven así las normas les preocupan muy poco. Están por encima. Las cumplen y más. Y hasta saben en algún momento saltárselas porque el amor está por encima de cualquier norma. El mismo Jesús se saltó muchas veces las normas de los judíos. A él sólo le importaba el reino. No puso límites su entrega. Y nos dejó una norma por encima de todas: el amor.

Fernando Torres Pérez, cmf  

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Jesús cambia el pasado

Miércoles de la tercera semana de cuaresma
“Dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. (Mt 5,17-19)
Dios no destruye lo que alguna vez hizo.
Dios no niega hoy lo que algún día dijo.
Dios no es de los que “cambia de camiseta” cada día:
Dios no es de los que cambia de equipo.
Ni de los que cambia de partido.
Ni de los que cambia la creación.
Ni de los que cambia al hombre.
Ni de los que cambia de verdad.

Por eso, Jesús dice que “no se hagan a la idea de que ha venido a cambiar la Ley y los Profetas”.
Jesús ha venido a dar plenitud.
Jesús ha venido a dar plenitud a la Ley.
Jesús ha venido a dar plenitud a los Profetas.
Jesús ha venido, no a dejar las cosas como estaban.
Jesús ha venido a actualizar el pasado.

Con ello ya nos está manifestando que:
Tanto la Ley como los Profetas tienen un valor permanente.
Pero no estático e inmutable.
Que las leyes siguen teniendo valor hoy como en el pasado.
Pero que hay que darles nueva vida.
Que los planes de Dios tienen valor permanente.
Pero que los planes de Dios, cada día, se actualizan y hacen nuevos.
Que el árbol es el mismo y tiene las mismas raíces.
Pero ese mismo árbol va creciendo, echando ramas nuevas.
Su tronco es el mismo, pero más fuerte, más grueso y más firme.

Jesús cambia el pasado:
Pero le da plenitud.
Lo hace cada día nuevo como proyecto para los hombres nuevos.
Que lo que era ley y mandamiento ahora se convierte en “mandamiento nuevo”.
Que lo anunciado por los Profetas sigue siendo verdad de Dios, pero ahora es verdad de Dios, ya no en promesa, sino en la realidad misma de Jesús.
Toda la ley del pasado, ahora se hace plenitud en el doble mandamiento:
Amar a Dios.
Amar el prójimo.
“Estos dos mandamientos sintetizan todas las antiguas leyes”.

Los planes de Dios son eternos, pero no inmutables.
Dios nunca se queda en el pasado.
Jesús mismo lo dijo: “antes se dijo”, pero “yo os digo”.
Las dos grandes voces del Antiguo Testamento se encuentran con Jesús en el Tabor. Pero ahora a quien hay que “escucharle” es a Él,

Jesús no está en contra del pasado.
Pero saca al pasado del pasado y lo hace presente.
Jesús no está contra de la tradición.
Pero no es de los que reduce la tradición a solo el pasado sino que la hace historia.
La tradición es como el río de la historia.
El río, como su cauce, siguen siendo los mismos.
Pero el agua que corre es siempre diferente.
Sigue siendo el mismo río.
Pero en cada momento el agua que corre por él es diferente.
Es la unidad en la diferencia.
Es la continuidad de lo distinto.

Fidelidad al pasado.
Pero siendo fieles al ayer, al hoy y al mañana.
La mejor fidelidad al ayer es ser fiel al hoy,
Porque es el hoy el que da plenitud al ayer.

Pensamiento: El río puede tener represas, pero no impedir que corra el agua. No hay vacíos en el río sino continuidad.
juanjauregui.es