Evangelio y Comentario de hoy Miercoles 25 de Febrero 2015


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,29-32):

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»

Palabra del Señor


 La escena evangélica de este miércoles primero de Cuaresma nos muestra a un Jesús bastante enfadado, y diciendo palabras duras. No es de extrañar si leemos los versículos anteriores, en que el Señor ha expulsado a un demonio mudo, y la reacción de «algunos» es acusarle de que actúa bajo el poder de Belzebú, príncipe de los demonios. Es la ambigüedad de los signos (milagros). La multitud se quedó admirada, pero «algunos de ellos» pasan al ataque y además exigen un «signo del cielo». La ambigüedad de los signos y la mala actitud y la predisposición a «mantenerse en sus trece».
         Me hacía esto recordar algo que está ocurriendo hoy en nuestra Iglesia. Algunos hermanos, defensores a ultranza del Papa y sus enseñanzas, y de las tradiciones y costumbres de la Iglesia, se sienten incómodos, nerviosos, rebeldes y dispuestos a atacar cuando «este Papa» no parece de su agrado, y ven gestos y subrayados que les inquietan, así como el «riesgo» de que se cuestionen o sometan a discusión aspectos «intocables» aparentemente,, hasta hace muy poco. El Papa Francisco le decía a los últimos Cardenales recién creados: «Esas personas obtusas que se escandalizan ante cualquier apertura, ante cualquier paso que no encaje con sus esquemas mentales, ante cualquier caricia que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista».

       Pensaba también que la «resistencia al cambio» es algo bastante generalizado en todos. Nos defendemos de los cambios. Unas veces pensamos que todo está bien (más o menos) y no es necesario hacer nada. Otras veces vemos muy claro lo que tienen que cambiar... los otros. O nos defendemos diciendo que «siempre ha sido así» y por lo tanto no puede ser de otra manera. O quizá sí creemos que habría que cambiar algo, pero... mañana, para lo mismo responder mañana. Que se encargue otro de intentar los cambios, etc. O incluso pretendemos cambiar a «lo de antes», cuando lo de «antes» ya no es «ahora».

      La llamada de Jonás en la primera lectura, y de Jesús en el Evangelio es a hacer un «cambio de vida». La «conversión» a la que nos llama la Iglesia es a un «cambio de vida». No es lo mismo hacer un cambio de vida, que hacer algunos cambios en la vida. No se trata de volver a confesarse de algunas cosas (aunque esté muy bien hacerlo, claro), y que en la práctica van a seguir «ahí».

     En la mentalidad bíblica, «convertirse es cambiar. Cambiar de actitudes y de pensamientos, porque lo que solemos pensar y lo que solemos hacer no favorece la llegada del Reino de Dios. Convertirse es darse la vuelta, dar la espalda a algo, dejar de mirar una cosa para mirar otra. Dejar de mirarse a uno mismo para mirar las necesidades del prójimo y preguntarse cuál es la voluntad de Dios sobre uno mismo y sobre los demás. No es un gesto que se realiza una vez, algo así como si cuando uno se ha dado la vuelta y ha dejado de mirar hacia dónde no toca, ya tuviera resuelto su problema. Darse la vuelta, en nuestro caso, no es un movimiento físico, sino una tarea existencial, que hay que renovar en cada momento» (Martín Gelabert, op).
         Y ¡uf! Esto sí que nos cuesta a todos. Bastante más que «40 días». Una tarea existencial. En el «Evangelio de los marginados» (Francisco) es donde se juega nuestra credibilidad como Iglesia. Sólo podremos seguir siendo levadura en la masa si nos teñimos de ternura, misericordia, compasión y caridad con los pobres.
Es una invitación a liberarse de las costumbres, de las presiones sociales, de las opiniones públicas, para dejarse llevar por el soplo del Espíritu. La conversión adquiere una forma concreta mirando y escuchando a Jesús: se trata del respeto a los pequeños y a los débiles, de la compasión por los que sufren, de practicar el perdón, de abandonar los caminos de la violencia, de entrar en el camino del amor y del servicio.



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La señal de Dios: El amor

Miércoles de la Primera Semana de Cuaresma “Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás” (Lc 11,29-32)
En primer lugar, somos nosotros quienes reclamamos a Dios su documentación.
Es Dios quien tiene que tener en regla sus documentos.
Es Dios quien tiene que justificarse.
Es Dios quien tiene que acreditar su verdad ante nosotros.

Somos nosotros los que le pedimos pruebas.
Somos nosotros los que le pedimos argumentos para creer en él.
Somos nosotros los que tenemos que darle el “visto bueno”.
Somos nosotros los que tenemos que exigirle razones claras para que podamos aceptar.
Le pedimos “signos”.
La pedimos “señales”.
Pero signos y señales que a nosotros nos convenzan.

Dios no la tiene fácil con nosotros.
Tratamos de ponerle todos los obstáculos posibles.
Tratamos de ponerle todas las piedras en el camino.

Y Dios lo aguanta todo.
Pero, eso sí, Dios no cae en nuestras trampas, como tampoco cae en nuestros caprichos.
Dios seguirá utilizando la pobreza de Jonás, incluso sus resistencias, porque tampoco él está de acuerdo con el proceder de Dios.
Dios seguirá revelándose y manifestándose en los humildes y sencillos, en aquellos a los que nosotros apenas damos importancia.
Dios seguirá revelándose en lo pecadores con los cuales él come y se siente a gusto.
Dios seguirá revelándose y manifestándose en el fracaso humano de la cruz.
Dios seguirá revelándose en el hambriento.
Dios seguirá revelándose en el sediento.
Dios seguirá revelándose en el enfermo, débil, encarcelado, anciano.

Es decir, los únicos signos y señales de Dios son siempre en el amor.
Y el amor precisamente a aquellos que nadie ama y todos marginamos y excluimos.

Por eso la mayor acreditación de Jesús será su Resurrección.
En ella, el Padre le dará razón.
En ella, el Padre lo acreditará y acreditará las “señales y signos” que nosotros los hombres no hemos querido leer.

“Esta generación perversa pide signos”.
Y no se le dará más signos que el “Misterio pascual”:
El signo de la cruz, que es el signo anti-signo.
El signo de la resurrección que es la acreditación de todos los signos.

El verdadero signo de Jesús hoy, será una Iglesia pobre.
El verdadero signo de Jesús hoy, será una Iglesia que da preferencia a los sencillos.
El verdadero signo de Jesús hoy, será una Iglesia no metida en palacios sino compartiendo como Jesús, la vida de la pobreza.
El verdadero signo de Jesús hoy, seguirá siendo su presencia en medio de nosotros en la pobreza del pan y del vino en la Eucaristía.
El verdadero signo de Jesús hoy, será una comunidad cristiana oliendo a esteras, a marginados, a gente que no tiene ropa para cambiarse.
El verdadero signo de Jesús hoy, será una comunidad cristiana perseguida y sospechosa por entregarse a la defensa de la justicia.

¿Qué signos le pedimos hoy nosotros a Jesús para que creamos en El?
¿Qué signos le pedimos hoy nosotros a Jesús para que le aceptemos de verdad?
¿Qué signos tendrá que ofrecer hoy la Iglesia al mundo, para que el mundo crea?
¿Qué signos tendrá que ofrecer hoy la Iglesia al mundo, para que los ya están en la Iglesia no la abandonen y se vayan a otras Iglesias?

También esta generación pide signos y señales, y la Iglesia que es el gran signo de Jesús, tendrá que reflexionar y pensar qué signos está ofreciendo hoy al mundo, para que el mundo acepte el Evangelio.
No les demos cualquier signo.
Ofrezcamos aquellos signos que la hacen creíble.

Pensamiento: Todo habla de Dios para el que quiere escuchar a aquellos que no tienen voz.
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