Evangelio y Comentario de hoy 27 de Febrero 2015

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»

Palabra del Señor
 

El pecado que construimos entre todos

Cuando escribe el profeta Ezequiel, el pueblo se encuentra en el destierro, sin esperanza y desalentado bajo el peso de un castigo que considera inmerecido, al creer que están pagando por las culpas de sus padres. Israel tenía muy vivo el sentido de responsabilidad colectiva del pecado: el pecado de los otros, de los míos, es también mi pecado. Y ante tal situación, Ezequiel recoge y subraya el pensamiento del profeta Jeremías: hay un pecado personal, es decir, cada uno es responsable de sus acciones en primera persona. Cada uno decide su propio destino con su comportamiento. Fue un gran avance teológico, y una ayuda esencial para vivir con esperanza aquella situación difícil, saliendo de la pasividad y la desesperanza.

      Quizá en nuestras circunstancias actuales de globalización, al mismo tiempo que se da un marcado sentido del individualismo, convendría recuperar y subrayar la dimensión comunitaria del pecado, y lo que se han llamado «las estructuras de pecado».
         A muchos hermanos les cuesta comprender por qué para pedir perdón a Dios, hay que contar con la mediación comunitaria o con un sacerdote. Ven el tema como un «asunto privado» que no afecta para nada a los demás: entre Dios y yo, y ya está.
          + Pero, por una parte, el mismo Jesús nos dice que no es posible el encuentro con Dios (la «ofrenda», la oración, la Eucaristía, la limosna, etc), si no ha habido primero una reconciliación con el hermano al que he ofendido, o incluso que se ha sentido ofendido, aunque yo no lo pretendiera (si tiene algo contra ti...).
          + Por otra parte, todo lo que signifique falta de exigencia personal, no ser fiel, transigir con actitudes lejanas al Evangelio, aunque no afectaran directamente al hermano (cosa difícil), contribuyen a la falta de testimonio, a oscurecer la santidad de la Comunidad, a fomentar la mediocridad y a «privatizar» el seguimiento de Jesús. Necesitamos la ayuda y el estímulo de los otros, y tenemos la responsabilidad de ser luz y sal. Mis pecados, por muy íntimos que sean, manchan la santidad de la Iglesia, y salpican casi siempre a los hermanos.

         Al mismo tiempo, formamos parte de una sociedad que vive unas claves que no contribuyen para nada a la fraternidad, a la justicia (cinco veces se repite esta palabra en el breve pasaje de Ezequiel), a la paz. Unas claves que son «contagiosas» y de las que fácilmente participamos todos: el consumo irresponsable, la destrucción de la naturaleza, la absolutización de la economía por encima de la persona, la marginación/descarte de los más débiles, la superficialidad de nuestras relaciones, la corrupción y el desprestigio de los cargos y responsabilidades públicas, el uso de dinero negro, etc... Ante las que parece que nada se puede hacer. Y es que «todos son iguales», «no tiene remedio», es «lo normal, lo hace todo el mundo»...

       Pues aquí nos vendría bien unirnos (y mejor aún encabezar) a la llamada de tantas Organizaciones Sociales que nos invitan a ir contracorriente: muchos pocos... pueden hacer mucho: reciclar aunque muchos no recicle, no comprar mercancías con excesivos e inútiles embalajes, evitar el malgasto de agua, papel, luz, combustibles... El no comprar en aquellos centros que abusan laboralmente de sus trabajadores (dentro o fuera de nuestro país), no pagar nunca en negro, meditar mucho más en nuestro voto, revisar y mejorar la austeridad personal, denunciar cuando sea necesario, exigir responsabilidades, evitar hacer generalizaciones en los juicios, acoger al «distinto», etc
       Esto quizá no lo resolvamos todo. O quizás sí. Pero al menos que no contribuyamos con nuestros «pecados personales» a agrandar estos «pecados sociales». También estos temas son temas de conversión, de arrepentimiento, de propósito de la enmienda, etc
         Podría hoy ser una ocasión estupenda para revisar todo esto, y que «antes de celebrar los Sagrados Misterios»... seamos conscientes y hagamos algo... (reconozcamos) que se puede y se debe cambiar.

Enrique Martínez, cmf

https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica 

Jesús no juega al mínimo esfuerzo

Viernes de la Primera Semana de Cuaresma “Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás” y el que mate será procesado. Pero yo os digo…” (Mt 5,20-26)
Jesús no juega al mínimo esfuerzo.
Jesús no es de los que se contenta con lo justito, con ser “bueno de calderilla”.
Por el contrario nos propone unas metas más altas.
No se contenta con esos cristianos de los dos mandamientos “yo no mato y yo no robo”.
Bueno, sí aspira a cristianos de dos mandamientos pero distintos: “Amar a Dios y amar al prójimo:
Jesús no quiere cristianos del “no”.
Jesús quiere cristianos del “sí”.
Jesús no quiere cristianos “buenos”, sencillamente porque no son malos.
Jesús no quiere cristianos “buenos” porque no hacen nada malo.
Jesús quiere cristianos “buenos” porque hacen, se complican y se comprometen.

Para Jesús no es suficiente “no matar”.
Jesús quiere cristianos que “den vida”.
No quiere cristianos que “no hacen mal a nadie”.
Jesús quiere cristianos que “hagan el bien a los demás”.
Jesús no quiere cristianos que, sencillamente “no hablan mal de los demás”.
Jesús quiere cristianos que “hablen bien de todos”.
Jesús no quiere cristianos que son buenos porque “no se meten con nadie, ni siquiera saben quién vive en el piso de arriba, ni en el de abajo”.
Jesús quiere cristianos que nos conocemos todos a todos, nos relacionamos con todos, conocemos a todos y los sentimos a todos como prójimos y vecinos.
Jesús no quiere cristianos buenos porque son indiferentes con todo el mundo.
Jesús quiere cristianos que se sienten solidarios y se interesan por todos.

Jesús modifica las relaciones entre las personas.
Incluso llega hasta el extremo de que prefiere tu reconciliación con el hermano aunque llegues tarde a Misa o simplemente la dejes ese domingo porque has ido a almorzar con el hermano con el que no te hablabas.
“Por tanto, si cuando vas aponer tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
No dice Jesús si “tú tienes quejas contra tu hermano, sino si él las tiene contra ti.
Para Jesús es más importante la reconciliación que la ofrenda.
Para Jesús es más importante la caridad que el culto.
Para Jesús es más importante el perdón que tu ofrenda y tu culto.

No es que niegue el culto.
Pide que dejes allí tu ofrenda.
Que, ya reconciliado, regreses a ofrecerla.
Pero, ¿y si llegas tarde y la Iglesia está cerrada?
No te preocupes.
El mejor culto será siempre la reconciliación.
El mejor culto a Dios será siempre el amor a tu hermano.
¿De qué te sirve el culto si tu corazón está enemistado?
¿De qué te sirve la Misa si sales de ella, muy fervoroso, pero sin amor a tu hermano?

Lo que realmente tiene valor no es el gesto externo, sino la actitud interna del corazón.
Lo que realmente tiene valor no es hacer las cosas por cumplir, sino en la medida en que interiormente transformen nuestro espíritu.

Además, el verdadero amor no es solo perdonar el mal que me han hecho.
El verdadero amor es facilitar, hacer más fácil el amor en el corazón de mi hermano.
Es ayudar a mi hermano a limpiar su corazón de los resentimientos que tenga contra mí, porque yo he sido el culpable.

Pensamiento: Dios nos amó hasta el extremo y no quiere que nosotros amemos hasta lo mínimo. Amar no es no “hacer daño”. Amar es “hacer el bien”.
juanjauregui.es