Evangelio y Comentario de hoy Sabado 2015

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,35-41):

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

Palabra del Señor

Queridos hermanos:
Aunque solemos tener a Job por un hombre modélico, de paciencia sin límites, cuando uno lee los grandes poemas de este libro se encuentra más bien con un “blasfemo”, que llega a citar a Dios ante un juez imparcial convencido de que le condenará mientras que Job será declarado inocente. Ante tanta presunción por parte de Job, Dios le pregunta, con sorna e ironía, entre otras cosas: “¿Dónde estabas tú cuando yo le dije al mar: ‘llegarás hasta aquí, no más allá; aquí se romperá el orgullo de tus olas’ ”? (Job 38,11).
El principal escenario de la actividad de Jesús fueron las ciudades de entorno al lago de Galilea. Quizá lo atravesó repetidas veces con sus discípulos, y en más de una ocasión tuvieron que luchar contra oleaje adverso o violento. Tales situaciones suelen resultar angustiosas, y ¿qué cosa más normal que, llevando con ellos a Jesús, a quien habían visto dar salud a enfermos y paz a desesperados, le preguntasen si no tenía poder para sacarlos de aquellos apuros? Aunque su confesión de fe fuera aún muy imperfecta, no les cabía duda de que Jesús era un profeta de Yahvé; y muchos profetas antiguos habían realizado portentos.
Pero el pasaje evangélico que hoy se ofrece a nuestra reflexión nos proporciona mucho más que una descripción de avatares de navegación; en él resuenan multitud de textos veterotestamentarios. En la Biblia se habla con frecuencia del Dios que domina las aguas del océano; el Salmo 89,10 alaba así la grandeza de Yahvé: “Tú domeñas el orgullo del mar; cuando sus olas se encrespan las reprimes”. Y evocando poéticamente el Éxodo, dice el Salmo 107,28-29: “Hacia Yahvé gritaron en su apuro y él los saco de sus angustias; a silencio redujo la borrasca, y sus olas callaron”. Y, en una leyenda ejemplificante, los compañeros de navegación del profeta Jonás, que duerme plácidamente mientras las olas sacuden la nave, le despiertan y ruegan: “Levántate e invoca a tu Dios, quizá Dios se preocupe de nosotros y no perezcamos” (Jon 1,6).
Hay todavía otro elemento no despreciable que subyace a nuestra narración. Con gran probabilidad la primera aparición del resucitado, a Pedro (1Cor 15,5), tuvo lugar mientras faenaba en el lago (cf. reminiscencias en Jn 21,7; Lc 5,4 y Mt 14,29). Y los encuentros con el Resucitado van siempre rodeados de misterio, de dificultad en identificarle, con la duda de si estarán ante un fantasma… La pregunta “¿quién es éste?” es la más espontánea y natural.
Estamos, pues, ante un suceso –travesía del lago en un día de oleaje- muy reflexionado por la comunidad cristiana de los orígenes; ésta ha sabido poner a Jesús en el lugar central e interpretar su presencia y acción desde los modelos más variados y certeros. Jesús no es como Jonás, que para domeñar al lago tiene que invocar a Yahvé, sino que él mismo da órdenes con autoridad. Y, ante su palabra, las fuerzas del mal se repliegan, son reducidas al silencio.
A lo largo de su historia, la Iglesia se ha visto siempre retratada en esta escena. Ha tenido que realizar travesías trabajosas, sufriendo los embates del mal… quizá ha estado a punto de sucumbir a la desesperanza… Pero de pronto ha recordado que el Resucitado la acompaña, que va en medio de ellas timón en mano, aunque de forma muy discreta… y a veces tiene que reconvenirla por su poca fe, por su cobardía… Es esa Iglesia que una y otra vez se extasía ante la gloria de su Señor, se estremece ante su majestad, le adora y se pregunta: “¿Quién es éste?”.   
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf


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Iglesia pecadora 

Sábado de la tercera semana del tiempo ordinario

“Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. El estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio, cállate!” Y les dijo:”¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?” (Mc 4,35-40)
Un Evangelio eclesial.
La nave de la Iglesia no siempre navega en mar tranquilo.
Tiene en su navegación demasiados momentos difíciles.
Tiene demasiadas tormentas.
Tiene demasiado momentos que pareciera hunden a la Iglesia.
Tiene demasiados momentos en los que diera la impresión de que Jesús le ha abandonado.

Los últimos tiempos:
La Iglesia ha vivido demasiadas tormentas.
La Iglesia ha vivido demasiados huracanes.
Sacerdotes pedófilos.
Obispos pedófilos.
Todo un escándalo que diera la impresión de desacreditar a la Iglesia.
Es posible que muchos nos hayamos sentido tocados y con la sensación de una Iglesia demasiado humana en la que Jesús pareciera la ha dejado de su mano.
Felizmente, el Papa Francisco tiene más fe y ha proclamado que “los pecados de la Iglesia no acabarán con ella, pues es más la bondad y santidad que hay en ella”.
Es “la casa no de unos pocos, sino casa de todos” confiesa el Papa.
Yo quisiera ofrecer unas reflexiones del Papa que nos pueden ayudar en estos momentos en los que la noche pareciera echarse encima. Lo copio como lo he recibido y espero ayude a muchos:

“Afirmamos la santidad de la Iglesia desde los orígenes”
“Los primeros cristianos se llamaban los santos”
“¿Cómo puede ser santa una Iglesia hecha de seres humanos y pecadores: sacerdotes, monjas, frailes y cardenales pecadores, Papa pecador”
“Cristo amó a la Iglesia, como dice Pablo”
“La Iglesia es santa porque procede de Cristo que es santo”
“Es santa porque está guiada por el Espíritu Santo, que purifica, transforma e innova”
“No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa”
“Pero la Iglesia está formada por pecadores. Es verdad. Somos una Iglesia de pecadores y nosotros, los pecadores, estamos llamados a dejarnos renovar y transformar por Dios”
“Tentación de algunos: La Iglesia es sólo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes. Y los demás, alejados. Esto no es verdad. Es una herejía”
“la Iglesia que es santa no rechaza a los pecadores”
“Llama a todos, incluso a los más alejados”

“¿Cómo puedo sentirme parte de la Iglesia, a pesar de mis pecados?
“Dile al Señor: Estoy aquí con mis pecados”
“¿Alguno de vosotros está aquí sin sus pecados? Ninguno de nosotros”
“Señor, ayúdame a caminar y transforma mi corazón”
“La Iglesia no es un juez desalmado, es como un padre”
“Dios te espera siempre, Dios te abraza, te besa y hace fiesta. Es así el Señor, la ternura de nuestro padre”
“El Señor nos quiere parte de una Iglesia que no sea casa de pocos, sino casa de todos, donde todos puedan ser renovados, transformados y santificados por su amor”
“Los más fuertes y los más débiles. La Iglesia le ofrece a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad”
“Nos hace encontrar a Cristo en los sacramentos”
“Dejémonos santificar. Seamos una Iglesia que ama y acoge, que da coraje y esperanza. No seamos una Iglesia cerrada en sí misma”
“¿Qué puedo hacer yo, que me siento pecador?”
“Dios te dice no tengas miedo de la santidad, de dejarte amar por Dios”
“No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”
“La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar actuar a Dios”
Célebre frase de Leon Bloy, que decía: ‘Solo tengo una tristeza en la vida, la de no haber sido santo’”
“No perdamos la esperanza de la santidad. El Señor nos espera a todos, con los brazos abiertos, para acompañarnos en este camino de la santidad. Dejémonos amar por el Señor”.

Habrá momento de oscuridad.
Y Jesús seguirá dormido en la Iglesia.
Dejará que seamos nosotros los que, aun en medio de sus pecados, tengamos fe suficiente que la Iglesia no es nuestra sino de Jesús.

juanjauregui.es