Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
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El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
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El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
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Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
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Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
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Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
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Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
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¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
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Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
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El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
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Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
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Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
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Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
La higuera estéril
Parábolas
Lucas 13, 1-9.
Tiempo Ordinario.
Dirijamos hacia Dios nuestra vida y preocupémonos por nuestra propia conversión.
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En aquel tiempo llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?" Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, las cortas."
Oración introductoria
Padre, nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para nosotros.
Petición
Jesús, gracias por darme la oportunidad de mejorar, de servirte, de amarte. Dame tu gracia para luchar cada día por dar fruto.
Meditación del Papa Francisco
No es fácil entender este comportamiento de la misericordia, porque estamos acostumbrados a juzgar: no somos personas que dan espontáneamente un poco de espacio a la comprensión y también a la misericordia. Para ser misericordiosos son necesarias dos actitudes. La primera es el conocimiento de sí mismos: saber que hemos hecho muchas cosas malas: ¡somos pecadores! Y frente al arrepentimiento, la justicia de Dios... se transforma en misericordia y perdón. Pero es necesario avergonzarse de los pecados.
Es verdad, ninguno de nosotros ha matado a nadie, pero hay muchas cosas pequeñas, muchos pecados cotidianos, de todos los días… Y cuando uno piensa: "¡Pero qué corazón tan pequeño: ¡He hecho esto contra el Señor!" ¡Y se avergüenza! Avergonzarse ante Dios y esta vergüenza es una gracia: es la gracia de ser pecadores. "Soy pecador y me avergüenzo ante Ti y te pido perdón". Es sencillo, pero es tan difícil decir: "He pecado". (Cf. S.S. Francisco, 17 de marzo de 2014, homilía en Santa Marta).
Reflexión
Hoy Cristo desenmascara una preocupación presente en muchos hombres de nuestro tiempo. Y es la preocupación de pensar que los sufrimientos de la vida tienen que ver con la amistad o enemistad con Dios. Cuando todo va bien y no hay grandes angustias o desconsuelos creemos que estamos en paz y amistad con Dios. Y puede ser que realmente no suframos grandes ahogos y a la vez estemos con Dios pero Cristo nos muestra que no es así la forma de verlo.
¿Acaso los miles de personas que mueren en los atentados padecieron de esa forma porque eran más pecadores que nosotros? Por supuesto que no, pues Dios no es un legislador injusto que castiga a quienes pecan. Mejor es preocuparnos por nuestra propia conversión y dejar de juzgar a los demás por lo que les pasa en la vida. Que si este vecino se fue a la banca rota su negocio porque no daba limosna o el otro se le dividió la familia porque no iba a misa o el de más allá se le murió un hijo porque decía blasfemias.
Dejemos de calcular cómo están los demás ante Dios e interesémonos más por nuestra propia conversión. Los acontecimientos dolorosos de la vida no son la clave para ver la relación de Dios con nuestro prójimo. Dios puede permitir una gran cantidad de sufrimientos en una familia para hacerles crecer en la fe y confianza con Él, pero no por eso quiere decir que Dios está contra ellos.
Propósito
Dirijamos hacia Dios nuestra vida y preocupémonos más por nuestra propia conversión.
Diálogo con Cristo
No hay excusas, la lección de la parábola es clara. Cuando el Creador viene a buscar frutos, es porque es tiempo de que haya frutos. No se trata de aparentar o verse bien, sino haber producido los frutos de acuerdo al plan de Dios. Gracias, Jesús, por interceder por mí y darme otra oportunidad para que, con la gracia de la Eucaristía, pueda rectificar lo que deba cambiar en mi vida y aspirar a la eficacia apostólica, donde es necesario morir a mi propia comodidad para dar fruto.
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Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
Con la Palabra de Dios
Sábado de la semana 29 del tiempo ordinario
“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.
- See more at: http://juanjauregui.es/con-la-palabra-de-dios/#sthash.xncaLMUh.dpuf“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar frutos en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”. (Lc 13,1-9)
El texto comienza recordándole a Jesús la suerte de aquellos galileos a quienes Pilato eliminó. Y también aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé.
Siempre resulta más fácil recordar la suerte de los demás que la propia.
Siempre resulta más fácil recordar lo que hicieron los demás que lo que hacemos nosotros.
Siempre resulta más fácil recordar lo que nos hicieron a nosotros que lo que nosotros hemos hecho a los demás.
Siempre resulta más fácil tomar conciencia de lo que son los demás que lo que somos nosotros.
Siempre resulta más fácil pedir cuentas de lo que otros hacen de lo que hacemos.
Pero Jesús es bien claro:
Olvidad lo que pasó a los demás.
Pensad en lo que os puede suceder a vosotros.
Olvidad lo que hicieron los demás.
Pensad en lo que vosotros hacéis.
Olvidad la suerte que corrieron otros.
Pensad en la que os espera a cada uno de vosotros.
Porque no es pensando en lo que hacen los demás cómo se solucionan las cosas.
El problema está en qué hacemos nosotros.
El problema está en lo que somos nosotros.
El problema no son los otros.
El problema soy yo.
El problema somos nosotros.
El problema no es cómo piensan los otros.
El problema está en cómo pensamos nosotros.
El problema no está en lo buenos o malos que son los otros.
El problema está en lo bueno o malos que somos cada uno.
¡Cuidado con mirar a los demás y olvidarnos de mirarnos a nosotros mismos!
Porque, todos somos la posible higuera de la que se esperan frutos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, a la que año tras año se le reclaman higos y no los tiene.
Porque, todos somos la posible higuera, que tiene mucha apariencia pero somos inútiles.
Porque, todos somos la posible higuera, que debiera dar frutos de gracia y de santidad.
Porque, todos somos la posible higuera que, florecen apariencias pero no pasa de eso, apariencias.
Porque, todos somos la posible higuera que estamos inútilmente, lamentándonos de los demás, pero sin hacer nosotros algo que valga la pena.
Es el momento de la autorreflexión.
Es el momento de mirarnos a nosotros mismos y no fijarnos tanto en los otros.
Es el momento en que cada uno debemos preguntarnos:
Qué frutos de verdad estamos dando cada día.
Qué frutos de bondad estamos dando cada día.
Qué frutos de alegría estamos dando cada día.
Qué frutos de comprensión de los demás estamos dando cada día.
Qué frutos de amor estamos dando cada día.
Qué frutos de santidad estamos dando cada día, sin preocuparnos tanto de los frutos de pecado de los demás.
Tenemos la tremenda suerte de que nuestro viñador es Dios Padre.
Que siempre sabe esperar un año más.
Que cada día sabe abonar nuestras raíces con su amor.
Que cada día sabe regalarnos nuevas posibilidades.
Pero, uno se pregunta:
¿Y hasta cuándo Dios seguirá esperando?
¿Y hasta cuándo seguiremos abusando de la gracia de Dios?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestro Bautismo?
¿Y hasta cuándo decidiremos tomar en serio nuestra condición de hijos de Dios?
¿Y hasta cuándo Dios nos seguirá aguantando como inútiles en la viña de su Iglesia?
Agradezcamos a Dios que sabe soportarnos.
Agradezcamos a Dios que sabe esperar.
Agradezcamos a Dios que sigue abonando nuestras vidas para que den fruto.